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miércoles, 14 mayo, 2025
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Continúa polémica por designación de Bob Dylan como Premio Nobel 2016

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Por: ALMA RÍOS • admin-zenda • Admin •

■ La coyuntura propicia la reflexión en torno a lo que es el arte y la poesía: Citlaly Aguilar

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■ El estadounidense es más “claramente” un cantante que un escritor, un showman: Oscar López

Citlaly Aguilar y Óscar Edgar López, maestros en Literatura por la Universidad Autónoma de Zacatecas sumaron sus lecturas a la polémica en torno a la designación de Bob Dylan como Premio Nobel de Literatura 2016.

En Acentos, el programa de La Jornada Zacatecas TV coincidieron en señalar la coyuntura como propicia para el debate y la reflexión en torno a lo que es el arte, concretamente qué es la poesía, y a quién se le puede llamar poeta, dijo ella. Pero además el discernimiento en torno al eterno debate del fondo y la forma de la expresión poética, se manifiesta como una manera de devolverle su lugar central, agregó él.

La primera intervención del conductor de la serie, Carlos Navarrete, trajo a colación los comentarios vertidos desde diferentes posturas, que manifestaron su satisfacción y contento por esta decisión, pero otros su molestia, agregando que ahora “para aspirar al Nobel ya no solo tendrían que escribir sino tocar por lo menos las maracas”, o que el irse a la calle con una guitarra al hombro y una armónica “te hacía poeta”.

Agregó el sustento que la propia Academia Sueca dio para entregar este premio, al considerar que Dylan creó “nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición estadounidense”.

Al respecto Citlaly Aguilar manifestó que sí hay “cierto” malestar en la academia clásica de la poesía por esta designación, y dijo que ya de por sí son pocos los estudios serios sobre el género al que se considera más hermético que la narrativa, por lo que sí genera conflicto el poder tomar o no como poesía lo que hace Bob Dylan, y si sus poemas y canciones se inscriben en una tradición importante o novedosa dentro de la misma, como lo consideró la Academia Sueca.

Dijo que es comprensible la molestia porque para la academia clásica, la poesía atiende a reglas como el metro y la rima o la introducción de figuras, “pero también se privilegia sobre todo la invención” que remite a cuestiones metafísicas.

Observó que una parte de la poesía es difícil de entender, pues también se considera que ésta puede estar en un atardecer o el sonido del viento, de tal forma que “no necesariamente tiene que ser escrita”. Por tanto es difícil de aprehender o asir con letras.

Al tener muchas connotaciones cuando se plasma en papel “viene el conflicto” porque debe obedecer a ciertas normas “para más o menos darnos una idea de qué es lo que podemos tomar como poesía y qué no”.

En su opinión el debate sobre la obra de Bob Dylan se ha dado de forma subjetiva y visceral tanto por los detractores como los defensores, pero ha habido omisiones respecto de exponer posturas críticas y serias, “respecto de las letras, por ejemplo”.

Por su parte Óscar Édgar López citó a Ezra Pound, quien observara que cuando se estudian ciencias duras como la física o la química lo que se analiza son los fenómenos asociados a estas disciplinas, pero en el caso de la literatura o las artes en general, “acostumbramos dirigirnos al personaje”.

Lo importante de esta premiación es el debate, pues refirió a la poesía como un elemento medular para la existencia humana al señalar que en sus orígenes estuvo ligada al canto y a los ritos místicos como las bacanales o las fiestas de Eleusis.

“Eran momentos de álgido sentido poético (…) hablaban –los dioses- por ellos. Entonces la poesía tiene un origen recitativo”.

Respecto del debate entre fondo y forma, dijo que la poesía de Dylan se inscribe dentro de las categorías que el propio Pound daba al género, entre melopea, la fanopea y la logopea, en la primera, la facultad de construir un discurso poético a partir de la sonoridad de las palabras para lograr un efecto estético.

Señaló no obstante que desde su punto de vista el estadounidense es más “claramente” un cantante que un escritor. Más un showman, que dijo, es lo que “ha levantado más polvo” en la academia literaria.

