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viernes, 26 abril, 2024
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De vuelta al laberinto de la Poesía Mexicana [Parte 5]

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Por: JOSÉ AGUSTÍN SOLÓRZANO •

La Gualdra 305 / Notas al Margen

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¿Por qué se publica tanta poesía si nadie la compra?, ¿los poetas creen en los poetas, en la poesía o en sí mismos? Las razones son varías y complejas, desde la hiperegotrofia de los poetas hasta los beneficios de un negocio redondo. Pensemos: el Estado debe aparentar –porque ése es su trabajo- que existe cultura, la poesía es cultura, le han dicho. Crea certámenes, da estímulos económicos a los creadores –como quien apoya a un grupo vulnerable, a una minoría marginada-, y luego, llegamos los poetas y los editores vivos y aguzados, a decirle que para terminar de hacer bien su trabajo hay que publicar a todos esos talentos nacionales, que hay que hacer llegar la poesía a todos los rincones del país, y cómo, pues muy fácil mister president, yo le hago una edición chingona de mil ejemplares por una módica cantidad y luego ya vemos cómo los distribuimos.

El resultado, no sólo alimentamos a los poetas, sino también a los editores y de paso encajonamos 500 ejemplares de libros de Juanito de Los Versos Rotos en las bodegas, y los otros 500 se van a los estantes de las librerías –si tienen suerte- a empolvarse. Nada de esto está mal, que para eso es el dinero. Lo malo es que carecemos de estrategias de distribución, que el Estado se limita a aparentar, a realizar encuestas tan inútiles como ésta, pero no ha generado un verdadero proyecto para “crear” lectores y, a todo esto, ¿será tarea del mister president y de sus amiguitos crear lectores?, ¿de quién es esa obligación?, ¿es una obligación leer?, ¿y poesía?

El Estado fomenta la lectura para simular, ya lo sabemos, pero para qué lo hacemos nosotros, los poetas, los editores, los académicos, ¿para tener amigos con quien conversar?, ¿para mantener vivo un dinosaurio que evidentemente está desapareciendo?, ¿porque es lo único que sabemos hacer y ni modo de morirnos de hambre? Yo no sé. Continuemos con el análisis de las respuestas que dieron en la encuesta.

Pablo Neruda. Foto de la Fundación Neruda.

 

11.- ¿Podrías mencionar un poema que te haya marcado, cuál sería?

Todos tenemos una canción que nos marcó, ésa que cuando escuchamos nos echamos a llorar o pedimos una cerveza, pero y ¿el poema? Uno no va por la vida recitando su poema favorito o pidiéndolo en las fiestas o en las cantinas, como si fuera una de Chente o del JuanGa. Sin embargo, claro que existimos los desadaptados y hubo un total de 23 poemas mencionados. Los que se llevaron las palmas fueron el “Poema XX”, de Pablo Neruda (3); “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”(2) y “Los amorosos”(2), de Jaime Sabines. Todos los demás tuvieron una sola mención. Sólo una persona, por ejemplo, mencionó “Muerte sin fin”, un poema que se supone representativo, y sólo una también dijo que lo había marcado “Los heraldos negros”; igual pasó con “Piedra de sol”, de Octavio Paz. Nadie, ni siquiera los del grupo que lee poesía contemporánea, mencionó el poema de un autor actual. Los jóvenes de preparatoria y de secundaria, a excepción de un par que dijo que uno de Neruda o alguno de Benedetti que no recordaba, dijeron nombres de poemas o “poesías” que se usan para declamar en las escuelas, lo que nos habla, una vez más, de la idea de poesía que aún tienen los adolescentes de educación media.

¿Por qué los lectores de poesía contemporánea no mencionaron a ningún autor vivo?, ¿será que habría que morirse para que nuestros poemas sean más fuertes e intensos?, ¿los poemas de hoy son peores que los de ayer?, ¿para que un poema me marque debe estar legitimado por el tiempo?, ¿por las élites?, ¿por cuántos lectores? ¿Los textos que se mencionan marcaron a estos lectores por su calidad estrictamente literaria o por las experiencias vitales por las que estuvo rodeada su lectura?, y si la respuesta correcta es la segunda –que yo lo creo-, ¿cuál es la necesidad de escribir un poema exacto, perfecto, si para que éste marque al lector se requieren de factores que de ninguna manera pueden estar en nuestras manos?

 

Omitiré el análisis de las siguientes dos preguntas, pues una tiene que ver con la edad de los encuestados y la otra con su profesión, y ya he comentado estos aspectos al principio de este artículo.

 

[Continuaremos la última parte de las respuestas en la siguiente edición]

 

 

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