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jueves, 28 marzo, 2024
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Crecimiento ficción y empleo limitado en Zacatecas

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Por: Miguel Esparza Flores •

Un balance con la gestión  del gobierno que termina

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La idea de que Zacatecas transita por un alto crecimiento de su economía no es más que pura economía ficción. Los datos que dan sustento a esa postura indican tasas de crecimiento por arriba del 5 % en términos de valor. La pregunta es ¿qué tanto de ese valor es reflejo del crecimiento real de la producción y de su incorporación a una función de producción local que exprese una trayectoria endógena favorable al desarrollo regional? Estrictamente hablando la respuesta es que hay una divergencia entre el valor medido en precios y la riqueza como tal determinada por el stock de capital y la capacidad de trabajo.

Los ciclos cortos de negocios en la economía mundial generan una demanda volcada hacia las materias primas. Los precios se sobrestiman no sólo por la intensidad de esos requerimientos, sino también por el efecto generado en los mercados financieros a través de la volatilidad de las transacciones de los mercados de commodities, del incremento del grado de monopolio sobre los recursos naturales y de los acuerdos institucionales que facilitan la desregulación para su explotación. En este ámbito, su significado a nivel local tiende a una convergencia en los parámetros de productividad volcados en el sistema de precios, aunque  las divergencias apuntan a la generación de mayores costos sociales ambientales, a desajustes estructurales en los mercados de trabajo y a la profundización de la desarticulación del aparato productivo.

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En términos específicos el valor de la minería se encuentra in crescendo pero los volúmenes de su riqueza material y financiera se exportan conteniéndose un stock de capital reducido, un flujo laboral en activo proporcionalmente estancado y un conglomerado de externalidades negativas que terminaran por trascender hasta las generaciones futuras.  La ganadería, el otro gran bastión de la especialización productiva en el estado, aunque mermada por los efectos de la apertura, las derivaciones del cambio climático y el abandono de los gobiernos en turno (en aras de una mejor asignación del recurso público), no corre con mejor suerte en términos de su contenido local. Las exportaciones de becerros al destete, principal actividad de la gran ganadería, si bien ha sufrido altibajos sigue transfiriendo activos físicos y monetarios extra regionalmente, con el agregado de la consignación (que abulta los valores contables) de unidades de producción proveniente de otros estados de la república y que pasa por el mismo,  que surge de la restructuración de la actividad y de sus “actores”, que se deslindan de los daños ecológicos y de la pérdida del pool genético de las principales variedades del ganado bovino.

En general el valor inflado de las principales actividades productivas contrasta de manera significativa con el stock de capital localizado en la entidad. Esto debilita la función de producción a tal grado que el crecimiento se determina por una raquítica acumulación de factores y/o por una débil combinación eficiente de ellos en la que no hay cabida de flujos de inversión que generen trayectorias tecnológicas para desplegar procesos de acumulación  consistentes y favorables para el uso sustentable de la naturaleza y el desarrollo de un mercado laboral con posibilidades de trascender a un pleno empleo local.

La ilusión óptica que nos vende la administración que termina, y que seguramente se ofrecerá en el futuro inmediato, cae por su propio peso. Inexistentes encadenamientos en la economía, exclusión productiva, laboral y social, concentración de la riqueza, pérdida de institucionalidad, destrucción de la naturaleza y entrega a bajo costo de los servicios ambientales, degradación cultural, desperdicio del potencial creativo de los jóvenes,  desigualdad territorial en aumento, aumento de la pobreza urbana y rural: múltiples factores presentes escondidos en el oficial aspaviento mitológico que cercenan cualquier posibilidad de certidumbre para darle un impulso real a una función de producción, con mejor dotación de factores y parámetros de eficiencia para transformar al estado en una región ganadora frente a la profundizada globalización.

