Antes de iniciar mis comentarios, quiero agradecer infinitamente a La Jornada Zacatecas el que me haya permitido hacer una pausa en mis colaboraciones, con el propósito de terminar un proyecto personal. ¡De todo corazón, mil gracias!
Hace algunos años me di cuenta de un movimiento dentro del rock que, ciertamente, se remonta a (todavía) tiempo más atrás. La propuesta me pareció de facto atractiva, seductora, como suele pasar con muchas alternativas sonoras que han marcado mi vida, que han pulido (déjenme verlo así) mi apreciación estética. Lo que escuché en ese momento y que me obligó a prestar especial atención venía de una banda canadiense denominada Goodsped You! Black Emperor, algo así como ¡Buena Suerte! Emperador Negro (por favor, disculpen mi inglés). Creo que uno de mis dos lectores ya se percató de que aquel estilo que me sorprendió por su frescura es el que hoy conocemos como post-rock, nacido a finales de la década de los 80.
Al poco tiempo, me enteré de que otra de las precursoras del citado estilo había sido la interesante banda escocesa (hoy innegablemente emblemática): Mogwai; paulatinamente, conocí más agrupaciones con sus propuestas, tesituras, colores y lenguajes y, armando las piezas de ese nuevo rompecabezas, me percaté de que aun antes de lo ya comentado, me habían presentado otra alineación que, sin dudas, al poco tiempo se convirtió en la más representativa del global movimiento; me refiero a los islandeses de Sigur Rós. Dado mi interés por empaparme más del movimiento en cuestión, me di cuenta de que, aunado al post-rock, estaba también el post-metal, y que su sonido resultaba igual de (o en no pocos casos, aún más) fascinante.
¿Pero qué fue lo que realmente me atrajo de los estilos post? En ocasiones, solemos asociar este prefijo a lo decadente (quizá por el tan conocido postmodernismo que no deja de ser controversial en ese sentido), pero en este caso no me lo parece. Hay, sí, una postura contestataria del movimiento a las formas habituales de hacer y escuchar rock, pero lejos de lo que ha intentado el famoso Rock in Opposition (cuyos alcances me parecen honestamente pírricos), el post ha cuidado, ante todo, la propuesta estética, demostrando con hechos, desde mi particular punto de vista (y teniendo en cuenta de que en gustos se rompen géneros), que toda manifestación artística resulta más estremecedora si su propuesta nos afecta poéticamente.
Eso fue lo que en un primer momento me conmovió de los post mencionados: su poesía, pero no me refiero precisamente a la poesía tal y como comúnmente la conocemos, es decir, hablada o escrita, hablo de una analogía. Creo, lo vuelvo a reiterar, que uno de los factores (tal vez, el principal) que nos atraen poderosamente en las manifestaciones artísticas es esa capacidad que tiene de estremecernos, de llegar a conmover todas nuestras fibras, de captar nuestra atención en su totalidad, arrebatarnos, al menos por unos instantes, de nuestra realidad habitual, de nuestra cotidianeidad, y eso fue precisamente lo que encontré en estos estilos. Otros aspectos, si me lo permiten, los comentaré en mi próxima participación.
Post data: A partir de esta publicación, incluiré esta especie de subsección, en la que —para variar—, desde mi muy particular punto de vista, haré algún comentario al margen sobre los temas más diversos; opiniones sobre asuntos que a lo largo de la semana hayan captado mi atención, invitaciones, otro tipo de sugerencias, en fin, una especie de miscelánea temática. Debo dejar en claro que todos los casos serán eso: opiniones personales, así que, de antemano, ofrezco una disculpa si en algún momento mis comentarios puedan llegar a parecerles ingenuos, eso quizá les dé pretexto para recibir alguna crítica de su parte, a la que siempre estaré abierto y agradeceré. Reitero, pues, mi agradecimiento por permitirme retomar estas subjetivaciones.
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