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lunes, 21 abril, 2025
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■ Historia y poder

Mantas de algodón pintado

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Desde la partida de suelo zacatecano y rumbo al valle de la Anáhuac, los pueblos nahoas del Chicomoztoc, tenían un notable pudor por sus mujeres jóvenes y un respeto filial, pues los patriarcas,  en su deber de estar al tanto al futuro , se ajustaban a la tierna edad de sus hijos, siempre se distinguieron por el respeto a la mujer y que no es una leyenda que las doncellas y las matronas, caminaban solas por los campos y ciudades, sin que nadie las agrediera o les lanzara ofensas, pues La pureza de las costumbres, permanecía en que los hombres eran moderados en el hablar y no había ni blasfemia, ni juramento, ni riñas, ni tratos ilícitos, ni robos, ni situaciones injustas, que incomodaran en la cultura popular la representación de las escenas familiares.

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 Los cronistas han puesto mucho relieve en que quienes dominaron al continente, fueron los pueblos otomíes y que la situación definitiva de su raza, cruzó las grandes y extensas llanuras extendiéndose hasta el Perú y chile, aunque su mercado fue cortado por otras culturas, no sin dejar a través de los caudalosos ríos y los depósitos de agua, la fertilización y el poderío de la originalidad de los pueblos que ocuparon el establecimiento de una raza autóctona con más de 3000 años de antigüedad, cuya extensión desde Sonora, Chihuahua, Zacatecas, Sinaloa, ubicaron propiamente a una civilización nahoa y su configuración mundial a detalle.

Danzas y fiestas, escuelas y lienzos para los trajes, y las famosas camas o esteras para las habitaciones, las Casas Grandes y las estufas para comer, el ritual en donde el barro cocido,, la harina para el pinole, El Maguey la fibra, la túnica, la piel, el algodón, la camisa o el huipil, algodón pintado de cien colores, la enagua y el pudor para las mujeres, estaban rodeados por el juego y la cacería, y ahí para que fuesen también los jóvenes guerreros con arco y macana, y con ceremonias adquirir su derecho de jugar,, estar en Las Plazas donde la pelota, para después refrescarse en los ríos y darle unción a la higiene y el desarrollo de los ejercicios de gimnasia para convertir una juventud guerrera y educada.

Mucho se cree en la intervención de culturas extrañas, pues en mayo de 1867, se encontraron figuras con clara ascendencia china y asiática y si es que el náhuatl significa “las cosas que suenan bien”, era porque en su cultura el año solar y los días, combinaban una numerología exacta y perfecta, quedaban símbolos para identificar los ciclos del parto y de la siembra, y de las lluvias y de las mujeres que acompañaban el sol Poniente en el horizonte, y los ciclos lunares como diferentes formas para encontrar en los tiempos prehistóricos, la estrella matutina que les diera la esperanza de encontrar un rumbo nuevo.

Son muchas las historias que se suscitan con gran exuberancia para entender en el valle de la Anáhuac, las plantas y las flores, los bosques inmensos y los ríos caudalosos, esas regiones donde la exuberancia de árboles y aves, de vegetaciones y de frutas mostrencas, tenían un gobierno teocrático en donde los sacerdotes provocaban la fluidez y la adoración de animales y de astros.

Cuidar la investigación de los estudiantes mexicanos en su pasado ha de ser siempre un argumento para maravillarnos por lo que aconteció en estas tierras hace muchos siglos y que le dieron al mundo, multitud de aportes en la gastronomía, el arte de hacer ciudades, ingeniería indígena tan espectacular como el pueblo romano o de Grecia y tener los elementos que nos sigan dando la imagen y legado de un pueblo como el que nos dio estas ciudades que habitamos desde hace mucho tiempo.

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