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martes, 23 abril, 2024
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Organización, la diferencia

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Hace dos años y dos días, el primero de diciembre de 2012, nos reuníamos algunos zacatecanos en la Plaza Bicentenario para manifestarnos contra la toma de protesta de Enrique Peña Nieto, quien había comprado la presidencia de México. El orador principal, anunciaba que el retorno del PRI a Los Pinos quedaba marcado por la muerte del primer activista. Casi, Kuy Kendall no murió ese día, pero sí quedó en coma por más de un año hasta desfallecer.

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En estos dos años, se vinieron las reformas necesarias para permitir el remate del país, se autorizó la venta de playas a extranjeros, la reforma de telecomunicaciones, una reforma hacendaria que perjudicó a la economía (como empiezan a admitir), y la tan temida Reforma Energética que no habían logrado desde la época de Salinas. Y nada de todo esto provocó la furia social que sí detonó la desaparición de cuarenta y tres estudiantes y que hasta ahora, no ha podido ser dominada a pesar de todas las estrategias implementadas. Ni ignorar las manifestaciones, ni criminalizarlas, ni la caja china ha funcionado.

Ayotzinapa, hasta para el propio Peña Nieto, es un antes y un después de su gobierno. Pero así, como detonante, no como la única razón para la protesta. Por eso al grito de “vivos se los llevaron, vivos los queremos” se suma el llamado a que Peña Nieto renuncie, no sólo por ese hecho, sino por la suma de historias como ésa. Efectivamente, no son 43 los desaparecidos, son más de 24 mil, no son sólo tres normalistas muertos, y otros tres civiles, son más de cincuenta mil seres humanos asesinados en lo que va del gobierno de Peña, etcétera.

Y el problema tampoco se reduce a que uno de los más de 2500 alcaldes del país haya resultado narcotraficante, o que la policía de ese lugar sea corrupta. Se trata, entre otras cosas, de la andanada contra la educación pública, contra las normales rurales en particular, logrando cerrar casi la mitad de las 30 que existían en sus orígenes, dejando sin oportunidad de estudio a tantos jóvenes pobres, pero también dejando sin maestros a millones de personas que cuando mucho recibirán un mal pagado instructor. Se trata también del estado de cosas que hace que el camino difícil sea estudiar, y el fácil sea trabajar en la siembra de enervantes, y tendrá que ser de eso, porque los sembradíos de frutas y verduras  no son rentables, la comercialización local los ahorca y  la exportación depende del capricho de las potencias del norte y exige una inversión casi siempre inaccesible.

Pero, si así estaban las cosas desde antes del 26 de septiembre, si nuestro país parecía haberse acostumbrado a las matanzas, como la de San Fernando, Villas de Salvacar, Tlatlaya, etcétera, ¿qué lo hizo diferente esta vez? ¿Qué tiene Ayotzinapa que logró la solidaridad de figuras tan distintas y distantes como Peter Gabriel, Lila Downs, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, Maribel Verdú, Martín Caparrós, Armando Vega Gil, Paco Ignacio Taibo II, Juan Villoro, Elena Poniatowska, boxeadores, futbolistas, etcétera? La palabra clave es organización.

Los estudiantes normalistas de Ayotzinapa estaban organizados antes de septiembre: sabían tomar camiones, negociar con los dueños, tratar con los choferes, botear, conseguir materiales para su escuela, etc. Así los forman y qué bueno, porque son conscientes que además de su trabajo en el aula, son agentes de cambio de las comunidades donde trabajan.

En la noche de los trágicos sucesos, apenas pasado el primer ataque, los estudiantes sobrevivientes fueron en busca de líderes magisteriales, activistas y periodistas. Llamaron también a sus compañeros. En los días posteriores medios de comunicación de diversos países acudieron hasta sus escuelas, retrataron los cartones sobre los que duermen, transmitieron el llanto de los padres y los argumentos de los estudiantes, entre ellos el de Omar García, quien ha sabido responder a los reflectores con elocuencia y contenido.

La ira colectiva que despertó Ayotzinapa busca su propio rumbo, y es natural. Por un lado el sector estudiantil que ha sido el principal motor del apoyo popular empieza a conformarse en una Coordinadora Nacional Estudiantil que hasta el momento agrupa 69 universidades. Por el otro lado, en Guerrero ya se instalaron cinco comités municipales, y se preparan otros veinte, a través de los cuales planean ejercer el autogobierno y tomar decisiones en asambleas populares.

Si tendrá éxito, si no se corromperá, si logrará un cambio, aún está por verse, pero bien dicen los de Ayotzinapa: “Tenemos que intentarlo, tenemos el derecho a intentarlo”. Así lo tenemos todos, ojalá hagamos uso de él ■

 

@luciamedinas

 

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