A propósito del aniversario del sufragio femenino en México, el texto “La participación política de las zacatecanas a 70 años del voto de las mujeres en México”, de la investigadora Emilia Recéndez Guerrero, documenta los primeros cargos públicos ocupados por mujeres en Zacatecas, como la presidencia municipal de la capital en 1950, y los nombres de las primeras diputadas locales y federales, además de subrayar cómo sus trayectorias han sido omitidas o apenas registradas en la memoria institucional.
En 1824, un grupo de mujeres solicitó al gobierno local ser reconocidas como ciudadanas por su contribución a la causa de la independencia. La petición fue rechazada con argumentos que hoy evidencian el sesgo de la época: “En Zacatecas las mujeres también deseaban llevar el título de ciudadana, y hay que ser indulgentes en presencia de ciertos períodos históricos o de aquellos acontecimientos en que el fuego del verdadero patriotismo inflama los corazones y los conduce a veces a extremos chocantes e impertinentes”, escribió el historiador Elías Amador.
La lucha por los derechos políticos continuó en el siglo XX. Aunque el voto federal se reconoció en 1953, en Zacatecas las reformas iniciaron antes. En 1949, el Congreso local modificó la Constitución del estado para permitir la participación de las mujeres en elecciones municipales, y al año siguiente Ma. Belén Márquez García fue electa como la primera presidenta municipal de la capital. Su gestión, sin embargo, duró solo seis meses, marcada por ataques mediáticos, señalamientos de nepotismo y su posterior destitución.
A pesar de ello, otras mujeres continuaron ocupando presidencias municipales en distintos municipios: Asunción Padilla en Genaro Codina (1952), Guadalupe Estrada Reynoso en Moyahua de Estrada (1956), y Aurelia Vázquez en Susticacán (1959). Ese mismo año, Aurora Navia Millán fue electa como la primera diputada local, y en 1958 Ana María Segura Dorantes se convirtió en la primera diputada federal por Zacatecas.
En muchos casos, estas mujeres eran familiares de políticos en funciones (como hermanas, esposas o hijas), lo “que no significa que ellas no sean inteligentes, preparadas y valiosas”, señala la historiadora. Buena parte de sus gestiones quedaron escasamente documentadas o ausentes de los registros oficiales, lo que Emilia Recéndez identifica como una forma persistente de invisibilidad histórica.
Uno de los perfiles destacados por la autora es el de María Esther Talamantes Perales, abogada zacatecana egresada en 1944 y fundadora de la Alianza de Mujeres Abogadas de México. Su labor como promotora del sufragio femenino en el ámbito nacional y su participación en la vida jurídica del país la convirtieron en una de las voces más lúcidas de su tiempo. En sus propias palabras:
“Estoy interesada en el bienestar general de la mujer y el niño especialmente, pues las leyes como han sido elaboradas por los hombres, lógicamente carecen de muchos de los puntos vitales para el desarrollo de este mejoramiento y la concreción de ese bienestar. Es de esperar que al elaborar leyes protectoras a la mujer y al niño en el futuro, se cuente, por supuesto, con el concurso femenino que conoce, que siente, que vive como mujer, las necesidades de su género.”