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viernes, 13 junio, 2025
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Terremotos estudiantiles

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

En una conferencia que se ofreció en el Colegio de México la semana pasada, en el marco del festejo de los 30 años del taller Diana Morán, la escritora Lourdez Meraz dijo que ella cree que toda la literatura habla de momentos en los que algo se rompe o está a punto de romperse. En ese mismo evento, Mónica Lavín leyó uno de sus cuentos, dando razón a Meraz en su argumento, pues su texto habla sobre cómo el sismo del 85 en la Ciudad de México quebró varias cosas en su vida.

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Tal vez sí, todo está en constante ruptura: El universo, el mundo, uno mismo y eso necesita ser liberado al menos entre letra y letra. Pero tal vez, en esos quiebres también se encuentra la clave de la unión y la reestructuración.

Como individuos y sociedad estamos ante diversos rompimientos… Pero si esos sucesos nos marcan indeterminadamente sin que de ellos se aprenda algo, será síntoma de que se avecina una mayor fractura, la que quizá sí amenace con exterminarnos.

 

Sismos

Además del terremoto del 85, uno de los movimientos que sacudió la tierra en México fue el movimiento del 68, liderado por la unión de miles de jóvenes que buscaban eliminar la represión del gobierno priísta, y que fueron asesinados en masa el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, lugar en el que un oscuro sentimiento de opresión en el pecho aún se siente, una pesadez en el aire pervive…

Tanto el asesinato de estudiantes como el terremoto, han sido la pauta para muchos escritores de distintas generaciones, como La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska; Palinuro de México, de Fernando del Paso; Nada y así sea, de Oriana Fallaci; 8.8: El miedo en el espejo, de Juan Villoro,  entre otros que desde la perspectiva singular detallan el horror y la injusticia que rompieron una parte de la integridad nacional.

En los zigzagueos del destino, la historia de los estudiantes inconformes se ha repetido constantemente, lo cual evidencia el desinterés en el tema. Desde hace varios días, los alumnos del Instituto Politécnico Nacional han generado controversia al mantener su postura contra el nuevo plan de estudio propuesto por su rectoría en el que se les perjudicaría el grado escolar y demás derechos. Miles de jóvenes, no sólo del IPN, sino de universidades públicas y privadas se han unido en apoyo, en una hermandad que no permite el quiebre de sus garantías individuales, y han marchado por la Constituyentes, con el orgullo de hacer valer su voz y retumbar el suelo sin generar muerte, por el contrario, demostrando el vigor de la juventud.

 

Quiebres

Y sin embargo, a pesar de la valentía de los estudiantes, nunca falta la gente en descontento por el caos vial o alguna otra banalidad de la vida cotidiana. Y tampoco falta aquel estudiante que no considera el asunto de gran magnitud como para hacer algo al respecto.

Si bien un terremoto no es algo contra lo que podamos luchar, sino que sucede y nos arranca la seguridad y tranquilidad de un momento a otro sin que nada lo pueda evitar, una infamia siempre se puede denunciar. Los estudiantes del IPN, y todos aquellos que luchan por sus derechos son quienes se oponen a la inercia de una sociedad acostumbrada a la violencia, la falsedad y la injusticia.

Son los estudiantes una clase, en el sistema mexicano, que ha sido desfavorecida en muchos planos. Hay escuelas en las que no son considerados en absoluto y profesores y administrativos abusan de poder sobre ellos. ¡Y ni qué decir de la calidad en muchas escuelas! Egresados del nivel medio han pasado a ser una carga de más para las universidades, pues llegan con atrasos graves en conocimientos básicos.

Por su parte, los que egresan de licenciatura y posgrados se enfrentan a la terrible realidad del ominoso campo laboral, en el que además de que la competencia es cerrada, hay pocas oportunidades, razón por la cual muchos se ven orillados a buscar becas que disimulen su falta de productividad (de ahí que haya en los últimos años una alta en la cantidad de ninis) o emigrar a otros países.

Veamos simplemente a nuestra Máxima Casa de Estudios, la Universidad Autónoma de Zacatecas, la que parece desplomarse más cada vez a causa de anquilosadas prácticas políticas, de docentes que dejan todo en mano de dirigentes sindicales y de alumnos desinteresados en tales asuntos. Es triste ver la cantidad de conflictos que nacen cada mes en la institución, es desesperante que además se aíslen como si se tratara de una cuestión privada.

¿Es que acaso no se ha roto ya la sociedad mexicana lo suficiente como para seguir en ese constante problema? ¿Son esos temblores de abuso de poder de magnitudes tan terribles como para acabar con la dignidad que nos queda? ¿Hay en nosotros la fuerza suficiente para resistir una trepidación tan grande como lo es la corrupción para defendernos y salir victoriosos? ¿Nuestra historia nacional seguirá escribiéndose a partir de este tipo de quiebres? ■

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