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jueves, 18 abril, 2024
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El sismo

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Vaya si estaremos amolados, cuando a una eventual “desgracia” cotidiana, cualquiera,  superable o no, dentro de la casa, barrio o ciudad, se suma otra, ya no privada, sino pública, de tan ingente potencia y magnitud, destructivas, y con tanta fuerza desplegada, en distintos estados de la Nación, por los sismos y aunque se logre estar localizada como zona sísmica, casi por definición, la misma  irrupción de los sismos es incontrolable, ¿ni en tiempo para alertar? Y aunque ya haya antecedentes e historia, sobre su irrupción o irrupciones, la generación de impactos, de algunos, si se habita en zona sísmica, ¿qué tan predecibles pueden ser, como para no vivir apanicado, siempre? Pues al irrumpir y manifestarse, cuando mucho se pueden evadir algunos de sus efectos, sobre todo, si no son mortales, salir de la construcción en donde se esté y echar a correr, si ésta no ofrece un refugio adecuado.

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Aunado a eso, semejante fuerza desatan los sismos, aunque su  manifestación al principio pueda ser tan insensible e imprecisa, para quien los desconoce, que su manifestación, magnitud, duración y consecuencias, pueden sorprender a todo mundo y lo primero es procurar ponerse a salvo, en donde se esté y uno imagine ser el lugar más seguro para resistirlo o enfrentarlo. En películas, eso guarda relación con las características del hábitat construido y las culturas; pero siempre, a pesar de la eventual prospectiva, lo imprevisto del sismo lleva mano, sobre todo, si no se vive en zona sísmica, uno no estará prevenido, y si tampoco hay advertencias, ni el equipamiento adecuado, tanto (una alarma) para reconocer y resistir un sismo, casi siempre para la gente ordinaria como uno, dicho fenómeno lleva mano en cuanto a factor sorpresa, si la población carece de los conocimientos (educación) y protocolos establecidos por la historia, la tradición y la ciencia de la sismología para resistirlo, puede haber pérdidas humanas que sean verdaderas tragedias, igual si la autoridad es omisa

Hay un ente nacional federal o regional, estatal, al que uno supone estar debidamente equipado con la ciencia y sabiduría suficientes para vérselas y lidiar específicamente con la sismología y los sismos para beneficio de la población a beneficiar con su trabajo de monitoreo los ejercicios de prevención o los simulacros como de hecho hubo uno en la UNAM encabezado por su Rector casi justo al momento de producirse el sismo anterior.

Terrible, pues, cuando, sin difusión, ni educación, ni prevención, se vive y ocurre un sismo en donde, por eso mismo, se carece de medios adecuados para su detección y del,  ¿cómo confrontarlo?

Cuando uno  escucha por casualidad, a lo más aporta asombro por lo visto o lo vivido por otros. Impactos que, sin duda, marcan sus vidas o las pierden en el evento, sobre todo si se habita en una zona considerada sísmica que, para el caso de México, tal característica y más está recogida en un amplio concepto que define a México, como tierra de volcanes y qué se ha hecho en ese rubro concreto, de prepararse en las zonas sísmicas para una eventualidad sísmica. Hay que hacerse a la idea de que la improbabilidad de su recurrencia no debe de ser el criterio para que la Autoridad Correspondiente, si existe en el directorio federal, trabaje como tal, a nombre de la federación en las zonas sísmicas, una de las cuáles está habitada por millones de compatriotas y es la más densamente poblada de todas las demás.

Insisto en el ejemplo, fue justo en la UNAM, donde, con el Rector al frente, justo terminaba un ejercicio anti-sismo, cuando tembló.

Entonces, sí hay una historia, científica y técnica, relativa a la sismología, como catálogo e historia. Los desastres anteriores en el D.F. lo dicen, es una particular y peculiar, porque sólo es presentista y no es narrada, ni construida, a partir de las experiencias que de continuo se realizan para prevenir la eventualidad de los sismos que pueden ser recurrentes, tampoco  parece aprenderse de las experiencias vividas y a veces tan cerca, cómo desde la antigüedad.

En México, además de convivir con los sismos, con vive con los volcanes y eso, más allá de la ciencia, su estudio y eventual prospectiva, se convertía en una industria a la que se acudía para prestar todo tipo de servicio a quien fuera a ver, visitar o, más aún, a estudiar los volcanes, en cambio, no es lo mismo, un volcán que una zona sísmica, en la que eventualmente, todavía sin previo aviso, todo o casi todo se derrumba por consistentes que parezcan las construcciones. Sin duda, hay muchos factores a considerar en las construcciones que colapsaron, aparte de lo sísmico, ojalá no haya habido trapacerías para ahorrar en la construcción y ganar un poco más a cambio de la inseguridad construida. Parece ser buen tiempo para estudiar y establecer las diferencias de los colapsos habidos. ¿Si no hubo corrupción administrativa o por ahorrar, ganar, etc.? Todo, ganar, ganar, vendrá por añadidura mediante una correcta y honrada construcción, hecha como debe ser, para habitación humana y social, digna.

Bien por los jóvenes, que aportaron su mejor esfuerzo, cuando y donde más se necesitaba.

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