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viernes, 19 abril, 2024
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De vuelta al laberinto de la Poesía Mexicana [Parte 4]

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Por: JOSÉ AGUSTÍN SOLÓRZANO •

La Gualdra 304 / Notas la margen

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En esta edición continuamos con las respuestas a la encuesta realizada sobre sus hábitos lectores referentes a la poesía. En la edición anterior compartimos con ustedes el análisis de las preguntas 6, 7 y 8 referentes a cuántos libros de poesía leen al año los encuestados, cuánto estarían dispuestos a pagar por un libro de poesía mexiana y actual, y qué poetas mexicanos actuales –vivos- recomendarían leer. En este número analizamos algunas otras preguntas. Les recuerdo que las respuestas anteriores pueden ser consultadas en línea en números previos de La Gualdra.

 

 

Si la popularidad de los escritores del género depende de factores que nada o poco tienen que ver con la calidad de su poesía, seguimos buscando el hilo negro: ¿cómo se mide la calidad de un poema? Los certámenes de poesía abundan en nuestro país, hay más de 100 concursos en los que se ponen en juego cantidades que van desde los mil pesos hasta los 500 mil. ¿Un poeta mexicano puede recibir 500 mil pesos y ser leído por menos de mil personas? Sí. ¿Un poeta mexicano puede haber ganado miles de pesos con su poesía y aun así no aparecer en una encuesta y ser considerado mal poeta? Sí. Si, supongamos, hay 100 certámenes al año, entonces hay hasta 100 poetas galardonados al año; es decir: poetas que ya son reconocidos como tales. ¿Y qué pasa con todos esos condecorados, y con sus poemas, con sus libros? Ni Dios lo sabe.

Discutimos por la calidad de la poesía mexicana pero es como discutir por la calidad del grano de maíz que cosechamos cuando no tenemos un granero suficientemente grande para almacenarlo y luego ¿cómo vamos a distribuirlo? Con los poetas pasa lo mismo, apenas y podríamos leer la cantidad enorme de poemas que se producen y, aunque se publican menos, sigue habiendo una cantidad de paja enorme en medio de la cual buscamos la aguja: el verso matador. ¿No sería entendible que, por cansancio o por comodidad, termináramos confundiendo un hilo de paja con la aguja de oro?

 

9.- ¿Qué libros de poesía -de mexicanos vivos- recomendarías leer?

Si en el caso de los poetas no lográbamos ponernos de acuerdo, en el caso de los libros estamos peor. Se mencionaron 24 títulos diferentes, obviando a los que contestaron: “cualquiera de los autores que mencioné”. Sin embargo, a pesar de que las respuestas vienen de este mismo grupo de los 37 que sí leen poesía contemporánea, y de que al ser sólo 24 títulos podríamos suponer que habrá más repeticiones en los nombres, todos tienen una sola mención.[1]

De los autores nombrados en la pregunta anterior aparecen los libros: De lunes todo el año (Morábito), Cuenta regresiva y Almendras (A.E. Quintero), Los dones subterráneos (Raúl Aníbal), Vertebraciones del silencio (Neri Tello), Este cuerpo no soy (Verónica González), Malandra (Laura Rojas), Nueva memoria del tigre (Lizalde), Fiebrerías (Armando Salgado),[2] El corazón y el avispero, Mar de fondo, Antojo de trampa (Francisco Hernández),[3] El pobrecito señor X (Ricardo Castillo), Me llamo Hokusai (Christian Peña).

No obstante otros mencionados no reaparecen con sus obras, mientras que aparecen libros de autores antes no referidos, como: Muerte en la Rua (López Mills), Jaws (Xitlalitl Rodríguez), No sé andar en bicicleta (Rocío Franco), Todavía es mañana (Adrián González) y Xenankó (Adán Echeverría).

Entre los poemarios enlistados hay algunos con premios importantes, como Me llamo Hokusai (Premio Poesía Aguascalientes) o Jaws (Premio Ignacio Manuel Altamirano); también hay otros que, aunque no premiados, fueron escritos por autores con una trayectoria importante, como Francisco Hernández o Lizalde; pero resaltan libros de autores poco conocidos, ¿será que quienes los mencionaron los conocen personalmente?, ¿que la calidad de los libros no responde a si han o no obtenido algún reconocimiento institucional? Otra vez son pocos los mencionados y más las preguntas que las respuestas. Dejo al lector las conclusiones de tamaña incertidumbre.

