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lunes, 21 abril, 2025
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‘Jaguer’ 1

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Por: BERNARDO ARAUJO •

La Gualdra 581 / Literatura / Novela por entregas

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“Pero la ciudad ha tomado pasaje de ida y vuelta,
y en vano esperará el borracho el paso de su cama,
y se tirará en la acera, recibiendo sobre su cansancio la
burla del duchazo de luz”.
Novela como nube, Gilberto Owen

 

Afuera la noche fue cayendo pesada, a cuentagotas, como el barrido suave que el viento gélido fue dejando por los rincones de la ciudad, sobre la nevada cabeza de las estatuas, de los héroes y de los indigentes que en los parques hacen por vivir. La compasión ajena, su propia terquedad y el sinsentido los mantiene de pie. Desde las bancas públicas atestadas de grasa, arena, mugre y basura casi orgánica todavía comestible. En los días calurosos sueñan con hojas frescas esparcidas sobre las copas de los árboles. Pensó de pronto en que así debieran ser los sueños de todos los habitantes en aquel lugar.

¿En todos los lugares se sueña?

Morgan salió de casa, se ajustó el viejo abrigo gris y la montera. Avanzó, sentía la húmeda suavidad de sus pisadas al triturar los restos de hielo sobre las baldosas. Hacía más frío dentro de casa -pensó- en tanto que miraba atento el paisaje desolado de la tarde nevada. Se lamentó en silencio. En su cabeza se formó la silueta menuda y blanca de Silvia, sus cabellos de color negro mate. Nunca supo si aquel tono capilar era natural o sintético, en realidad era algo que jamás se interesó en averiguar. Era más importante velar el aleteo de sus vigorosas pestañas, la intermitencia luminosa de los ojos verdes y profundos como aceitunas recién cosechadas. Escuchar el timbre dulce de su acento durante las mañanas y besarla. Besarla por completo y en pausas subsecuentes. Contener los delirios de aquella mujer brisa que impregnó -quizá- el fragmento más vivo de los años maduros más joviales de Morgan.

Al instante, sintió descender un vaho tenue por debajo de la nuca, luego se le instaló a mitad de espalda cuando cruzó el puente que atraviesa sobre Bulevar Harp. No hubiera sido necesario tomar ese camino para llegar al Jaguer (Café-bar). Sin embargo, aquélla era una mañana ligeramente distinta, además de nieve y las calles vacías.

Lucky, como llamaba Silvia al gato de pelaje café anaranjado que encontró cierto día bajo la escalinata del Parque Reforma, había abandonado el sofá desde el amanecer. Esa mañana el animal no dejó más que algo de su calor sobre el mueble en el que dormitaba por las noches. Morgan, que nunca fue muy afecto a los animales, sabía que desde que el gato apareció, Silvia era otra persona. Más concentrada en el trabajo fotográfico, menos ensimismada y confusa.

Silvia había comenzado a captar personas aparentemente ensimismadas en las callejuelas. Retratos del vacío. Así había nombrado a esta nueva serie de retratos urbanos, luego de que acumuló un considerable número de tomas, aunque el proyecto original iba a llamarse “Retratos de la espera”. Morgan se mostró abrumado cuando se enteró de la decisión de cambiar el primer nombre a la colección que ella comenzaba a formar. Le pareció de pronto que, para Silvia, la espera no era más un motivo que ocupara su interés, y a las pocas semanas Silvia desapareció sin más. Ningún aviso o comentario sobre las turbaciones próximas que la aquejaban. Desapareció casi de la misma forma en que llegó. Sigilosa y ligera.

 

 

Morgan palpó el arma bajo su abrigo. Llevaba años portándola donde quiera que fuese, desde antes de que Silvia apareciera. Llegados a este punto, había pasado al menos una de década desde que, a modo de sobrevivencia, él abrazó la profesión de detective privado, luego de que fue destituido de la Jefatura de investigación Criminal, acusado de tráfico de influencias y cómplice de un homicidio calificado.

Miró de frente, al lado opuesto de la calle encontró un anuncio en letras verde neón que se iluminaban entre la tarde nevada. Ya era casi de noche.

De pronto pensó en Lucky, el gato. Asunto del que por lo general no solía ocuparse en lo más mínimo. “Los gatos son tan autónomos como molestos”, se dijo.

Avanzó hacia el otro extremo de la calle. Imaginó la posibilidad de que ella lo esperara adentro.

“Los borrachos y los solitarios siempre dan tema para una imagen”, escuchó de esa voz que, en ocasiones desde sus adentros, le insinuaba el camino.

JAGUER CAFÉ-BAR. Las letras brillaron con mayor intensidad.

 

[Continuará]

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_581

 

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