A personas que están dedicados al 100 por ciento y profesionalmente a la escritura la distinción les ha causado molestia “porque los empeños de un escritor no son pocos”, y se sienten ofendidos cuando se le entrega a “un señor del espectáculo”, dijo.

Aguilar Sánchez subrayó el papel que jugaba el poeta en la antigüedad como un canal entre lo místico y lo mundano para señalar que por ello es difícil la separación “del poeta” de su obra, pues refiere un pilar del género.

Refirió que en el mundo contemporáneo se le asigna la palabra “artista” cotidianamente a aquellos que se ven en la televisión o se oyen por la radio, “entonces cuando premian a Dylan es como validar un poco también esa idea, este postulado de que tienes que ser un showman” para ser artista.

Este fin de semana pasado Bob Dylan por fin aceptó el premio, luego de que integrantes de la Academia Sueca trataran de establecer contacto con el músico durante alrededor de 15 días, sin éxito.

Carlos Navarrete observó en el programa pregrabado respecto de este acontecimiento, que la espera formaba “parte del show”. No obstante la polémica generada por ella no fue provocada por el cantautor sino por la propio Academia Sueca, quien le otorgó el premio.

Óscar Edgar López agregó que pareciera algo estratégico por parte de la organización, pues aparenta la intención de que el mundo vuelva a voltear hacia el Nobel, ya que era un premio “bastante vilipendiado y marginado”.

El también escritor y artista visual, comentó que independientemente de que se le entregue esta distinción a Dylan, a su consideración su obra sí se enmarca dentro de la tradición de la canción folk estadounidense, cuyos orígenes se remontan a poetas como Robert Frost o Walt Whitman, el último, quien tenía la pretensión de devolverle a la humanidad su canto, “el gran canto de la humanidad whitmaniano”.

Dijo también que Dylan es hijo de su tiempo pero que sí “hay parámetros” para sostener que la su obra tiene una parte artística, “si hay algo ahí que tiene que ver con el arte y la literatura”.

Es verdad que la discusión en torno a si la obra del cantante es meritoria de ganar el Nobel de Literatura o no, se ha dado a la ligera, expuso, porque se cree en la sociedad contemporánea que el arte es entretenimiento o vaguedad.

“Pero quienes estamos dedicados a ello sabemos que esto es todo lo contrario”, que el lenguaje, esto que “nos hace ser estos entes parlanchines (…) nos hace posibles”.

Agregó Carlos Navarrete que vendrán discusiones serias y críticas sobre las líneas de las canciones que exhibirán la poesía del norteamericano, pero la polémica actual permitirá no solo que se lea sino se le escuche.

Comentó sobre esto último ahora Óscar Edgar López, que el tema se vuelve más discutible “porque entonces sí le dan el Premio Nobel a un cantante folk, deberían dárselo a Ramón Ayala”, lo que involucra la discusión, si le dan la distinción por sus canciones o sus letras.

Recordó Navarrete son las letras las que se consideran aportaciones poéticas a la gran canción estadounidense, como dijo la Academia Sueca, y refirió la discusión que se ha generado en torno a que ahora lo merezcan cantautores como Joan Manuel Serrat o Silvio Rodríguez, y que ha propiciado bromas.

Dijo que es necesario meterse a las letras de Dylan y estudiarlas para ver si efectivamente es, el máximo trovador contemporáneo del Siglo 20, o para otros, alguien que canta los problemas de los blancos norteamericanos, esto en consideración a que el Nobel se había caracterizado en otros momentos por visibilizar escrituras más marginadas o hechas en condiciones adversas, por lo que cabe la pregunta de qué hizo voltear a la Academia Sueca a ver a Dylan para darle esta distinción.

Otro elemento que molesta a la academia literaria es que le hayan dado el premio, justo por su popularidad, por ser “un hombre de la farándula”, lo que implicaría que esta es la mejor manera de promover la poesía, fuera de los juicios de que esté bien o mal hecha.

