Ni al comediante más aventurado se le hubiera ocurrido un libreto como el que se escuchó en Atypical TV en los análisis del día de la elección.
Perplejos, Laura Zapata, Guadalupe Loeza, Carlos Alazraky, Ricardo Alemán y varios más se cuestionaban cómo era posible la victoria de Claudia Sheinbaum si en los aeropuertos, en París y en España todo mundo hablaba de que votaría por Xóchitl Gálvez.
No salen del estupor, y algunos no quieren hacerlo. Cuesta entender que la realidad no es el fragmento de ella que conozco, ni la burbuja que habito. ¿Qué es el agua? Dijo el pez.
Como desde hace años, no cesan los insultos: “Ganó el resentimiento, la miseria, la ignorancia, la delincuencia, los mantenidos” fueron algunas de las expresiones que llegaron a mí.
Así no sólo están lejos de convencer, lo están hasta de entender, porque aquellos a quienes han llamado “migajeros” y “mediocres” ya dejaron de discutir y de explicarse.
Oyen los insultos y los dejan pasar, sonríen y le cambian a la televisión, deslizan el video en tik Tok. Y si el humor les pinta bien, quizá ponen un meme, o un comentario sarcástico.
Pocas veces hay respuesta, y si la hay, no son atendidas, en esta costumbre cada vez más extendida y generalizada de escucharse sólo a sí mismo.
No había secretos, las encuestas lo tuvieron “cantado” desde hace meses, pero no se les creía por tenerle fe a un voto oculto que no lo fue, o no en el sentido imaginado.
En todo caso si algún voto se ocultaba, no era el que temía la represión del Estado, sino el que huía de la hostilidad de los cercanos. El de los trabajadores que escucharon sermones de sus patrones; el de los feligreses que “dieron el avión” a sus jerarcas eclesiásticos; el de los meseros que sólo sonrieron a los clientes que amenazaron que si ganaba Claudia pronto no tendrían con qué dar propinas; el de los jóvenes que han hecho meme y estereotipo a la “tía panista”.
Difícilmente esa gente podría temer a la dictadura que le pintaron desde hace años y durante la cual los detractores de este gobierno han llamado “kks” al presidente, le han dicho “indio pata rajada” han insultado a sus hijos, incluso a los menores de edad, los han seguido y fotografiado, han revelado sus domicilios, han hecho libros en su contra, han proliferado medios tan críticos como Atypical, o Latinus, han hecho plantones y marchado, incluso han llenado el zócalo, y cuando lo han solicitado, hasta la bandera les han izado. ¿Cómo temerle a esa “dictadura”?
Viene luego el discurso de los programas sociales, pero el razonamiento es el mismo ¿por qué temerían perderlos si son universales y muchos de opositores los cobran sin inconvenientes?
Casi terminado el sexenio de AMLO, Venezuela del Norte nunca llegó, tampoco las prohibiciones a la propiedad privada, y este pueblo que es capaz de hacer bailar “al niño Dios” el “pasito perrón” no entra en pánico porque le digan que una candidata no cree en Dios. Si ese fuera el México que imaginan Eduardo Verástegui al menos habría llegado a las boletas.
Esos votantes, que hoy les resultan tan incomprensibles, tienen años observando, haciendo de López Obrador el streamer más importante de Hispanoamérica, y tienen más que claro
que se puede estar en el gobierno y sin embargo no tener el poder.
Ese público oyó al PRI y PAN declararse en “moratoria constitucional”, sabe quién se opuso de elevar a grado constitucional los programas sociales, y rompió record de audiencia en los debates de la Reforma Eléctrica de donde salieron muchos con el mote de “traidores a la patria”. Si el proyecto les convence, ¿por qué habrían de votar por quien ofrecía ponerle freno? ¿Qué puede sorprender de esa conducta?
Ahora, mal harían los simpatizantes de la cuarta transformación en no poner sus barbas a remojar y caer en su propio autoengaño. La contundente victoria federal tanto en la contienda presidencial como en los espacios legislativos tuvo entre sus costos la postulación de algunos impresentables, de veletas que cambiarán de rumbo al primer viento, en el mejor de los casos de forma visible; pero tendrán muchas otras oportunidades de hacerlo con toda discreción: recibirán cabilderos de trasnacionales, se dejarán querer, se enfermarán en votaciones fundamentales, tendrán “errores involuntarios” en dictámenes cruciales.
Morena, hoy en los cuernos de la luna, tendría que ser consciente que su mayor riesgo está en ser derrotado desde adentro. Cerca está del autoengaño si no entiende que la victoria no puede tener como costo la dilución.
De ese lado también nadan, y tampoco ven el agua.