La Gualdra 675 / Narrativa / Libros
Dentro de las novelas que tratan el conflicto de la Segunda Guerra Mundial o ambientadas en ella mis favoritas son las escritas por Primo Levi, en especial Si esto es un hombre. Agregaría dos: Noche, de Elie Wiesel, y La familia Moskat, de Isaac Bashevis Singer.
En el imaginario colectivo hay una obra en especial que vive fija en la memoria (incluso es referente y forma parte de la bibliografía en educación básica): El diario de Ana Frank, aquel conjunto de cuadernos de una niña holandesa que vivió oculta en su casa mientras ocurría la ocupación alemana.
Recientemente, apareció Ráfaga roja (Seix Barral, 2025), de Liliana Blum, novela que se encarga de mostrar la vida de Hannie Schaft, quien fue espía, mensajera y francotiradora hasta que fue asesinada, con tan solo 24 años.
Para mí, Liliana Blum es una de las narradoras mexicanas más poderosas de la actualidad. En especial, hay dos obras suyas que me resultaron asombrosas: El monstruo pentápodo y Tristeza de los cítricos: por un lado, una novela con una vuelta de tuerca maravillosa; por otro, un libro de cuentos sobre la violencia, con personajes devastados, llevados al límite. Además, Pandora y Cara de liebre son, a su manera, una muestra de la obsesión por el cuerpo del otro, por la naturaleza corrompida que causa una erosión en el deseo.
En esta novela, desde el inicio hay un entramado muy evidente: el memorioso. La protagonista, encarcelada, decide hablar con su hermana menor muerta, a quien utiliza como interlocutora en un monólogo entre las rejas. Hay, como en algunas de las novelas de Faulkner, saltos temporales y el flujo de conciencia.
Lo que narra esta protagonista es el horror. Al parecer, no hay nada que nos pueda (y por el contrario, siempre hay algo nuevo que conocer) sorprender, que la historia misma, los archivos no nos hayan mostrado sobre Auschwitz, sobre el Holocausto o sobre la lucha bélica en Europa.
Considero que entre los grandes aportes de esta novela es darnos una protagonista neerlandesa de la Segunda Guerra Mundial. Anna Frank fue por años el rostro de esa tragedia, pero con Ráfaga roja se suma Hannie, una mujer singular, valiente y quien todo el tiempo está probando su fe, quien se asume como una agente activa en todo esto.
Este libro es raro entre los de Blum. Parece que se sale del universo de la autora, quien había centrado sus historias en este país, incluso en algunos cuentos habla sobre el narcotráfico. Uno pensaría que la escritora se salió de su zona de confort, sobre todo al escribir una novela histórica, pues lo que se cuenta aquí está documentado y está en el territorio de la no ficción, aunque, claro, hay mucho de inventiva en la novela.
Y es justo, por ser una novela, que se aleja de ser diario o una biografía. En este entramado narrativo se cuenta con la oralidad de quien está en un delirio justo antes de morir, con detalles, pues quien narra tiene tiempo de hurgar por cada recuerdo. Hannie es una mujer que cava su propia tumba al recordar desde el inicio y cómo se sumó a la confrontación.
“Annie, hoy no me han traído nada de comer. Creo que es el día. No querrán desperdiciar comida con alguien que va a morir en unas horas. Tengo alivio y terror. Estoy cansada. Gracias por haberme escuchado todos estos días. Si es cierto lo que dicen, te veré pronto, a ti o a Jan”.
Creo que si este personaje no es tan conmovedor como Ana Frank es justamente porque es lo contrario a ella. Esta chica, que no vivió más de 25 años, es una revolucionaria, una mujer que no esperó la muerte bajo la sombra de un hombre. Es cierto que aquellas novelas que cuentan el Holocausto impactan por su cercanía a la podredumbre y la vileza, por la tragedia misma. Ráfaga roja no siempre alcanza esos tonos tan potentes, pues su entramado suena muy pensado, como un artefacto literario y no como la confesión misma.
Liliana se convierte en la verdadera interlocutora de la combatiente holandesa, y por ello mismo no supura una herida abierta, sino que más bien es la cicatriz. Esta novela se une a un puñado de obras donde las mujeres se convierten en el personaje central de una historia que nunca había sido contada, como si hubieran sido borradas de la historia misma.