El resultado no ha sido más que la continuación  de la débil configuración productiva con impulsos coyunturales de gestión de localización de maquiladoras de primera generación (ensamblaje tradicional, bajos componentes  tecnológicos y uso intensivo de mano de obra con salarios raquíticos) en un afán de maquilizar al estado sin avanzar un ápice en la industrialización propiamente dicha. De abandono sistemático del campo que vive una especie de descampesinización-recampesinización  por la contención en la exportación de la fuerza de trabajo y de las limitadas ofertas laborales de las empresas nacionales y regionales al ser sometidas a la políticas fiscal y por el estancamiento económico que vive el país, con las consecuencias grises de empobrecimiento y de incorporación de sectores de la población a la delincuencia organizada. De estímulo a un sector terciario que acentúa la polarización de sus actividades, elevando la mortandad de los negocios locales, privatizando el espacio urbano (construido histórica y socialmente con patrones identitarios ahora destruidos), des ciudadanizando al habitante y mercantilizando el territorio urbano para integrar un patrón monopólico que favorece al gran capital transnacional dejando de lado decisiones de integración del conjunto social.

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La debilidad en  la acumulación del capital y en la eficiencia en el uso de los factores conlleva a que el mercado de trabajo responda únicamente a los mínimos obligatorios para la reposición y mantenimiento de los stocks de inversión y de las condiciones generales de la producción. Esto quiere decir que frente a los altos valores del crecimiento pregonados por la administración pública hay una distancia enorme con el saldo en la generación de empleo, ya que deducida la transferencia de riqueza a otros estados y capitales del mundo, queda un residuo de stock de capital al que corresponde un fondo de empleo vinculado esencialmente a la mera reposición de los activos, con el agravante de que aun en estas condiciones el déficit de empleos aumenta con el crecimiento de la población que se integra al mercado laboral en busca de alguna oportunidad laboral. En el gobierno que termina (se considera el periodo 2010-2015) únicamente se crearon 5,527  empleos remunerados cada año arrojando un déficit de poco más de 11 mil empleos sin considerar a los desalentados que están dispuestos a trabajar pero que se incorporan a la población no activa. De los que logran emplearse, cada año cerca de 3,400 se incorporan sin contrato, mientras el resto se emplea en su gran mayoría con contratos menores a seis meses.

 

Los gráficos permiten señalar que no hay respuestas consistentes con el crecimiento de la economía. Muestran que los aumentos en la riqueza productiva no se acompañan de incrementos en el empleo. De que se dispara la brecha en cada coyuntura lo que nos lleva a suponer que no hay respuestas para darle consistencia a la diversificación productiva  y a cambios que impulsen la productividad real de los factores bajo un entorno de expectativas favorables para provocar flujos de inversión con efectos multiplicadores locales. El GAP, que muestra el retraso entre el crecimiento de la economía y de los empleos se mueve entre  -0.1 % y + 6 % con una tendencia a mostrar un desfase persistente en la generación de empleos. En el periodo del gobierno que termina pareciera que el empleo se muestra positivo en 2011, sin embargo lo que ocurre es que la economía del estado se descalabra con la caída estrepitosa del sector más frágil que es el agropecuario, con el agravante incluso de que el empleo por efecto varía también hacia la baja. Difícil poder decir que el empleo responde a algún viraje institucional: es resultado de la coyuntura. El otro dato es 2013, en que el GAP reacciona positivamente solo que es más el efecto de la caída de la economía y de la fuerte sacudida que atraviesan  ahora la minería (-7%), la actividad de la construcción al culminar el efecto pro cíclico (- 10.5 %) y la manufactura (-5 %)  llevándose tras de sí al de por si débil mercado de trabajo. Nada más claro que ver que el empleo crece poco con el crecimiento, con ajustes limitados a una acumulación de capital frágil y precaria. Suponer entonces que hubo un viraje en la economía del estado, es un mito, como lo es el de transitar al desarrollo regional en el futuro sin romper con trayectorias repetitivas.

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