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viernes, 26 abril, 2024
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María Elena Hinojosa, llantera profesional en la vulcanizadora local “El Muéganos”

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

“No es cuestión de fuerza, sino de “maña y práctica”, señala sobre el oficio que desempeña

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“A mí me gusta mi trabajo, lo hago de corazón, lo hago igual que lo hiciera un hombre”

 

María Elena González Hinojosa, de la ciudad de Zacatecas, quien es llantera profesional desde hace más de 26 años en la vulcanizadora “El Muéganos”, rompe con un paradigma, al ser de las mujeres que se atrevió a involucrarse en un oficio considerado propio para varones. “Todo se puede, como mujeres no tienen por qué sentirse mal cuando los hombres dicen que no pueden”, señala.

Para muchos de los hombres y mujeres que acuden a su llantera, no es común ver a una dama cambiar llantas, pero María señala que no es cuestión de fuerza, sino de “maña y práctica”. “Hay hombres que todavía viven mucho el machismo y dicen, ‘¿Usted va a arreglar la llanta?’ aunque cuando ven que trabajo rápido y bien, hasta dan propina”, dice.

Mientras que en la mañana prepara el lonche y desayuno para su familia, en las tardes, con sus manos, afloja con fuerza tuercas, infla llantas, desponcha, y con una enorme barra separa el neumático del rin.

Explica que se empezó a involucrar en este trabajo por la necesidad económica. Cuando se casó tenía apenas 14 años de edad y en ese entonces su esposo tenía un automóvil, el cual cambió por herramienta y equipo de una llantera.

Su pareja, en ese entonces, se desempeñaba como chofer de camión urbano y tuvo que dejar de conducir el autobús para comenzar a trabajar la maquinaría para la vulcanizadora.

A los 16 años tuvo su primer hijo. Pero después vino el segundo, y así hasta llegar a formar una familia con siete hijos; por esta razón los gastos aumentaron en casa, así que tuvo que apoyar a su esposo en el negocio.

Su marido continuaba como chofer en el camión y un cuñado de María fue quien le comenzó a enseñar a trabajar la llantera. Así aprendió a aflojar tuercas, a acomodar un gato en el automóvil y le llamaban cuando se acumulaba el trabajo.

“La necesidad me hizo entrar casi a fuerza porque mi esposo necesitaba chalanes. Todos mis hijos estudiaban, y lo que mi esposo ganaba en el camión no era suficiente. Pero los hijos crecieron, y nos quedamos igual. A la fecha hemos trabajado juntos”, señala María.

Cuando vivieron juntos se fueron a vivir a la colonia Minera. Ahí tuvo que ingeniárselas para hacer una especie de división para instalar su taller en la calle Mina San Felipe 204.La propiedad era de sus suegros.

Confiesa que fue difícil aprender, y usar la fuerza para aflojar las tuercas de una llanta, “Pero todo tiene su maña y con paciencia se aprende”, expone.

En su familia le comentaban que no era un trabajo apto para mujeres, pues es un trabajo pesado. Reconoce que tampoco tomaba reposo después de dar a luz. Incluso, sólo dejaba de trabajar a partir del cuarto mes de embarazo.

Pero una vez que tenía a su bebe sólo descansaba cerca de tres meses, y continuaba trabajando. Finalmente sus familiares aceptaron su trabajo y la apoyaron. Después decían con orgullo a lo que se dedicaba su hija, ya que no es un trabajo sencillo.

“A mí me gusta mi trabajo, lo hago de corazón. Y lo hago igual que lo hiciera un hombre. El otro día se nos juntó el trabajo, y una señora estaba atenta a lo que yo hacía. TerminÉ, me felicitó y me dijo que era una mujer ‘fregona’ aunque me dijo de otra forma”, dice riendo.

Afloja con fuerza tuercas, infla llantas, desponcha, y con una enorme barra separa el neumático del rin

Algo que era complicado era cambiar las llantas de enormes camiones, pero su trabajo y su empeño le merecieron que algunos choferes le apodarán con cariño “Lola la Llantera”, pues en ese tiempo se había entrenado en los cines la cinta “Gloria la trailera”.

Actualmente, la más pequeña de sus hijas la acompaña en el negocio, pero cuenta María, que lo hace porque le gusta aprender y trabajar en lo que hacen sus padres. Aunque también, dice riendo, lo hace porque le gusta el dinero, pues se gana unos pesos ayudando en la vulcanizadora.

Su jornada de trabajo en casa empieza desde las cuatro y media de la madrugada. Prepara desayunos, lonches, y a las 7 y media abre el negocio, y concluye sus actividades en el taller hasta las nueve de la noche.

“Trabajo aquí, soy ama de casa, lavo, plancho, hago de comer, llevo a niñas a la escuela, llego a trabajar a la vulcanizadora. Pero no me importa, yo estoy feliz con lo que tengo, y seguiré siendo llantera hasta donde dios diga y hasta donde aguante” menciona María.

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