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martes, 19 marzo, 2024
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De la antigua Zacatlán de la turquesa, al Zacatecas al final de los caminos

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Cuando los comandos militares indígenas teotihuacanos y toltecas arribaban a las zonas sagradas de Villanueva y Chalchihuites hace casi 2000 años en búsqueda de la turquesa de los zacatlanes, jamás imaginaron que dichas piedras hermosas llegarían –en tiempo real de esa época- hasta el sur del continente.
En numerosas poblaciones de argentina, de Chile y de Bolivia, la turquesa zacatecana era mercada mediante múltiples ofertas entre las naciones de aborígenes que les marcaban el paso los aduaneros mayores Incas que mil años antes ya también mercaban el maíz mexicano en esas zonas del esplendor sudamericano.
A la llegada de los españoles al puerto de Santa Maria del l Buen Aire en 1531, comprobaron que los indígenas naturales comechingones y yamanas sembraban hasta 35 especies diferentes del maíz azteca.
Los correos indígenas probadamente valerosos sorteaban toda clase de dificultades en aras del comercio y el intercambio cultural.
En la zona de La Quemada habitaban mas de 30 mil indígenas zacatlecos en corredores fortificados donde la clase gobernante guiaba los destinos ceremoniales en 200 kilómetros de calzadas hechas con piedra y en donde abundaban las cosechas de frugales alimentos para todos. De esto hace apenas 1800 años. Una friolera.
La hazaña de Juanito de Tolosa en 1546 en convertir a “las Zacatecas” en el segundo centro de atracción de un naciente país castellanizado y que en menos de 700 días hubiesen mas de 50 sitios de extracción mineral, 5 iglesias y mas de 2 mil chozas de negros esclavos, permitió que miles siguieran la aventura y el señuelo de las expediciones para hacerse ricos en ese auge imparable hasta nuestros días.
O sea…
El mundo de la maravilla para unos, el infierno para los muchos otros y para los demás, el crecimiento abundante de las nuevas ciudades zacatecanas.
Zacatecas es la finanza, es el refugio, es la esperanza de los niños y de una juventud anhelante.
Su rica historia debe enseñarnos siempre que nada ha sido fácil y que también le acompaña la bendición del trabajo del hombre y el empeño de sus mujeres.
Por eso, siempre Zacatecas al final de los caminos del mundo nuevo que reivindique el derecho de vivir en paz.
Así nomás. ■

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