 

10.- ¿Podrías mencionar cinco editoriales que publiquen poesía en nuestro país?

Está bien que un grupo de marginados con pretensiones estéticas cometa la locura de escribir versos, pero cuando una empresa editorial se embarca en la demencial aventura de publicarlos es cuando habría que poner pausa a lo que estamos haciendo y voltear hacia ellos para saber qué diablos está sucediendo. Hace unos días hablé con una pareja de escritores que me decía que ahora todos los que escribían también querían tener su propia editorial; lo gracioso fue que luego de decirme aquello me soltaron que ellos tenían una y que, claro, publicaban poesía. La primera respuesta que se me viene a la mente para solucionar el asunto de que algún loco quiera publicar y vender libros del género menos vendible sobre la faz de la tierra es que ese loco es, además, productor de dicho género. ¿Quién publica a los poetas? Pues los poetas.

Luego de analizar las respuestas obtenidas en esta pregunta debo agregar, en defensa de los bienintencionados editores-aedos, que no sólo los bardos publican a los bardos, también las instituciones públicas lo hacen, y un par de editoriales más o menos independientes que deben cubrir una especie de cuota de género (literario), porque si no terminarían siendo como todas las otras, comerciales y alejadas de las élites intelectuales y cultísimas que, obvio, sí leen poesía.

Se mencionaron 28 editoriales diferentes –sin contar algunas que a pesar de haberse nombrado no publican poesía-, las menciones vinieron, primero del grupo de los que sí leen poesía actual y, luego, de los que leen habitualmente pero casi nada de poesía. Los jóvenes universitarios y de nivel medio y medio superior no tenían idea alguna de lo que era una editorial. Primero las editoriales institucionales: Conaculta (3), Fondos de los Estados o instituciones públicas (5), SEP (1) y Fondo de Cultura Económica (8); luego vienen las editoriales independientes, entre las que hay desde las que publican ejemplares artesanales (casi siempre había relación directa entre quienes las mencionaron y los editores o autores publicados en las mismas) hasta las que siguen una dinámica más parecida a la de las editoriales comerciales: Simiente (1), Diablura Ediciones (7), El Naranjo (1), Abismos (2), Paraíso Perdido (1), Mantis (3), Ditoria (1), Arlequín (1), Jitanjáfora (2), Coyoacán (1), Taberna Libraria (1), Resistencia (1), Verdehalago (2), El Ermitaño (1), Bonobos (1), La Sonámbula (1) y Atrasalante (1). De éstas puedo decir que al menos Diablura Ediciones, Abismos, Paraíso Perdido y Mantis son lideradas por escritores, cumpliéndose lo que mencionaba en el párrafo anterior; también vale mencionar que Paraíso Perdido ya no publica poesía, aunque sí llegó a hacerlo. Además, es interesante saber que más de la mitad de estas editoriales han publicado apoyadas por estímulos o apoyos institucionales: Paraíso Perdido, Mantis, Arlequín –todas de Jalisco- editan usualmente libros galardonados en algún certamen, en el formato de coedición con las secretarías o institutos de cultura de los estados; asimismo ha sucedido con ediciones de Resistencia, Abismos o Atrasalante, además de editoriales ya ni tan independientes y que también fueron mencionadas en la encuesta, como Almadía (4) o Sexto Piso (2). Una suposición evidente en este caso es que la única manera de publicar poesía en México, incluso si eres una editorial más o menos consolidada, es la subvención del Estado; ni modo, seguimos siendo un pueblo paternalista.[4]

 

 [Continuaremos con las respuestas en la siguiente edición]

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/…/la_gualdra_304

 

[1] Omito mencionar dos libros de mi autoría que tuvieron más de una mención, otra vez por el caso que ya reflexionamos anteriormente.

[2] Es interesante comentar que el libro que se menciona de Salgado es el único de su autoría que no ha merecido un premio literario.

[3] Único autor del que se nombran 3 libros.

[4] Se mencionaron también Valparaíso (3), Losada (1) y Porrúa (4).

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