Es parte de una familia de enormes circunstancias, de historias donde lo militar, la pedagogía, la música y las matemáticas fungieron como convergencia para armar familias, denunciar desde la izquierda las atrocidades de las élites que en la historia mexicana tuvieron mucha página roja, abusos y desmanes institucionales y Miguel es-pero mientras tanto- siempre creativo, es escritor y propulsor activo de las artes por todas partes.
Vayamos al principio de todas las cosas: las familias mexicanas vienen del esfuerzo conjunto, de la imaginación sin arrogancias, de disciplinas y de mucha entrega. Sus bisabuelos y abuelos militares, su padre ingeniero, sus hermanos Arturo, Javier, Celina, Berth, Javier Guitarrista, Arturo musicante, aguerrido y rebelde, participativo y sin limitantes, pues desde muy joven optó por conservatorios y estudios en el extranjero, discos, jiras, conciertos, mientras, Miguel, es el escritor de la familia, la voz de las letras, la evaluación popular traduciendo todo en libros, artículos, literatura para niños y adolescentes, exposiciones, viajes, la contrarréplica de los oficios cotidianos.
Un metro con mil yardas mide el pasto donde los pueblos mexicanos buscaron en el horizonte ser parte de la historia y vieron como hidalgos y mancebos, doncellas y gitanas, se alzaban en los caminos tras las carretas para fundar ciudades y pueblos que aún tienen en su muestrario el valor de haber sido felices en medio de muchas presiones y también de cárceles y hospitales, misterios de los camposantos, intrigas de palacio y sublevaciones de la gleba.
Lo que actualmente vive nuestro país y el mundo se inscribe en las mas dura y feroz de las batallas por imponer – a costa de tantos sufrimientos durante tantos años- un nuevo estilo de ver la vida, de practicarla fructíferamente y en pos de las graves muchedumbres que tienen por aprender de los testimonios en donde se sucedieron guerras mundiales, reacomodo de las mafias internacionales que interaccionan con el mercadeo de drogas y el blanqueo de descomunales fortunas directas del narco, el crimen, la explotación masiva de pueblos, el saqueo de sus reservas estratégicas, el ingenio de la maldad alrededor de que la balanza pesara mas a la hora de repartir el odio, la desolación, los mercados abandonados.
La familia Sánchez Izquierdo es hoy el paradigma de los buenos rituales sanadores en el árbol de la vida mexicana, es el poder de las matemáticas sagradas que tienen como formula de alta magia seguir expandiéndose, actitud de limpiar los caminos donde se higienizan paso a paso haciendo cuentos y libros, discos y conciertos, viajando a Colombia o a Cancún, Tijuana o a la Francia donde al alcance están las rutas para que desde Morelos -ese estado milagroso-sea la sede de las diásporas y atrás quedó San Luis Potosí como cuna fraternal de la familia, delante está el recordar con frenesí las muestras de agradecimiento y reivindicación de haber pertenecido a una estirpe que a todos nos deslumbró y nos sigue cautivando.
Los hechos en el país y en el mundo siguen imborrables: el horror de nunca superar el trauma de la segunda guerra mundial, la beligerancia fría interminable, los gobiernos militares a base de golpes y encarcelamientos masivos, microscopio digital donde lo espurio separó a la gente buena de la ruta que nos iba a cambiar para siempre y se fueron distribuyendo en las listas negras de estadios nacionales donde la barbarie se enseñoreó como punto de origen para socavar las voluntades ciudadanas, darle auge a el quebranto de los carteles de la droga, las cifras crecientes de magnicidios y los fraudes, el descrédito, la pugnacidad, la vuelta siempre enferma de volver a los pleitos.
No se porqué escribo esto cuando al principio era una elegia por esta familia de creadores de altísima catadura y gran sentimiento, supongo porque al rememorar a sus padres a quienes conocí y departí alguna pregunta o elogio, me señala ahora un gran resonar de lo que es mi familia, mi ciudad y mi país en un mundo donde se logra establecer que la lucha por el cambio se da en todos los renglones: la música, la literatura, la historia, las buenas amistades para siempre a través de los años y de las remembranzas que se entretejen en el habla popular.
Lo Bueno que Miguel Ángel Izquierdo Sánchez, ya de 73 años, mantiene una actitud muy jovial y resplandeciente y anda entre libros y eventos culturales, de esos que tanta falta hacen en los barrios olvidados, en las esquinas del mundo, en la palabra como vehículo de ir adentrándose al infinito de la vida mexicana.
