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miércoles, 17 abril, 2024
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Octavio Paz. ‘Reconciliación con el mundo…’

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 311 / Libros

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1967 fue un año con mucho singular para Octavio Paz.

Observada en perspectiva, lo mismo desde el enfoque sentimental que intelectual, la fecha le vino bien a nuestro Nobel de Literatura, autor de una obra poética, ensayística y cultural que permanece en la memoria colectiva de un país, aun cuando la misma se modificara —enriqueciera— en el tiempo.

Circula en librerías un nuevo libro de Paz (1914-1998). ¿Nuevo?, preguntará el lector confundido. Pues sí, ya que se trata de una inédita edición de dos textos de obligada referencia del ensayista, reunidos a partir de diferentes pretextos, y por una de las instituciones que cobijara durante varios años al autor de El laberinto de la soledad (1950), El Colegio Nacional.

Hablamos de “Poesía de soledad y poesía de comunión” (1943) y “Los signos en rotación” (1965), que se complementan con textos de Marie José Paz, Malva Flores, Adolfo Castañón y otros, además de un puñado de cartas entre el autor y protagonistas culturales de aquellos años.

Ahora sabemos que pensamiento y poesía fueron hilos que se anudaron y desanudaron constantemente en la obra de Paz. Independientemente de su tensión, fueron estos mismos hilos los que conformaron un tejido mayor que aún ahora se proyecta como algo en proceso.

La obra paciana, a la manera del “puñado de signos que se dibujan, se deshacen y vuelven a dibujarse”, es también de correcciones y nuevos enviones, lo que podemos constatar en este nuevo libro, Los signos en rotación, que tiene también como objetivo celebrar lo acontecido a Paz durante aquel 1967.

Fue ese año, recuerda Flores, cuando el poeta ingresó a El Colegio Nacional, una institución por entonces conformada con sólo veinte personalidades. Las palabras de recepción correspondieron a Antonio Castro Leal, a quien Paz había criticado duramente debido a su antología poética de 1953, por lo que el primero se “cobraría afrentas” dedicándole “un solo y lacónico párrafo” de su larga alocución.

Meses antes, Paz se había enterado de que Castro Leal reeditaría su antología, incluyendo textos del mismo autor entonces fuera del país. “La sola idea […] le horrorizaba y le escribió a [Alí] Chumacero y Salvador Azuela, para evitar que eso ocurriera”, recuerda Flores.

Escribió Paz:

“Ignoro si el señor Castro Leal ha incluido, como lo hizo en la primera edición de su obra, una selección de mis poemas. Si así fuese, ruego a usted tomar nota de que de ninguna manera autorizo la reproducción de cualquier escrito mío en la Antología del señor Castro Leal”.

 

En El Hijo Pródigo

Como sus fechas de escritura, la proveniencia de los textos ahora recuperados es distinta. El primero, “Poesía de soledad y poesía de comunicación”, fue encargado a Paz por José Bergamín y José María Gallegos Rocafull para su inclusión en el número 5 de El Hijo Pródigo. Se trata de un texto donde, anota Marie José, “ya puede apreciarse el germen de lo que más tarde florecería” en El arco y la lira, del año 56.

El autor tenía entonces 29 años.

El siguiente texto, “Los signos en rotación”, es un ensayo editado por Sur (de Victoria Ocampo) en Buenos Aires, 1965, y que al autor incorporará como epílogo a la segunda edición de El arco y la lira en 1967.

Hace cincuenta años.

Y sí, algo pasaba entonces en Paz, como nos dejar ver Flores:

“La vida puede dar un giro, una voltereta terrible o maravillosa en un solo segundo. En retrospectiva, nos preguntamos: ¿qué habría pasado si no hubiéramos caminado un día preciso, a una hora precisa, por alguna calle? ¿Qué habría ocurrido si ese día, en la calle, pasa frente a nuestros ojos un auto y nos impide ver o reconocer el rostro de nuestro destino, el que cambiará para siempre nuestras vidas?

 

Pájaro caído

“Tras las puertas giratorias del Pont Royal, Octavio Paz reconoció a Marie José: ‘El pájaro caído / entre la calle Montalambert y la de Bac / es una muchacha / detenida / sobre un precipicio de miradas’. Quizá las miradas eran muchas. La importante fue la suya y, tal vez, fue también su reconciliación con la vida”.

De ese encuentro nacería una relación sólo interrumpida —¿o no?— por la muerte del poeta, el 19 de abril de 1998.

De vuelta a la India, Paz escribiría el nuevo texto para El arco y la lira, “obligado para entender la poesía moderna”. “Algo que tal vez no tendrá nombre hasta que yo lo nombre: verdad, poesía, silencio, dicha, reconciliación con el mundo (sin excluir la muerte)”.

Escribe Paz en “Los signos en rotación”, antecedente de lo que será después el poema Blanco (1967):

“El hombre quiere ser uno con sus creaciones, reunirse consigo mismo y con sus semejantes: ser el mundo sin cesar de ser él mismo. Nuestra poesía es conciencia de la separación y tentativa por reunir lo que fue separado. En el poema, el ser y el deseo de ser se pactan por un instante, como el fruto y los labios. Poesía, momentánea reconciliación: ayer, hoy, mañana; aquí y allá; tú, yo, él, nosotros. Todo está presente: será presencia”.

 

 

 

Equilibrio inestable

Hoy la poesía no puede ser destrucción sino búsqueda de sentido. Nada sabemos de ese sentido porque la significación no está en lo que ahora se dice sino más allá, en un horizonte que apenas se aclara. Realidad sin rostro y que está ahí, frente a nosotros, no como un muro: como un espacio vacante. ¿Quién sabrá cómo será realmente lo que viene y cuál es la imagen que se forma en un mundo que, por primera vez, tiene conciencia de ser un equilibrio inestable flotando en pleno infinito, un accidente entre las innumerables posibilidades de la energía? Escritura en un espacio cambiante, palabra en el aire o en la página, ceremonia: el poema es un conjunto de signos que buscan un significado, un ideograma que gira sobre sí mismo y alrededor de un sol que todavía no nace […].

Octavio Paz, Los signos en rotación, fragmento.

****

 

Octavio Paz, Los signos en rotación, El Colegio Nacional, México, 2017, 224 pp.

* @mauflos

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-311

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