«Las mujeres, a costa de su salud física, mental, psicológica, social e incluso comunitaria, han estado resistiendo y sosteniendo un modelo económico que se alimenta del trabajo de cuidados no remunerado, pero eso ya no es posible», advirtió la investigadora Margarita Ramos Mier durante la ponencia con la que se clausuró el ciclo organizado por la Escuela Feminista del Sur Argelia Laya y el Viceministerio de Igualdad de Género y No Discriminación, en Venezuela.
A través de una videoconferencia, la doctorante adscrita a la Unidad Académica de Estudios de Desarrollo de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (UAED-BUAZ), expuso que de acuerdo con datos de Oxfam (2021), el 35.3% de las mujeres migrantes en América Latina y el Caribe trabajan como empleadas domésticas remuneradas, muchas de ellas insertas en cadenas globales de cuidados.
A esto se suma que casi el 40% de las mujeres migrantes latinoamericanas migran por motivos laborales, sobre todo hacia otros países del sur global (cadenas Sur-Sur), donde se ocupan del trabajo doméstico y de cuidados en condiciones de alta precariedad.
En la ponencia “Migración y trabajo de cuidados”, la integrante de la Red de Investigación Feminismos y Desarrollo partió de la premisa de que el modelo neoliberal ha generado una crisis civilizatoria, sostenida sobre el trabajo no remunerado de las mujeres.
“El neoliberalismo es un enemigo de las mujeres”, afirmó al analizar cómo el sistema capitalista —al privatizar, mercantilizar y desatender el trabajo reproductivo— ha llevado al límite las condiciones necesarias para sostener la vida.
Desde una mirada feminista y latinoamericana, Ramos Mier propuso rebasar los marcos tradicionales del análisis sobre migración y cuidados. Criticó que el enfoque de las “cadenas globales de cuidados” deja fuera a las mujeres que no migran, pero que siguen cuidando −desde países como México− a quienes sí lo hacen.
Propuso entonces nuevas categorías como la circulación del cuidado o el hogar transnacional, para nombrar a quienes desde territorios de origen como Zacatecas cuidan a distancia a los hijos, padres o migrantes, manteniendo vínculos por llamadas, remesas y afectos.
Margarita Ramos denunció también la lógica de intercambio desigual entre México y Estados Unidos: mientras se exporta fuerza de trabajo en edad productiva, el país recibe remesas que “no alcanzan a cubrir ni una partecita de lo que implicó el cuidado” invertido en criar y sostener a esas personas.
Lejos de ser un tema doméstico o privado, el cuidado es una cuestión geopolítica que sostiene economías enteras, y que exige ser nombrado, visibilizado y valorado, enfatizó Ramos Mier.