11.9 C
Zacatecas
viernes, 29 marzo, 2024
spot_img

Lecciones de Colima para México 2016

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Carlos E. Torres Muñoz • Admin •

Al momento que esto escribo, no hay resultados aún de la elección extraordinaria del estado de Colima. Lamentablemente, poco importa.

- Publicidad -

Las elecciones extraordinarias en Colima podrían conformar un buen “Ensayo fallido de un intento democrático malintencionado”. Es justo lo que en la competencia legítima por el poder, vuelve ilegítimo cualquier resultado a ojos de propios y extraños. Colima hoy es ejemplo de lo que se debe evitar para que las reglas del juego de la democracia pasen a ser una quimera ornamental de la vergüenza política.

Hasta ahí ha llegado el intento por llevar la pluralidad política y la alternancia en el gobierno en un estado que lo experimenta por primera vez. A Colima no había arribado otra fuerza política que no fuera del Partido Revolucionario Institucional, y ahora sabemos porque. La principal fuerza competitiva resultó ser menos que digna para llevar a la pequeña entidad a cambiar de opción política.

Las reglas de la democracia liberal parten de presupuestos personales de los participantes, que parece cada día más ausente: civilidad y madurez política. En Colima no sirvió la legislación electoral que en México llega al punto de excesiva e invasora y limitativa de muchas libertades, para que la contienda fuera apenas digna de sus electores. Luego de la anulación los ánimos se incendiaron aún más, la segunda oportunidad no sirvió para zanjar las diferencias, sino para profundizarlas, al grado de volverlas enemistades miserables.

Observar el grado de radicalización en Colima y las prácticas detestables vistas allá sirve de mucho para todas las entidades que tendrán elecciones este año. Es justo lo que debemos evitar, deberíamos partir de lo que allá se hizo para que en Zacatecas y el resto del país nos dé pena ajena.

Colima nos recuerda que está superada por mucho la máxima del pragmatismo (mal entendida desde mi punto de vista), de que el fin justifica los medios. Al contrario, los medios legitiman y dignifican el fin. Es un nada amable recordatorio de que la política requiere un mínimo de reglas éticas que no pueden estar inscritas en la legislación, sino en el carácter y la personalidad de quiénes pretendan representarnos y administrar los bienes públicos.

La amoralidad, el sectarismo, la ambición desmedida (atinadamente calificada como “vulgar”), el uso de toda herramienta con la finalidad de allanarse el camino rumbo a la victoria electoral, la incongruencia cínica, y la guerra sucia como instrumento de persuasión electoral, son la evidencia de la crisis ética de un proceso cuyo resultado, sea el que sea, es de dar pena; en este caso los medios han deslegitimado, desmoralizado y vulnerado el fin, a tal grado que la popular “operación cicatriz” quizá no termine con el gobierno emanado de tal ejercicio pseudo-democrático.

Úrgenos redactar colectivamente un manual de “Ética para el elector”, que nos permita vislumbrar con mínima claridad hasta dónde podemos, queremos o debemos permitirle a los candidatos sus estrategias para lograr persuadirnos de la importancia de elegirlos a ellos.

Por supuesto que las campañas de contraste son importantes, sin embargo ésta debe tener su objetivo en aspectos programáticos y solo excepcionalmente en asuntos de personalidad, cuya vinculación con la toma de decisiones sea evidente, evitando en lo posible daño en la vida privada de las personas, si ningún caso tiene. La honestidad, capacidad e incongruencia son quizá los ejes de esos límites.

Los resultados de la elección de 2006 deberían ser un antecedente de la desconfianza y daño a las instituciones que puede causar la falta de transparencia y claridad en un proceso electoral. Sin detenerse en el resultado, la radicalización social nos costó años y la seguimos arrastrando, salvo, quizá quiénes se infringieron aquellas heridas, pues cada día andan más juntos.

Seamos autocríticos, la ausencia del análisis nos está llevando a la desvalorización de la democracia en todos sus sentidos, la estamos poniendo en riesgo de mutilarle valores mínimos de convivencia y con ello le estamos cargando un desprestigio en el que perderá todo su valor, volviéndola no un sistema de vida armónico y consensual, sino un paraíso para los canallas. Eso, ésa deformación, no es democracia y aún la demagogia podría quedarse corta para calificarla.

Reitero: Colima debe ser advertencia: para allá estamos llevando la aspiración de una democracia plural y competitiva. La vulgarización de la competencia política está degenerando la viabilidad de nuestra vida institucional. ■

 

@CarlosETorres_

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -