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sábado, 10 mayo, 2025
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA • admin-zenda • Admin •

Dejemos de construir sólo para el sexenio (ahora quinquenio)

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Al releer la novela “Diana o la cazadora solitaria”, de Carlos Fuentes, topo con este fragmento: “En el taxi que me condujo desde el aeropuerto pesqué por el rabo del ojo la vista de la catedral en el centro de la ciudad, dos altas torres elegantes y aireadas, con balcones en cada uno de los tres descansos del ascenso, y me pregunté una vez más por qué los españoles construyeron para la eternidad y nosotros, los mexicanos modernos, para el sexenio…”.

El golpe de Fuentes es poderoso, sobre todo si consideramos en principio el antihispanismo que aún aletea entre algunos que se sienten más indígenas que Tezozómoc, aunque se apelliden Muñoz, Valencia, Zamora, Hernández, Badillo, Cid, Campos, Gallegos, López o Quezada Martínez. También apela esta cita de Fuentes a nuestro cada vez más deficiente concepto de calidad, sobre todo en el ámbito político.

En efecto, en México “sexenio” es una palabra unida más al campo semántico de las administraciones políticas. El hombre del sexenio es el gobernante en turno, el poder del sexenio es algo impactante en un principio, pero sujeto a una erosión gradual. Generalmente a partir del cuarto año el funcionario comienza a perder brillo e incluso empieza a verse desesperado. Repito: el poder del sexenio es algo impactante en un principio, pero no deja de ser efímero, limitado, transitorio.

“Sexenio”, pues, es palabra que en política y gobierno define un universo limitado, con sus propias reglas y sus propios dominios, con sus propios héroes y villanos. Ya escribí sobre el hombre y el poder del sexenio, y ahora paso a algo mucho más desechable: el proyecto del sexenio.

Todo proyecto del sexenio corre el riesgo de ser desechado en la siguiente administración. Tan grandes nos creemos y tan dispensables somos en realidad que en cada período gubernamental en nuestro país y nuestras entidades agregamos un sufijo “ismo” al apellido o nombre del gobernante para convertirlo en “corriente política”, cuando es realidad su esencia se acerca más al mero caudillismo: pamanismo, cervantismo, romismo, monrealismo, amalismo, alonsismo, tellismo. Supongo que es la tendencia por diferenciar e incluso ubicarnos como parte de un equipo o al menos de una estabilidad laboral. El gran riesgo, insisto, es que el proyecto de un sexenio puede ser abandonado o incluso desmantelado en el siguiente período no en función de los aportes que ha buscado, sino a veces sólo por su etiqueta: “es un proyecto romista y ahora estamos con Monreal”, “es algo que impulsó el amalismo, pero ahora vivimos en el alonsismo”.

Apliquemos al ámbito local y contemporáneo el razonamiento de Fuentes: parece que en Zacatecas las más recientes generaciones no hemos construido para la eternidad, sino para el sexenio en el que nos movemos o en el que tenemos poder. De poco sirve, en efecto, que un gobernante plantee un proyecto a veinticinco años si el sucesor lo desecha a las primeras de cambio. No podemos seguir diciendo que trabajamos por Zacatecas, pero el Zacatecas de Amalia o el de Miguel o el de Alejandro Tello. Dejemos de construir para el sexenio (ahora quinquenio) y volvamos a construir, si no para la eternidad, para un período que sí alcance a garantizar bienestar para nuestros hijos, nietos y bisnietos. Trabajemos no por el Zacatecas del siglo 21, sino también el del 22. Hagamos la inmadurez política a un lado, minimicemos los “ismos” y demos lo mejor de nosotros por el bien de las próximas tres o cuatro generaciones que pisen esta tierra. ■

 

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