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miércoles, 24 abril, 2024
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El reto de fondo al pantano económico de México: articular el poder político del Trabajo

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

La desigualdad está ahogando el crecimiento. Ya nos lo dice Piketty: el crecimiento de la economía de los países está creciendo mucho menos que la rentabilidad del capital. Y al mismo tiempo, no hay como financiar el desarrollo de nuestros pueblos, ni recursos para acelerar el gasto público para estimular la demanda. Es importante que se invierta en innovación para crear estrategias de desarrollo endógeno sobre la base de la llamada Economía del Conocimiento, y para eso (en el caso de Zacatecas) significaría contar con un piso de 1% del PIBE, lo cual asciende a 1,600 millones de pesos, como un 5 % del presupuesto anual del estado. ¿Pero cómo va invertir en lo importante si no tiene ni para cubrir la nómina docente?

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El gobierno debe revisar su estructura hacendaria para analizar por qué no tienen recursos para impulsar el desarrollo de sus pueblos. En México, el petróleo financiaba la obligación de los ricos a contribuir con el país que sustenta su riqueza. Ahora que caen los ingresos petroleros queda al desnudo esta irregularidad. En México se recauda la mitad de lo que otros países lo hacen: a decir en forma conservadora se deben captar 10 puntos más respecto al PIB. Y así acercarnos al 30% de recaudación en equivalencia al Producto Interno Bruto. Pero estamos de acuerdo que los ingresos y el consumo ya están suficientemente gravados. Ya no podíamos subir más el IVA  o el ISR (aunque si podríamos reducir su evasión). Queda el impuesto del que nos habla Piketty: el gravamen al capital o impuesto al patrimonio. En México esa propuesta es de lo más actual porque la remuneración del capital, respecto a la remuneración al trabajo es de 7 a 1. Si se cobra un impuesto a la riqueza se disminuye la desigualdad, al mismo tiempo que hay bolsas para financiar la ciencia e innovación dirigida a activar la economía, con ello se expande la demanda agregada y así, se emprende el crecimiento de las economías. Todo parece ganar-ganar.

Sin embargo, ¿por qué no se hace? Porque los poderes fácticos están imponiéndose al Estado. Es decir, el problema en el fondo es un problema de tipo político: la manera en que unos cuantos supermillonarios se hacen de la conducción de los gobiernos, y el poder político del Trabajo está desarticulado, es decir, des-empoderado. Nos dice Oxfam: en México al 1% más rico le corresponde un 21% de los ingresos totales de la nación. El Global Wealth Report 2014 señala, por su parte, que el 10% más rico de México concentra el 64.4% de toda la riqueza del país. Eso es expresión de una evidente y gigantesca injusticia. Pero se impone porque no hay poder político que se le oponga. Es una parasitosis extraña: los parásitos económicos acumula más sangre que el cuerpo que hospeda. Una muestra de esta desproporción: el fondo minero aporta alrededor de 3 mil millones de pesos, y el costo económico de su impacto ambiental negativo es de 107 mil millones en el mismo año. Es la locura. Y se resisten los ricos a ser afectados.

Una vía para afectar al capital que resulta depredador es a través de los impuestos verdes. Como sea que fuera la historia, el gobierno de Zacatecas se atrevió a plantearlo. Y a pesar de las muchas críticas que existen (muchas con razón) sobre el tema del gasto en el mismo, el antecedente que pone y las posibilidades futuras de este planteamiento es muy importante porque nos coloca en el rumbo correcto que puede conducir a la posibilidad de imponer un gravamen al patrimonio o capital de los super-ricos. Y con la experiencia que ahora corre y se dirige a la resolución de la Corte, va quedando claro que Lázaro Cárdenas era un Estadista (con 4 años de primaria): construyó el poder político de los trabajadores y campesinos que iban a sostener sus reformas. Que fueron muchas y hondas. Es decir, la desigualdad funcional entre las remuneraciones del capital y el trabajo, se explica por una desigualdad política: el primero está empoderado y el segundo fragmentado y, por tanto, vulnerable. Así las cosas, la pregunta es, ¿cómo construir el poder político del trabajo que sostenga reformas a la hacienda pública y las políticas orientadas a la igualdad? Esa pregunta se traslada a la coyuntura: ¿hay posibilidad de una fuerza social y electoral que cristalice una nueva hegemonía? En esto debemos pensar ahora que se aproximen las elecciones presidenciales. ■

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