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Por: Ulises Mejía Haro • admin-zenda • Admin •

¿Qué nos espera para el 2017?

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En el país el panorama económico para el año 2017 se torna incierto y desalentador por varias situaciones, ente ellas, el pronóstico de un magro crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), de acuerdo a estimaciones del Banco de México y el Bank of America Merrill Lynch proyectan un crecimiento del PIB para 2017 en un rango de 1.7% y 2.3%, esto debido a una contracción de la actividad económica por incertidumbre en el plano externo como en el interno, lo cual genera desconfianza de los empresarios, ante políticas económicas más estrictas, con tasas de interés más altas, que se reflejarán en créditos más costosos, menos inversión privada y un menor gasto gubernamental.

La inflación rondará por el 4% y el tipo de cambio del peso frente al dólar estará por encima de los $21.00 pesos, lo que significa una depreciación de nuestra moneda mayor al 18% que registró durante 2016. Con la liberación del mercado de las gasolinas y diésel aprobado por el Congreso de la Unión en la Ley de Ingresos, se prevé según estimaciones del grupo financiero Citibanamex un incremento de las gasolinas de hasta un 22.5% durante 2017, lo que impactará en una mayor inflación de al menos 0.95%. Esta situación se explica en gran parte, porque en México el 80% de la carga doméstica se transporta vía terrestre, lo cual demanda diésel y otros combustibles -ahora más caros-, lo que repercutirá en incrementos del costo del transporte de las mercancías y en cascada en un aumento de precios de las mismas a los productores, comerciantes y finalmente a los consumidores.

Por otro lado, se presagian momentos muy difíciles en la relaciones comerciales y migratorias entre Estados Unidos y México, las cuales pueden agravarse, al grado que el Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, advierte de una “película de terror”. Esta situación va depender si se llevan o no a cabo ciertas medidas anunciadas por Donald Trump durante su campaña política y como Presidente electo de los Estados Unidos, quien se ha pronunciado en el sentido de impulsar una política proteccionista para su país, particularmente al seno del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica(TLCAN), incluso se pretende imponer un impuesto del 35% a los productos y vehículos que se internen a los Estados Unidos procedentes de empresas norteamericanas establecidas en México, lo que disminuiría la inversión extranjera directa en nuestro país.

Todo lo anterior, sin lugar a duda, afectaría a México en su balanza comercial, ya que actualmente somos el segundo país exportador de mercancías -después de China y superando a Canadá- hacia Estados Unidos, conquistando un 20.1% de las importaciones totales de ese país, y para México, Estados Unidos representa más del 50% de las importaciones que realizamos (China ocupa el segundo lugar con un 14% de nuestras importaciones totales).

De igual manera, preocupa la amenaza de Donald Trump de llevar a cabo políticas antimigratorias con deportaciones masivas de nuestros migrantes, y de bloquear el envío de sus remesas a México, aumentando los impuestos de su transmisión a nuestro país, lo que disminuiría su flujo afectando gravemente a nuestra economía nacional, ya que las remesas enviadas por nuestros connacionales representan después de la venta del petróleo la segunda fuente más importante de ingresos. En 2015 las remesas superaron los 25 mil millones de dólares.

Las remesas en muchos casos subsidian las actividades agropecuarias y contribuyen a palear los estragos de la pobreza y el hambre en estados con altos índices de migración y marginación como Zacatecas. Las remesas que envían nuestros migrantes radicados en los Estados Unidos son en parte el motor de nuestra economía estatal, sus ingresos equivalen al 11.5% del PIB estatal. En 2014 representaron 677 millones de dólares (14,217 millones de pesos, a la conversión actual, es decir, en promedio ingresan a Zacatecas 40 millones de pesos diarios vía remesas).

Bajo este contexto, de una economía nacional deprimida con un crecimiento exponencial de la deuda externa, con altos niveles de corrupción e impunidad en la administración pública, con índices preocupantes de pobreza, hambre, desempleo e inseguridad, es impostergable el cambio del modelo económico neoliberal adoptado desde los 80, el cual resultó ser un fracaso para nuestra economía, ya que incrementó los índices de pobreza y de desigualdad; es imprescindible transitar hacia un modelo económico más nacionalista -no entreguista-, que fortalezca la planta productiva nacional, el crecimiento económico sostenido y sustentable con bienestar social, el mercado interno, el empleo, la soberanía y seguridad alimentaria, la soberanía energética y sustentable con autosuficiencia  en la producción y abasto nacional de gasolinas, diésel, gas y energía eléctrica. Lo anterior, bajo un nuevo tipo de gobierno democrático y progresista, donde prive el estado de derecho, la legalidad, la honestidad, la transparencia, la participación ciudadana, la equidad social, la eficiencia y eficacia del gasto, y el cumplimiento pleno de los derechos sociales, económicos y culturales. ■

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