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sábado, 20 abril, 2024
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Aquí no pasa nada

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 333 / Río de palabras

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El puñetero olor de la muerte.

Del filme Soldados de Salamina

 

 

No, no, para nada. Nadie sabe cómo empezó la balacera. Fue de pronto. Una ráfaga… luego otra… y ya no pararon. El que corrió… corrió. Así fue como cayeron las primeras víctimas. No, no, para nada. Una, la primera, es una ama de casa, madre soltera, vive con su pequeño hijo y sus padres, ambos trabajan. Ella, ayudante de cocina. Él, auxiliar de oficina. Ella venía del mercado pensando en si comprar chicharrón o hígado cuando un proyectil la atravesó de lado a lado. La segunda, un oficinista que salió a entregar un documento importante en otra oficina oficial, una bala lo dejó sin poder completar la canción que iba tarareando lleno de contento. La tercera, un viejito que venía de beberse su polla en La Higiénica, jugos y malteadas, una bala lo recargó de madrazo en una pared chorreada de orines. La cuarta, un policía municipal; acababa de entrar en la corporación, no iba armado, no alcanzó a cobrar su primer sueldo. El quinto, un agente viajero, vendedor de lencería; iba al mercado a desayunar un plato de pancita. No, no, de los que participaron en el tiroteo no causaron ninguna baja. Se retiraron en sus camionetas hechos la mocha. No, no, para nada. No hubo detenidos.

Aquí no pasa nada. Siempre es todo asquerosamente cotidiano. Todo el mundo anda a las carreras, o dando vueltas por el centro histórico en sus autos, buscando dónde estacionarse. Todos los días es igual. Vuelta y vuelta. Y siempre llegan tarde al trabajo. Las amas de casa, a la carrera para ir a la carnicería, a la pollería, a los puestos de frutas y verduras; cargando un montón de bolsas de camiseta y empujando una enorme carriola. Los jóvenes, jorobados por cargar la mochilota, también llegan tarde a clases, chupando con el popote la malteada en su bolsa de hule, con ojos de sueño y empuñando el celular. Los indigentes van llegando a sus sitios habituales. Lo mismo pasa con los ambulantes que van llenando las banquetas con sus canastos y tijeras, cajas, y enormes sombrillas playeras. Los agentes de tránsito se van ubicando, panzones y gallardos, en sus cruceros. Y así, todo el mundo repite los mismos quehaceres y prisas. Bueno, hasta los señores políticos, relamidos, peinados con mucho gel y agua de colonia, van llegando a sus habituales mesas en los cafés a defender sus trincheras políticas; siempre trajeados de negro, como empleados funerarios, como zopilotes, carroñeros al acecho, siempre acechando. Aguas con ellos. No, joven, aquí, como ve, no pasa nada. Nada de nada. Pero lo que se dice nada.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-333

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