Es recurrente escuchar, o leer, vociferaciones que convocan al encono, a la crispación y a la lucha fratricida. Igualmente, de forma deshonesta e irresponsable, acusan de “polarización” política, como si ese fenómeno sólo pudiera surgir de uno de los “polos”. Olvidan el adagio de que “para pelear se necesitan dos”.
A partir de esa narrativa se ha intentado hacer creer que quienes acusan están libres de pecado cuando, en realidad, son el pecado en cuerpo y alma. Los ejemplos sobreabundan, no sólo es la voz desgarrada de las legisladoras Kenia López Rabadán o de la actriz de la política “Lilly” Téllez; también está Marko Cortés, “Alito” Moreno, un largo etcétera en la que puede identificarse a personajes de medios de la comunicación monopólica que emiten mensajes rabiosos, malcriados y renegados.
Afirman falsamente que estamos ante un estado autoritario, y a veces hablan de una “dictadura” que sólo ellos pueden percibir. Arguyen que se trata de un narcocobierno, que miente, es corrupto, destruye el país, polariza y divide a los mexicanos, que se niega al diálogo con la oposición aprovechando una mayoría calificada que, sostienen, “no les dio el sufragio y se la tuvieron que robar”. Tantos videos que inundan las redes sociales son testimonio del papel actoral de una oposición banal y mediocre, incapaz de proponer nada y de estar en contra de todo.
No se ocupa ser del partido MORENA para percatarnos de eso y de los calificativos de “chairo”, “chayotero”, “arrastrado”, “vendido”, “muerto de hambre” y todo lo que creen que ofende. Soy moreno pero, para su desgracia, no soy de MORENA.
No es acto de contrición, pero hay que recalcar que he hecho varias críticas a nuestra derecha mexicana porque estoy convencido que la necesitamos de forma propositiva, participando por el bien común en los asuntos públicos. No pueden seguir estando en contra de todo y a favor de nada. Tampoco ocupamos a una derecha nacional dirigida desde el extranjero. Los injerencistas externos (llámese Iberdrola, Donald Trump, la DEA, OEA, el actual gobierno de Ecuador, Odebrecht, El Rey de España y otros) debieran ser un blanco común, no un aliado intervencionista. El desarrollo nacional sólo puede ser producto del progreso interno y en esas condiciones relacionarse con otras naciones para la cooperación, el comercio, el intercambio y el desarrollo. La necesidad de una burguesía nacionalista (la derecha es su expresión política) ayuda mucho a crecer en independencia y soberanía. En cambio, una burguesía, en el ejemplo de Claudio X. González se constituye en el obstáculo de independencia y soberanía. Es sinónimo de saqueo a las riquezas nacionales, neocolonización, atraso, miseria; en suma: subdesarrollo.
Vale destacar que en muchos mexicanos existe una apreciación casi romántica de la democracia. Vale la pena luchar por ella. Compartimos la idea de la unidad nacional en los problemas comunes de los mexicanos. Por ejemplo: en la defensa de la soberanía nacional (el PRI previo al salinato y al neoliberalismo le llamó “nacionalismo revolucionario”). Somos férreos defensores de la pluralidad ideológica y política, como parte de la riqueza nacional, manifiesta en el debate público; por tanto, de la tolerancia, la activa participación en los asuntos públicos y la honestidad intelectual, no existe necesidad de mentir, ni de tergiversar. Ese espejo es de otros.
La democracia inicia con la honestidad intelectual (no la tiene quien distorsiona, miente, tergiversa, adjetiva de forma despectiva y descalificadora), se construye y defiende con razones; es inclusión, es diálogo razonado. No es chantaje, ni amenaza, es informar e informarse de manera veraz. Pensarán, como he dicho: “cuanto romanticismo” cuando de lo que se trata es de estar al servicio de los demás y no en la barbarie propio de la antidemocracia, en la que sólo importa el beneficio personal, el arribismo, el trepar por encima de los derechos de otros, la riqueza y el poder que tanto putrefacta el “alma”.
La convivencia democrática debiera ser una de los propósitos de los gobernantes y opositores. Ojo: los opositores federales no necesariamente también lo son en los estados y municipios. Tampoco debe entenderse como condescendencia al mal gobierno. La crítica veraz y fundada es un alimento permanente de la democracia. La barbarie de la antidemocracia confunde la crítica con el ataque, la mentira, la difamación. Es detestable que esa sea una práctica en altas jerarquías de la política.
Ejemplos mayúsculos de antipolítica y antidemocracia podemos verla en legisladoras y legisladores que, paradójicamente, no fueron electos por sufragio popular. Son diputados o senadores plurinominales. Consiste en que por cada cierta proporción de votos, cada partido puede hacer legislador a una persona por el que no vota el pueblo: son casos como los de Ricardo Monreal, Margarita Zabala, “Lilly” Téllez, Marko Cortés, “Alito” Moreno, Ricardo Anaya y muchos otros.