- Inercia
Trabajar es una de las actividades que más caracterizan al ser humano, pues es contradictoria en toda su extensión. Mientras que los animales se buscan o ganan el alimento de manera natural, por medio de la caza, el hombre lo hace trabajando, lo cual es de por sí, ya una contradicción biológica.
Y aún peor, dados los sistemas económicos contemporáneos, ya no sólo se busca proveerse de una sana alimentación, sino que también impera la idea de una vida lujosa y cómoda, características que además de costosas, exigen al hombre moderno entregar su vida a cambio de tenerlas; y esto no es otra cosa que esclavitud.
Quizá, la nueva naturaleza del hombre no tienda al bienestar, como los filósofos griegos de la antigüedad proponían. La vida hoy en día, y muy particularmente en México, se basa en la absurda necesidad de poseer el bienestar a costa del malestar que el trabajo (cualquier trabajo) implica.
Bertrand Russell, en La conquista de la felicidad, propone al trabajo como una medida para matar el tiempo de ocio, y explica que permite al ser humano la posibilidad de desarrollar sus aptitudes y la construcción. Sin embargo, influyen en tales cometidos dos situaciones principales: la primera es la elección del mismo, ya que todos quieren dedicar ese tiempo a algo agradable, la segunda es que nos permite tener éxito, el cual, bien apunta Russell, desde que rige el sistema capitalista es un factor que se mide de acuerdo a los ingresos.
¿Acaso en nuestro país se nos permite desarrollar aptitudes y construir algo a partir de nuestro trabajo? ¿Podemos elegir en qué laborar? ¿El éxito es una posibilidad profesional? Sobre la primera cuestión es posible responde afirmativamente; todo trabajo conlleva en sí una responsabilidad y el ejercicio de habilidades, por muy denigrante que se pueda juzgar un empleo, hay alguien que lo hace lo más dignamente que puede, y eso ya es en sí una construcción de aprendizajes, vivencias y demás elementos vitales positivos.
En cuanto a la segunda y tercer pregunta, con excepción de algunos privilegiados, habría que dar una contestación negativa. Por infortunio, no todos los mexicanos pueden elegir a qué dedicarse, sino que la necesidad de subsistir los orilla a entregarse a lo que sea. Se tiene la falsa idea de que cuando un joven decide qué carrera estudiar, está decidiendo también a qué se dedicará el resto de su vida… En la actualidad, muchos profesionistas, incluso de altos grados académicos, tienen que trabajar en áreas muy diferentes a las que estudiaron. Y no es esto lo grave, porque si el fin que se busca, que es tener ingresos, se logra, entonces se hablaría de éxito. Sin embargo, el fracaso se hace presente en el sentido de que, por lo general no es equivalente el esfuerzo empleado a los ingresos obtenidos.
Ahora bien, por si la situación no fuera ya desesperanzadora a nivel filosófico, con la Reforma Laboral, se ha facilitado el despido barato y la reducción del a estabilidad laboral, razones que en otros tiempo suponían un aliciente para mantenerse en determinado trabajo. En un país donde la lectura es una de los hábitos menos fomentados, la falta de criterio se hace palpable por lo que son pocos quienes se toman la molestia de leer las nuevas reformas y particularmente la laboral. Por otro lado están quienes la han leído pero no tienen el juicio para entenderla y sobre todo, cuestionarla; estas condiciones favorecen a que prevalezca este estado de injusticia.
Y algo que contribuye a que todo se mucho más desolador es la inequidad existente, pues la corrupción y el nepotismo son el pan nuestro de cada día. Vemos a diario a personas que obtienen su puesto dado su parentesco, compadrazgo u alguna extraña motivación con altos funcionarios, o bien, por imposición… pero esto no sería un problema tan grave si los beneficiados cumplieran su función laboral de forma óptima pero por desgracia en la mayoría de los casos no es así.
Es por esta situación que ya es común escuchar a las personas decir frases como: “Cuida tu trabajo, al menos tienes”, y claro, ya no hay una tranquilidad en ese tema, uno se va a la cama creyendo en la estabilidad laboral, pero al despertar quién sabe si esté todavía ahí. Quizá sea utópico creer que debería ser al revés, que el trabajo debería procurarnos, a nosotros como humanos, para seguir llevándose a cabo, o de lo contrario, como personas dignas tenemos el deber de procurar nuevas formas de llevar un bienestar vital, de manera equitativa, o al menos no una que fomente la violenta competencia y la esclavitud; pero si nos vamos a dormir con esta idea, quizá mañana despertemos sin nada… aunque eso no sería lo peor que le pueda pasar a un humano sino perder precisamente el deseo de una vida mejor.
En estos tiempos vale la pena releer el Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, tan sólo para volver a escuchar esa anárquica y a la vez catártica voz que ante el trabajo impuesto dice: “Preferiría no hacerlo”. ■