Un esquema Ponzi parece muy simple. Se anuncia una gran empresa para la que se necesita inversión, y se asegura que la ganancia, mensual, será alta. Digamos 10 %. Así, quien invierte 1000 recibe de ganancia 100 en un mes. En un año tendrá 1200. ¿Dónde está el truco? Durante el mes se recauda una cierta cantidad resultado de la suma de los depósitos de todos los que hayan creído en la viabilidad de la empresa. Y con ese dinero se paga a los primeros inversionistas. Sin embargo, tiene un problema: se requiere un número creciente de inversionistas porque el esquema es de forma “piramidal”. Para pagar las ganancias de un inversionista se requiere que arriben más, y en número creciente. Es decir, se necesita un cierto número de inversionistas para poder pagar las “ganancias” de uno. En algún momento la base dejará de crecer y se incurrirá en impagos o deuda. Pero lo mejor es huir con las ganancias y dejar a un gran número de personas estafadas. Otra manera de verlo es la siguiente. Se pide una cantidad D de dinero prestada al banco. Se gasta y cuando llega el momento de pagar se debe la cantidad de (1 + i) D donde i es la tasa de interés. Como no se cuenta con ese dinero se pide otro préstamo, ahora de monto (1 + i) D al mismo o a otro banco. Ahora la deuda es (1+ i) (1 + i) D. Si esto se repite n veces, la deuda crece a una razón de (1 + i) multiplicado n veces. En algún momento se volverá impagable y es mejor huir. Aunque a veces no se puede, como ocurrió con Bernad Lawrence Madoff, que falleció en prisión en 2021. Según Kaushik Basu (véase “The Ponzi Economy”, Scientific American v. 310, #6 (2014)) lo que vuelve peligrosos, y verosímiles a estos esquemas, es la incertidumbre respecto al punto de quiebre. Como no se sabe cuándo dejarán de ser crecientes las ganancias se reinvierte con alegría, pero si se tuviese la certeza que dejará de funcionar en cierta fecha, un mes antes ya no habría inversionistas. Si se sigue este argumento como una “inducción inversa”, resulta que los Ponzi nunca funcionarían. Pero esto es muy racional, los esquemas de este estilo funcionan porque muchas personas sienten la insaciable necesidad de ganar mucho con el mínimo esfuerzo. O bien, también se puede sostener que las personas no tienen la capacidad de visualizar el crecimiento exponencial, por lo que no saben que tanto debe crecer el número de inversionistas para que ese esquema tenga un largo futuro (véase Steve Pinker “Racionalidad” Paidós (2021)). Lo importante del caso es que muchos Ponzi son legales, y a veces, gracias a los trabajos de la ideología, pueden hacerse pasar por “conquistas sociales” de un pequeño grupo de “luchadores sociales”. Veamos un ejemplo. En el Contrato Colectivo de Trabajo UAZ-SPAUAZ (CCT) viene un capítulo, el XIV, que ya no se aplica a casi ningún agremiado en activo, pues la cláusula 117 fracción I establece que se podrá solicitar la jubilación a la universidad “siempre y cuando su ingreso haya sido anterior al 13 de agosto de 1991”. Quizá entre las políticas del nuevo comité ejecutivo este abolir dicha restricción, pero entretanto, ahí queda. Dejó aplicarse porque carecía de viabilidad financiera. Lo que no era raro, pues es un esquema Ponzi, incluso era “mejor” que el esquema ideado por Carlo Ponzi. Si se lee con detenimiento la cláusula 113 queda claro que para que funcione el esquema de jubilación, en el sentido restringido de otorgar sólo las diferencias resultantes de la ley del ISSSTE y el CCT, debe haber aportaciones de cuatro partes: los derechohabientes, los gobierno federal y estatal y la universidad. Al día de hoy sólo esta última contribuye, ninguna de las agencias mencionadas puso nada. Así que de manera natural existe una deuda que no se podrá pagar, a menos que el gobierno federal lo haga. Bien, antes del 13 de agosto de 1991 el esquema de jubilación era infinitamente mejor que el Ponzi. ¿Por qué? no requería inversión, los docentes no contribuían en nada a su jubilación y esta les garantizaba ganar lo mismo que en activo, no había restricción de edad y se solicitaba sólo demostrar haber laborado 25 años. ¿De dónde salía el dinero para el financiamiento? Del presupuesto universitario. ¿De dónde más? De nuevo la realidad se imponía. Para lograr ese nivel de jubilaciones el presupuesto debía incrementarse anualmente de modo que cubriese jubilaciones, crecimiento de matrícula, crecimiento en infraestructura y mantenimiento. Por supuesto, de nuevo, las razones que hayan tenido los rectores para firmar esos esquemas de jubilación eran muy suyas, quizá hasta racionales si se tenía presente la retórica presidencial de los 1970. Pero no funcionó, quebró y sólo una pequeña parte de académicos gozarán y gozan de esa prestación. ¿Dónde estuvo la ventaja sobre el esquema Ponzi? El italiano timaba ingenuos, la firma de un contrato colectivo con esas condiciones de jubilación estafa a los rectores de la universidad, y al Estado nación que es el que, en última instancia, responde por ellos.