23.2 C
Zacatecas
jueves, 15 mayo, 2025
spot_img

Apología de la tristeza

Más Leídas

- Publicidad -

Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

La tristeza ha sido penada en México por la sociedad desde hace ya varios siglos. Nuestra cultura nos ha enseñado que cuando vemos a alguien llorar, le pidamos, con el tono que corresponda de acuerdo a la intensidad del momento, que deje de hacerlo y por lo general nos alejamos de la situación o situaciones que conlleven un involucramiento de ese tipo.

- Publicidad -

Negar esta emoción es una actividad cotidiana que va desde cargarse de trabajo o compromisos amistosos, saturarse de televisión, Internet y juegos de video para intentar no sentirla, hasta el alcoholismo, la indiferencia, la apatía y el odio que son efectos de la represión emotiva.

Enfrentar a la tristeza es una empresa titánica que pocos pueden hacer, dado que ésta suele ser entendida como un sinónimo de debilidad, fracaso o descomposición y nadie quiere cargar con semejantes etiquetas. Sin embargo, al negarla se fortalece al grado de llegar a identificarnos o destruirnos.

 

El sentimentalismo nacional

Algunos pensadores del país han hablado del carácter de los mexicanos; Octavio Paz lo propone como solitario, Rodolfo Usigli como mentiroso (en el sentido de que utiliza el recurso de la mentira para sobrevivir), Samuel Ramos con complejo de inferioridad, pero es Emilio Uranga quien en su texto Ontología del mexicano explica que más bien se trata de un aspecto sentimental, que se manifiesta principalmente de tres maneras: una fuerte emotividad, la inactividad y la rumiación interior.

La emotividad, según Uranga, es la fragilidad interior, lo que ocasiona personas que tienden a la protección, de ahí que “impulsa a la conformación del mundo circundante como sistema practicable de canales amortiguadores, elásticos, algodonosos”, en otras palabras, la creación de zonas de confort, reales o ficticias, en las que nada ocurre.

La inactividad es entendida por este filósofo como la desgana en todas sus formas, y conlleva esto a la indecisión de no hacer, de no moverse, de no actuar y paradójicamente también, la desgana provoca un sentimiento de dignidad: “El mexicano vive siempre indignado. Ve que las cosas van mal y siempre tiene en la mano el principio de acuerdo con el cual las condena; pero no se exacerba por esa constatación, no se lanza a la acción, lo único que hace es protestar, dejar escapar su indignación”.

Finalmente, la rumiación interior consiste en sustituir interiormente a la actividad: “El mexicano da siempre la impresión de ya haber vivido, de traer en los pozos del alma una historia, un mundo que fue, y que por emotividad quedó grabado indeleblemente. De ahí nuestra melancolía y ese ademán del hombre de experiencia amarga” en otras palabras, se trata de un pueblo de soñadores.

Los tres componentes sentimentales propuestos por Uranga, aluden a características que son entendidas culturalmente en México como tristeza. Sin embargo, para la psicología, la tristeza es sólo la sensación de falta de energía, que puede ser ocasionada por algún dolor.

 

Llantos y risas

En México no se va al psicólogo de forma habitual, sino hasta que, por emergencia, el malestar psíquico ha sobrepasado lo socialmente aceptable. Y sin embargo, es posible ver síntomas de malestar mental en toda la sociedad, en todos los niveles sociales, en todas las edades.

Si la tristeza deviene de un dolor, como sociedad, quizá se pueda rastrear éste en el constante proceso de conquista al que estamos expuestos: nuestros ideales, costumbres, modos de vida, están siendo constantemente aniquilados y suplantados por otros, de acuerdo al estándar del modelo económico global. Así, ser mexicano cada vez es más mal visto. Vivimos en un rechazo constante y esto trae consigo resentimiento e ira.

Pero son sentimientos inexpresables. Nuestros abuelos o generaciones anteriores, son o fueron hombres inquebrantables, que por lo general ni al médico acudían a menos que fuera en extremo necesario. De igual forma, las mujeres abnegadas, sin derecho a renegar o pedir algo. Esos hombres generalmente mueren de enfermedades fulminantes, cuando el cuerpo ya no aguanta y explota desproporcionadamente. Sus mujeres suelen morir años más tarde, solas y silenciosas.

Para que el mexicano saque sus emociones más profundas, es necesario otro tipo de catarsis; el fútbol es una de ellas, pues durante los triunfos o derrotas de sus equipos, los mexicanos pueden abrazarse entre sí, gritar o hasta llorar. El futbol es sólo una válvula de escape, como las hay otras.

Y al no lidiar de frente con el malestar, éste se encalla de forma irremediable en lo más profundo del ser, hasta conformarse como parte del mismo, cuando que en principio no se pertenecen. Al sistema la conviene esta negación, pues es su perfecta justificación de que todo está bien, todo en orden. Enfrentar la tristeza significa también tomar una dosis más o menos fuerte de realidad en el mundo.

Aceptar la tristeza no significa aceptar la fragilidad, la desgana y la fantasía que propone Uranga como adherentes. Significa vernos en toda nuestra magnitud y darnos un lugar en el mundo donde importa todo lo que somos; ese lugar es la patria personal, la única e inquebrantable fuerza de la individualidad, que es el principio de la colectividad y de los cambios sociales. ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -