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martes, 3 junio, 2025
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Manifiesto del paroxismo Sirāt, de Oliver Laxe 

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Por: SERGI RAMOS •

La Gualdra 670 / Festival de Cannes 2025

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[Premio del Jurado en Cannes 2025]

En 2017, el director franco-gallego Oliver Laxe rodó Mimosas en el atlas marroquí. El desértico paisaje montañoso servía de localización a una travesía mística, inspirada por las narraciones orientales, que era también una búsqueda de espiritualidad. La película retomaba de cierto modo el interés antropológico de Pier Paolo Pasolini por lo sagrado, que había reubicado los mitos griegos en esos mismos paisajes del mediterráneo, como en Edipo Rey o Medea.

Ritmo y energía
Sirāt, la película que Laxe presentó en la competencia oficial, vuelve a esa idea de viaje espiritual, pero desnudándolo de cualquier veleidad de orientalismo, como en Mimosas, y situándolo a mil leguas del minimalismo narrativo y formal de O que arde, su anterior película.

Sirāt vendría a ser una versión punk, o más precisamente rave, de la travesía del desierto. Luis, con su hijo Esteban, busca a su hija Mar, huida de casa unos meses antes. Creen que ella ha viajado hasta Marruecos para participar en una rave en el desierto. En una de ellas, mientras distribuyen fotografías de Mar entre los participantes, se encuentran con un grupo de cinco ravers, que le indican la posibilidad de que haya podido ir a otra fiesta en Mauritania, hacia la que se dirigen. Los dos grupos acabarán recorriendo juntos un trayecto repleto de obstáculos.

El filme se abre con primeros planos de la instalación de una pared de altavoces en las montañas del desierto, un muro de sonido que no tardará en dejar estallar una tormenta de beats que se convertirán en el latido de la película, mientras la cámara de Laxe circula entre los danzantes. Esta apuesta por una forma de energía que une la música y los cuerpos invade todo el metraje y se convierte en su columna vertebral. 

Una energía que mueve también a los travellers y sus camiones, que circulan a toda velocidad entre el polvo del desierto. Un imaginario que remite al frenesí de Mad Max y su ritmo hiperacelerado, con sus camiones tuneados conducidos por unos ravers de cuerpos mutilados. 

Fotograma de Sirāt, de Oliver Laxe. Premio del Jurado en Cannes 2025
Fotograma de Sirāt, de Oliver Laxe. Premio del Jurado en Cannes 2025

No importa el destino, importa el camino
El movimiento constituye el núcleo de la película, las peripecias son sólo pequeñas etapas, desconectadas entre sí, obstáculos que acabarán uniendo a los protagonistas, por distintos que sean. Bajo el signo de la pérdida, el viaje ofrece la oportunidad de superarla, por el paroxismo, pero también por la recreación de una comunidad.

Cuando en el trayecto surgen los obstáculos, es posible imaginar reminiscencias del Salario del miedo, de Henri-Georges Clouzot; o de Sorcerer, el remake de William Friedkin. Éstos toman cada vez un giro más trágico, encadenándose hasta llegar a un clímax que rompe deliberadamente con cualquier verosimilitud, llevando al límite la idea de hacer estallar unos cuerpos atravesados por energía.

Algunas pinceladas políticas, como los camiones militares que surcan el desierto, insinúan que Sirāt podría ser un manifiesto del frenesí en una época siniestra, una versión desencantada y anfetamínica del Zabriskie Point de Michelangelo Antonioni, con el techno de Kangding Ray sustituyendo al rock lisérgico de los Pink Floyd. Una carrera bajo ayahuasca hacia el fin del mundo.

Este 2025, Sirāt, de Oliver Laxe; y Sound of falling, de Mascha Schilinski, ganaron el Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

 

 

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