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lunes, 12 mayo, 2025
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La significativa diferencia entre el racismo esporádico y el racismo sistémico

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

  • Perspectiva crítica

En el tema del racismo dos hechos ganaron atención pública en días recientes, y ambos tuvieron lugar en el mundo del deporte: el lanzamiento de un plátano al futbolista brasileño Dani Alves, quien juega en el Barcelona y tomó con humor el que los hinchas del Villarreal le lanzaran la fruta, esto al comérsela antes de cobrar un tiro de esquina, y en segundo lugar la conversación que el dueño de los Clippers de la National Basketball Association (NBA por sus siglas en inglés), Donald Sterling sostuvo con su novia, la modelo conocida como V. Stiviano, y de la que se desprenden comentarios ofensivos contra los jugadores de color.

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La repercusión del primero de los hechos desató una campaña de respaldo hacia Dani Alves, la cual se caracteriza por compartir fotos en las redes sociales de quien apoya al jugador comiendo o portando una banana, y generalmente mostrando el comentario: “Todos somos macacos”. El segundo de los acontecimientos referidos tuvo consecuencias mucho mayores, en tanto el dueño de los Clippers fue suspendido de por vida de la NBA, multado con 2.5 millones de dólares y aparentemente será obligado a vender el equipo angelino.

Tanto el apoyo a Alves como las sanciones a Donald Sterling son medidas valiosas pero restringidas a la acción contra acontecimientos específicos, pues no atentan contra el racismo de grandes proporciones. En este sentido, por ejemplo, es destacable que el presidente norteamericano Barack Obama califique los comentarios de Sterling de “ignorantes, increíblemente ofensivos y racistas”, cuando él es responsable del mayor número de deportaciones de indocumentados –más de 2 millones-, y su política fronteriza está caracterizada por la criminalización de migrantes desde una noción xenófoba, lo que alimenta lo mismo a la discriminación en escuelas bajo la forma del bullying, que a la libre operación de grupos paramilitares como los Minutemen.

El sociólogo Ramón Grosfoguel advierte sobre el tamizado que actualmente se lleva a cabo entre naciones para permitir o no el ingreso de personas, y su posterior integración a circuitos de producción bajo la lógica de una división internacional del trabajo que considera existen individuos inferiores o superiores. El correlato de esta situación es visible en la relación México-EU con los trabajos precarios a los que acceden los mexicanos, quienes a partir de ser el sector migrante con menor nivel educativo, se ven orillados a aceptar trabajos poco calificados en las ramas de la construcción, servicios, extracción y transporte, según refleja el estudio “Inmigrantes mexicanos y centroamericanos en Estados Unidos”, elaborado por el Migration Policy Institute (MPI, por sus siglas en inglés), pero también por su condición de extranjeros sujetos al racismo.

El esquema de racismo sistémico determina así el ingreso, la integración a los circuitos laborales y de convivencia y la expulsión de territorio estadunidense, pero también pasa por alto el que históricamente Estados Unidos se ha visto fortalecido por migraciones provenientes de múltiples partes del mundo. Considérese en este sentido que Donald Sterling logró amasar fortuna como dueño de uno de los equipos de la NBA gracias principalmente al talento de jugadores afroamericanos (quienes en realidad dominan el juego en esta liga), por lo que su posición racista incluso resulta contradictoria.

En cuanto a la aportación migrante en masa, la falta de su reconocimiento por parte de las autoridades norteamericanas es bastante sugerente, y se acerca más a un deliberado desconocimiento que a una profunda ignorancia. Bajo esta perspectiva el académico Alejandro Canales sostiene que pese a la enorme participación de los sectores latinos en la economía norteamericana –hasta 35 por ciento del total de su crecimiento si se considera el aporte de la población nativa de origen latino-, estos quedan expuestos a diversas formas de segregación territorial. De igual manera durante la crisis de 2007, fueron justamente los migrantes de origen latinoamericano los que mayor aporte hicieron a la economía estadunidense. Dar su justa dimensión a esta realidad implica cuestionar el pregonado esquema de “nación benefactora” que tanto promueve Estados Unidos, y en la cual supuestamente todo migrante puede acceder al “sueño americano” en razón de la igualdad de oportunidades y respeto irrestricto a los derechos humanos. El mito no podría ser más grande.

El común denominador entre el racismo esporádico y el sistémico es su expresión en violencia física o simbólica, pero en tanto el primero se agota con el odio irracional, el segundo consolida estructuras sociales en las que un determinado grupo se impone sobre otro, y desde las cuales le es posible explotar, discriminar o expulsar personas de algún territorio. Ante esto la postura que denuncia y censura actitudes como la de Donald Sterling o la de los aficionados que lanzan bananas es correcta, pero insuficiente para cuestionar el racismo sistémico que hoy por hoy afecta no sólo a unos cuantos atletas profesionales, sino a millones de personas. No obstante, un buen punto de partida para cuestionar ambos tipos de racismo es recordar que todos somos macacos. ■

 

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