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miércoles, 24 abril, 2024
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Constitución de 1917: muerte antes del centenario (La necesidad de una nueva constitución)

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Por: MARCO ANTONIO TORRES DEL MESÓN • admin-zenda • Admin •

Según la fecha se cumplirían 100 años de la constitución de 1917. Sin embargo, hay motivos serios para afirmar que en realidad no alcanzó a llegar a los cien años. El proyecto constitucional se basa o soporta en ciertos principios que lo hacen coherente y le dan unidad: la llamada dogmática. Cuando se hacen cambios al texto se puede decir que a pesar de las reformas se trata de la misma constitución. Y eso ocurre porque las mencionadas reformas no cambian los principios sustanciales de la misma. Sin embargo, es claro que las modificaciones que van de 1992 al 2013, sí han cambiado la dogmática o los llamados principios o el espíritu de 1917. El proyecto que se funda en Querétaro pretendía construir un Estado Social que hiciera posible implementar las exigencias de la Revolución Mexicana: la justicia social a través del reparto de tierras y la creación  de una forma de propiedad social llamada “ejido”, el respeto a los derechos de los obreros a través de la posibilidad legal de huelga, la contratación colectiva y la distribución de las utilidades; y la inclusión de todos los mexicanos a la educación como clave de progreso y movilidad social. Todo el proyecto tenía una finalidad común: justicia social entendida como distribución de la riqueza y oportunidades para el desarrollo igualitario. El problema fue que ese proyecto se enmarcó en un Estado Autoritario, pero eso no eliminaba la legitimidad de los objetivos del texto.

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Pues bien, la cosa es que las reformas de los últimos 20 años ya han cambiado el espíritu constitucional. La idea de las garantías del trabajo terminó sepultada bajo la reforma de la flexibilidad laboral, el ejido fue destruido, las garantías de la seguridad social fueron individualizadas y de capitalización privada, y la educación ha dejado de ser causa de la movilidad social para concentrarse en los antiguos mecanismos de la herencia. El Estado Social dio paso al Neoliberal. Un país de castas y desigualdad extrema.  El objetivo de la justicia social ha cambiado por el individualismo posesivo. Hagamos de cuenta que el texto dio media vuelta: de la expresión social de la revolución a una constitución porfirista. El texto actual es dominado por el espíritu de Don Porfirio. Y de manera paralela se han incluido una serie de derechos al medio ambiente, a la infancia, a la salud, y un largo etcétera, pero derechos vacíos porque los artículos sustantivos que definen la propiedad, las relaciones laborales y las estructuras de la seguridad social, están neoliberalizados Por ello, la de 1917 no alcanzó a cumplir los 100 años.

Así las cosas, este adefesio constitucional no puede mejorarse: debe hacerse una nueva. Llamarse a un Congreso Constituyente que parta de propuestas en manos de expertos sobre los valores de la igualdad y el desarrollo humano. El 2018 es una fecha que puede ser clave para proponer esto. En este momento puede servir la experiencia que dio lugar a la Constitución de Apatzingán: un ejercicio que permitió imaginar y construir consensos en los ejes esenciales de un proyecto constitucional (como estrella polar de la insurgencia). En esa experiencia, hubo dos documentos que la fundamentaron: los Sentimientos de la Nación de Morelos y los Elementos de la Constitución de Rayón. Pues de la misma manera, deberíamos pensar en elaborar algunos borradores de lo que podría ser una nueva constitución de manera parecida a los textos de Rayón y Morelos. Un grupo de expertos constitucionalistas agrupados alrededor de valores igualitarios podrían hacer un documento que sirviera de muestra a debate para en dos o tres años hacer una discusión nacional sobre la nueva constitución del país, que rescate el Estado y la sociedad que queremos constituir. Es decir, requerimos arrancar todo un proceso constituyente para recuperar la nación. Ahora que todo parece alinearse hacia el renacimiento del sentido de lo nacional por la necesidad de recuperar el mercado interno y las capacidades propias para enfrentar los retos de la elección norteamericana y la interna desigualdad brutal en México, es que debemos preocuparnos por recuperar una constitución que reconstruya esta despedazada nación. ■

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