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viernes, 19 abril, 2024
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El fascismo social y el ascenso de las derechas: Bolsonaro y el regreso de la mirada a México

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Por: Marco Torres •

Con la noticia del triunfo de Bolsonaro en Brasil, y el previo triunfo de la derecha en Argentina y Colombia, podemos pensar en una tendencia social y política en América Latina hacia eso que Boaventura de Sousa llama el “fascismo social”, para diferenciarlo del fascismo de los años 30’s en Europa central, el cual era un fascismo de Estado. Ahora se trata de un fascismo social conviviendo con Estados pluralistas y teóricamente democráticos. Me interesa observar cómo eso se expresa en México.

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Una nota definidora de la situación a la que nos referimos es la voluntad de exclusión. No sólo la desigualdad extrema que objetivamente va creciendo y el rompimiento de la cohesión social al emerger zonas y sectores sociales marginados a tal grado que se vive geográficamente el establecimiento de zonas urbanas donde se concentra la pobreza y la violencia. Al grado que la segregación urbana crea tipos sociales que son vistos con la combinación de miedo y desprecio. Sin embargo, lo más notable es la emergencia de una forma de subjetividad en la que se expresa y se hace patente un discurso de exclusión. Este discurso se hace manifiesto en los procesos de movilidad humana, en las migraciones. Cuando los migrantes son estudiantes universitarios o empresarios no hay problema, pero cuando se trata de pobres que buscan trabajo, emerge el discurso de la exclusión. Al interior de los países igual ocurre con las zonas donde se concentra pobreza y violencia. Observamos el cambio de discurso: del foco de la injusticia, al foco de la exclusión. Muchos sectores sociales ya no exigen al Estado que modifique sus políticas para que esos grupos sociales reciban justicia, sino que le exigen al Estado dureza policiaca para mantenerlos alejados por considerarlos peligrosos. La diferencia entre las izquierdas y derechas se expresa en los valores de la inclusión-exclusión respectivamente.

El miedo es la pasión preferida de las derechas. Sobre el miedo proponen medidas simples: militarizar, poner bardas o excluir. El pensamiento complejo es propiedad de las izquierdas. Las derechas que apelan al fascismo social hacen campañas de formato trivial: acrecientan el miedo y proponen algo simple para protegerse de algún peligro. Así como ante el peligro de las drogas propusieron prohibirlas; ante los pobres, proponen la exclusión. Ya vimos que la propuesta ‘obvia’ de prohibir las drogas resultó contraproducente, y creó un problema aún más perverso que aquel que pensaban resolver. Una sociedad fascista es una sociedad idiota: piensa en línea recta problemas que son complejos. Y aquí entra uno de los componentes clave para entender el ascenso de las derechas latinoamericanas: los medios de comunicación. Los medios nacionales están en manos de oligarquías que son parte de los poderes fácticos que tienen en sus manos al Estado en cuestión. Esos medios distribuyen la narrativa de ‘miedo y respuesta simple’ de las derechas, y con eso afianzan su alianza con aquellos que protegen sus intereses.

Esto último pone de manifiesto eso que Boaventura llama “fascismo contractual”. Por ejemplo, desde el Estado se fortalece a los ‘fuertes’ de la correlación de intereses sociales; como el caso de las políticas y reglas laborales, donde acomodan las leyes para que los trabajadores no tengan medios políticos de defensa y los patrones (la inversión extranjera, dicen) se vean ‘estimulada’. Crean un Estado de contra-bienestar. Por ello, la sociedad fascista coincide con políticas neoliberales y le estorba la democracia y el medio ambiente. No es gratuito que Trump, y ahora Bolsonaro, anuncien su retirada de los acuerdos de París, y de todos los protocolos que tienen por objetivo la regulación de la emisión de gases efecto invernadero.

La sociedad de la exclusión va creando su propia religión. Me llamó la atención que en la victoria de Trump y Bolsonaro, hubo un componente importante de grupos evangélicos de corte pentecostal en apoyo a sus campañas. Estos grupos desenterraron a Calvino y ven en el éxito económico un signo de la bendición de Dios, y en los pobres (como es obvio) lo contrario. Ven a los pobres como responsables de su pobreza, por vicios actuales o pasados. No ven la injusticia: eso es complejo. Cultivan una especie de aporofobia con fraseo evangélico.

Pues bien, en México observamos también el fascismo social. La caravana de migrantes centroamericanos ha servido para develarla. Y podemos develar, al mismo tiempo, la tarea de las izquierdas: trabajo en los medios de comunicación, desplegar una narrativa de la complejidad de la realidad con estrategias accesibles, tomar la bandera de la Cohesión Social en las metas de las instituciones del Estado y la sociedad civil. Pero sobre todo, las banderas de la inclusión, nueva ciudadanía y democracia radical. Y en sus métodos, la no-violencia. Las derechas que hacen eco a los sectores social-fascistas están llenos de miedo, y eso los hace violentos. Más que nunca se actualiza el Ahimsa como respuesta. ■

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