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viernes, 29 marzo, 2024
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Apuntes para las relaciones entre México y Estados Unidos

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Hace dos días, durante su visita al estado de Zacatecas, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) informó que hoy lunes, durante la videollamada que sostendrá con su homólogo estadunidense Joe Biden, planteará el tema migratorio subrayando el hecho de que el crecimiento futuro de la economía del vecino del norte requerirá trabajadores mexicanos y centroamericanos y que, por ello, se debe ordenar el flujo migratorio, legalizándolo, para garantízar los derechos humanos a los trabajadores. El planteamiento levantará ampula entre los círculos conservadores que sostienen que el tema migratorio es parte de su política interior y, por lo tanto, no es materia para reuniones bilaterales y, sobre todo, entre quienes sostienen que la migracion internacional es la causa de la disminución de los salarios entre los trabajadores menos calificados que residen en ese país, afirmación que refutan numerosos estudios que demuestran que la inmigración produce beneficios económicos netos para la nación receptora: aumenta la oferta de trabajo, ayuda a producir bienes y servicios, reduce los costos salariales de dicha producción, favorece la especialización de los trabajadores, y tiene un impacto adverso relativamente pequeño sobre las oportunidades salariales y de empleo de los grupos de nativos que compiten con los inmigrantes.

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El tema no es nuevo y la UAZ cuenta con personal muy actualizados como Selene Gaspar Olvera y Rodolfo García Zamora, coautores de un ensayo denominado “Contribuciones económicas de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y en México. Evidencias a favor de una agenda nacional de colaboración” (publicado en Revista de Economía Mexicana Anuario UNAM número 5, 2020) en el cual se hacen aportes dignos de tenerse en cuenta por los responsables de conducir las relaciones entre México y los Estados Unidos, como los siguientes:

“…los inmigrantes mexicanos juegan un papel estratégico en determinados sectores del mercado laboral estadounidense como el agrícola, la construcción y los servicios no calificados, al tiempo de también proveer de una fuerza laboral cada vez más calificada. Esta última tendencia propicia que se incremente la participación de los trabajadores mexicanos en sectores de actividad que requieren mayores niveles de formación, como el de servicios profesionales y empresariales, el de educación y los servicios de salud.”

En el ensayo referido se lee: Durante el transcurso de los últimos tres decenios, los migrantes mexicanos ampliaron su número y presencia regional y sectorial, creció la calidad de su inserción profesional promedio en el envejecido mercado de trabajo estadounidense y se elevaron sus aportaciones económicas en ambos países. Así, los migrantes mexicanos han hecho un importante aporte en el mercado laboral, en el sistema de pensiones y la recaudación fiscal de Estados Unidos. En México, sus enormes aportes de remesas familiares (poco más de 40 mil mdd en 2020) tienen importantes impactos macroeconómicos, regionales y sociales, que se incrementa con la filantropía migrante transnacional que ha financiado miles de proyectos comunitarios con significativo impacto en el desarrollo social de las comunidades de origen.

Los inmigrantes mexicanos documentados e indocumentados son un agente fundamental de la economía de Estados Unidos; trabajan y pagan impuestos, crean nuevos productos servicios, empresas y tecnologías que conducen a la generación de otros puestos de trabajo para ellos y para los estadounidenses, y su contribución fiscal es muy superior en comparación con los beneficios y prestaciones sociales que reciben a cambio. Una dimensión de este proceso es la profunda mutación en curso de la estructura demográfica, dominada por el acelerado envejecimiento de la población que produce presiones a la baja en la disponibilidad de la fuerza de trabajo nativa. Millones de inmigrantes, documentados o no, contribuyen a mitigar estas presiones incorporándose año tras año al mercado laboral estadounidense.

Parece evidente que el TMEC es un factor que puede introducir nuevas tendencias y dinámicas en las relaciones bilaterales. Sin embargo su incidencia es muy escasa sobre los fenómenos estructurales que determinan, de un lado y otro de la frontera, el flujo permanente de trabajadores mexicanos en busca de ocupación en el mercado laboral estadounidense, como el proceso de envejecimiento demográfico de Estados Unidos, que produce una demanda ineludible de mano de obra del exterior para mantener el crecimiento de su economía. Y algo similar puede decirse con respecto a los problemas y desajustes estructurales que han imposibilitado históricamente la absorción productiva del crecimiento de la fuerza de trabajo en México, cuya probable resolución sólo puede ser progresiva y hacerse viable –a condición de que se cumplan una serie de supuestos de comportamiento– en un horizonte de largo plazo.

En este contexto, parece fundamental, desde el punto de vista económico estratégico, que los responsables políticos de ambos países pudieran iniciar un ciclo de negociaciones que conduzcan a una definición inteligente de mecanismos que institucionalicen, de una vez por todas, reglas para una participación regular de los trabajadores migrantes mexicanos en el mercado laboral de Estados Unidos. La prosecución de esta meta es objetivamente compatible con los intereses económicos y de seguridad de largo plazo de las dos naciones y de América del Norte, en tanto que región geoestratégica y económica. Crear las condiciones necesarias para garantizar una migración laboral ordenada y segura, entre México y Estados Unidos, sería también una manera de respaldar el Pacto Global de las Migraciones de las Naciones Unidas suscrito en diciembre de 2018 en Marruecos. ■

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