El Plan para el establecimiento de las escuelas de primeras letras en la ciudad de Zacatecas, mandatado por las Cortes de Cádiz en el transcurso de la guerra de independencia de la Nueva España, en el caso de la escuela para “niños decentes” mencionaba que, los preceptores emplearían para parte del tiempo de su jornada laboral en enseñar a sus pupilos las reglas de hablar, leer, escribir y contar. Hasta aquí la parte del documento que nos ocupa relacionada con la escuela de los “niños decentes”. Enseguida los autores del proyecto hacen alusión a la gran cantidad de niños que no van a la escuela y el desinterés de los padres por enviarlos, por lo que imploran: «parece pues preciso el que la patria ocurra a tanto mal exhortando, conminando y en caso necesario castigando a los padres que fueren remisos a enviar a sus hijos a la escuela», (AHEZ, “Plan para el establecimiento de escuelas de primeras letras en la ciudad de Zacatecas…”, fj. 3 v.). Vemos aquí como reaparece la necesidad de darle a la educación elemental un carácter universal y obligatorio que desde 1786 fijaba la Ordenanza de la división de la muy noble y leal ciudad de nuestra señora de los Zacatecas. Creación de los alcaldes de ellos y reglas de su gobierno (1796). La ordenanza en el artículo 28 facultaba a los jefes de los cuarteles que eran precisamente ocho, mismo número de escuelas que se pretendían establecer, para solicitarles a los padres de las jurisdicciones de las que estaban encargados que enviaran a sus hijos a las escuelas para su enseñanza, sobre los que se deberían de informar “con frecuencia” sobre su aprovechamiento. En el caso de aquellos padres “indolentes que no cuiden de enviarlos, les amonestarán y apercibirán una y otra vez”. Si seguían renuentes o remisos a no enviarlos, darían cuenta a su juez principal. La coerción tras el incumplimiento de la obligación. Más adelante, el documento se refiere a los maestros. Sobre sus arbitrios y el numerario que recibirían. Los autores del proyecto consideran justo que éste se «multiplique» y se les asigne un sueldo de 600 pesos anuales, con los que pagarán casa. La diferencia de sueldos anuales entre los maestros de la escuela de niños pobres y la de los “decentes” era de 400 pesos anuales aproximadamente a favor de éstos últimos. Puesto que los fondos de la ciudad se encontraban «exhaustos», proponen en caso de que se acepte el proyecto: 1° que los 600 pesos que se pagarán a cada maestro se obtengan de «las rentas que se invierten en las dos escuelas principales que tiene ésta ciudad», las que también deben de arreglarse, según lo contempla el «propio plan», además de las que deben erigirse. A estas se agregaría la de “niños decentes” que el proyecto proponía crear y ocho escuelas más que se abrirían, una en cada cuartel. Esto nos da una idea de la enorme cantidad de niños que requerían la instrucción elemental. 2° La escuela que se ha de abrir en el convento de San Francisco, requiere de cien pesos para habilitar una sala, y proveerla de cartillas. 3° Aunque muchos padres no podrán pagar un peso semanario por cada uno de sus hijos, además por lo alejado que viven, les será difícil enviar a sus hijos a la escuela de los niños decentes. En cambio, si podrán pagar un real para la cartilla, dos para el libro y la carta y cuatro para los materiales de escribir y contar; siete reales en total que deberían pagar semanalmente, cantidad que, aunque módica (un peso eran ocho reales). [Eso] «…. ayudará no poco para sostener las proyectadas escuelas». 4° Que se cite a una junta a todos los padres en la que el cura párroco mediante un breve y enérgico discurso haga entender a los circunscritos cuanto interesa a la religión y al Estado el que se extirpe la ignorancia y como los vecinos deberían cooperar todos a la magna obra “… ya con nuestras luces, ya con nuestras facultades pecuniarias o como quiera que nos sea posible”, pues de ello dependía la felicidad espiritual y temporal de la nación y de cada uno de los ciudadanos y que la juventud pudiera recibir una educación cristiana y liberal, por encima de “cuantos proyectos pueda inventar en favor suyo el más fecundo entendimiento”, (Ídem. fj. 5). Al terminar su discurso el cura, entraría en escena el señor presidente del Ayuntamiento quien haría la propuesta del establecimiento de las escuelas para los niños pobres solicitando a los ciudadanos presentes una cooperación semanal. Para recabar las cuotas se nombrarían ocho individuos, cuatro eclesiásticos y cuatro seculares, para que repartidos por los cuarteles de la ciudad visitaran de dos en dos las casas de las personas exhortándolas a contribuir con su cooperación a tan «justa obra». Si lo que se colectara con ésta acción no fuera suficiente, entonces S.M.Y.S. el Presidente (del Ayuntamiento) podría solicitar alguna cantidad de las rentas del colegio de San Luis Gonzaga, «que parecen ser muy cuantiosas», para poder así completar los gastos que exige la apertura las proyectadas ocho escuelas. Una en cada cuartel, según se señala líneas arriba.
Ocho escuelas para niños pobres en la ciudad de Zacatecas
