Por dónde iniciar una escritura que haga justicia al abigarrado panorama actual de México, cuyos problemas ya no son fáciles, ni de ocultar, ni sofocar en medios y menos en la realidad concreta que se altera y no se arisca ante el uso intensivo (¿árido y políticamente estéril?) de esa verdadera y efectiva arma “institucional” en manos de una “burocracia” gubernamental que cada día confronta situaciones y tendencias políticas, económicas y culturales, cuya variedad de sujetos sociales y políticos insisten en escribir y difundir la historia o las historias de su existencia y su resistencia en contra de la política y las políticas que tienen a la mayoría de mexicanos, confinados a vivir situaciones de postración a las que, con tenacidad, insisten en confrontar con diferentes luchas para no más seguir sufriendo, con pasividad, la indolencia como oferta política ideal para reproducir el régimen neoliberal, sin cambiar su esencia de rapiña y desprecio popular.
El desfile del Primero de Mayo, a celebrar como Día del Trabajo, en Zacatecas, fue rebasado al incorporarse la esencia popular de la política, es decir, el mostrar en público, sin pacto previo y con todo orden, el descontento con la política, en un momento coincidente, en Zacatecas, con el ocaso del gobierno de Miguel Alonso. Sobre la dureza en algunas de las expresiones, está por verse, si son muestra anticipatoria de lo que sucederá en las urnas o si esa explosión de energía política, por su espontaneidad, era chispa y no llama, para iniciar a recibir como condición y acotamiento, al nuevo gobierno, o sea, al que resulte electo por los electores zacatecanos, en las cada vez más próximas elecciones estatales y municipales. A momentos pareciera que todo mundo anda en campaña.
Con todo, y a pesar de las múltiples coyunturas sociales y políticas con las que se celebró esa fecha, hay rasgos compartidos de inconformidad y lucha por la situación mundial de ferocidad y despojo con la que continúa en nuestro país y estados, la imposición, por gobierno, empresarios y mayorías oficialistas, de un peculiar neoliberalismo, cuyo arraigo (forzado), de hecho, cada día se increpa, cuestiona y enfrenta, desde las particularidades culturales, políticas, económicas e históricas más diversas, pero existentes y vigentes en nuestra república y el mundo.
A tal panorama, con justicia, de “situación desoladora”, la calificó, el día de ayer, el editorial de La Jornada, mientras hace un recuento breve pero minucioso de los daños, las conquistas perdidas, y de las minuciosas ofensivas de todo tipo, contra las conquistas alguna vez logradas, con todo y lo que hoy implica su erosionada actualidad o pérdida ante la implacable ofensiva neoliberal que desde el estado ha ido paulatinamente erosionando o eliminando las conquistas que siendo de los obreros, de alguna forma facilitaban alcanzar logros de luchas populares más amplias, a favor, en todo caso, de evitar pérdidas que bien pudieron ser mayores y arrancar con eso beneficios para resistir, de alguna forma, el embate explotador al que siempre se quiere deslimitar por parte de los organismos empresariales, con densa presencia desde el inicio mismo del gobierno de Peña Nieto.
Con todo ello, la lucha política fundamental existe, continúa y es por el control del Estado y gracias a eso se ha llegado formalmente a generar toda una infraestructura política para, en todo caso, intentar mediar pacíficamente la integración de las máximas instancias de decisión del país y las de cada estado federado y desterrar a la violencia, lo más posible, de esos esfuerzos por tomar parte en la integración de las estructuras e instancias políticas, clave para la toma de decisiones. Lo cual, de hecho y aunque no se quisiera, ha generado lo mismo novedades democráticas que la resistencia a eliminar resabios autoritarios, en tanto, a la sombra de la democracia electoral y política, se generan, por decir, neo – caciques, aunque con visión política – empresarial, muchos de ellos, los que en algunas regiones llegan a funcionar como si, por su apetito de poder, fueran caciques “reciclados”, al presentarse como opción generadora de una autoridad, a la que más bien corresponde el ser cultivada y organizada desde abajo por la base popular misma y no desde arriba. En fin, la cuestión es que al parejo del neoliberalismo, en democracias débiles se crean condiciones generadoras de una especie de neocacicazgos que al organizarlas, aportan “fuerzas”, a las que a la vez las chupan, como forma de ‘pervivencia’ política en una “modernidad” de apariencia institucional, la que si de algo padece es de estar o de ser “inconclusa”, y queda como asunto o nudo histórico a resolver, lo deseable, con más y más libre, democracia. Por decirlo de alguna manera, porque si a algo se debe abrir camino e insistir en fomentar y arraigar cada vez más es a ella: a la democracia. De la que todavía se ve lejos su consolidación y más frecuente, su manipulación. ■