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viernes, 19 abril, 2024
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La carta en el olvido

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 279 / Literatura

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Una pregunta: ¿por qué ya no me escribes cartas? La respuesta: ni yo mismo lo sé. Pese a que existen otras formas de escribirle a alguien como el Facebook, el WhatsApp o el mismo correo electrónico, no hay como escribir una carta. En una hoja de papel en blanco el mensaje no es tan impersonal, pues no sólo las palabras impresas y lo que dicen le dan valor. En ella existe también, además de una forma muy personalizada de enviar un mensaje, el trazo que refleja el pulso de quien emite la misiva, donde podemos ver su estado de ánimo, su prisa o su paciencia, y con suerte, podemos encontrar restos de su existencia, como una gota de vino, una migaja de pan o incluso una huella húmeda de sus saladas lágrimas.

La hoja virgen es un lienzo, en donde más que escribir, se plasma la personalidad de quien escribe. Puede ser muy formal, con fecha y estructura, justo como enseñaban en la secundaria; puede contener un solo pensamiento para que el receptor sepa que aún es recordado con aprecio; puede incluso contener una imagen arrancada de la mente del escrito, quien a falta de palabras creyó conveniente dejar un garabato significativo; el trazo de los renglones no tiene por qué ser lineal, y puede crear formas, como una espiral para que el lector de vueltas a la hoja y encuentre en ella, como en las acotaciones de un escribano medieval, ideas metatextuales que dicen más de lo que aparentan.

La carta entonces, es una obra completa que bien puede ser sometida a un análisis estético o formal, y que puede ser oculta entre las hojas de un libro para permanecer dormida por años, décadas o incluso siglos. Al surgir de nuevo, encontrada por un curioso bibliófilo que husmea entre impresos viejos, revive una cápsula subjetiva, como las del tiempo que se entierran para la posteridad, de quien en algún momento de sensibilidad, de apuro o de soledad, decidió ponerse frente a su escritorio y abrir su corazón.

Es verdad que ya no escribo cartas. Creo que es un error. Extraño coger la pluma o el lápiz y dibujar esos signos que, encadenados a otros, producen significados más complejos. Es un acto de magia. Se trata de trazar runas que mediante una fuerza metafísica van a capturar un trozo del espíritu del emisor, para ser leídas, de preferencia en voz alta, como en las grandes películas, por un receptor, que cabe decir, se encuentra emocionado por el puro hecho de haber llegado a su casa y encontrar en el correo esa misiva.

Su lectura implica todo un ritual que se puede realizar de muchas maneras. Quien recibe la misiva puede dejar todo lo que traía en las manos y correr a su asiento favorito y abrir la carta frenéticamente para llegar a su contenido. O bien, puede hacer sus cosas habituales antes de leerla, para finalmente, sentarse al calor de un sofá con una copa de vino, abrir el sobre con un abrecartas y leer el mensaje con una paciencia infinita. Definitivamente, hoy escribiré una carta.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_guakdra_279

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