Cuando le dieron el premio a J.M. Coetzee era poco conocido, ahora con Dylan que es más conocido que el primero y siendo la canción el vehículo natural de la poesía, todavía el género se difundirá más, observó, López.

Citlaly Aguilar en cambio no encuentra en la obra de Dylan  “demasiado una postura poética”. Dijo que es una canción “mediática” con un discurso repetitivo que recupera conceptos trillados del siglo pasado, principalmente de la Contracultura, la Generación Beat “y de algunos otros poetas” como Whitman.

“No creo que tenga un mérito tal dentro de la poesía, como una aportación novedosa” o que sea un pilar fundamental en su tradición.

Desde su perspectiva ubicada más dentro de la poesía clásica, las letras del cantautor son rimas fáciles, o que abusan de la anáfora, lo que revela cierta pobreza a nivel de concreción lingüística.

Bod Dylan dijo en una entrevista para El País de 2004, aportó Carlos Navarrete, que él mismo no se explica sus letras. Ofreció la explicación de que una especie de “fantasma” le regalaba las canciones “y ni siquiera sé de repente cómo llega”; lo que sonaría a una exclusa o una salida fácil, dijo.

Recordó Citaly Aguilar que así sustentaban sus obras el Surrealismo, las vanguardias, dijo, “abonaron mucho para estas justificaciones”.

Agregó Óscar Edgar López su acuerdo parcial con Aguilar Sánchez al señalar que cuando Dylan se convirtió en “una marca” sí se volvió un tanto repetitivo y facilista, pero el primer Bob Dylan sí tiene méritos artísticos al recuperar las canciones campiranas de su país aportando algo a ellas.

“Es un epigonista de otros músicos famosos,  pero a mí consideración el Dylan interesante estéticamente está en la recuperación, en la asimilación de un discurso popular, de una poesía popular campesina de los Estados Unidos”.

Sobre el cliché de la Contracultura y la conversión de Dylan en la caricatura de sí mismo al paso de los años, un vagabundo al que le gustaba desaparecer convirtiéndose en una especie de fantasma, aunque parezca una impostura no lo es, dijo Navarrete Ortiz, pues ha querido ponderar por sobre sí mismo a sus canciones. De ahí que las interprete siempre distintas, de manera de descolocar a sus fans que esperan su repetición, pues ha dicho que le molesta la palabra fanático.

Ésto propone otra discusión sobre el paradigma del artista contemporáneo “que se desprende del nombre y hace lo que se le da le antoja”, de lo que derivaría su presunta arrogancia ante la Academia Sueca de no contestar de manera pronta a sus llamadas, y que para algunos lo exhibe en su carácter de

showman.

“Ese es el premio real para él”, dijo López, convertir la distinción en una reafirmación de su imagen marginal, contracultural, “por demás sobada”.

“El negarse a aceptar, contestar, el negarse a contestarles, no va a hacer más que sus fans digan ¡claro!, pues es que es Dylan”.

Pero Dylan aceptó el premio con un “si acepto el premio? ¡Claro! (…) La noticia sobre el Premio Nobel me dejó sin palabras. Agradezco el honor tanto” (el pasado 28 de octubre).

Objetó Citlaly Aguilar señalando que el Nobel se entrega por la totalidad de la obra no por un periodo de creación, lo que aporta más confusión a la polémica en torno de esta decisión pero también la enriquece, “porque podemos cuestionar el arte contemporáneo”, algo que entraría en otra discusión.

Quiso concluir su intervención poniendo sobre la mesa si el arte contemporáneo o la modernidad, el artista y la poesía modernos, requieren ya “volver a lo clásico, al origen primigenio”.

A partir de lo dicho por Aguilar Sánchez, Óscar Édgar López sostuvo que Dylan sí es un clásico de su tiempo a la manera de los clásicos contemporáneos como Allen Gingsberg o Jack Kerouac, y no como Esquilo.

Manifestó su acuerdo en llevar a juicio al arte contemporáneo, porque efectivamente ha implicado una tendencia hacia el facilismo y la comodidad, “y hay expresiones ridículas francamente, lo sabemos todos”, dijo.

La colaboradora de La Jornada Zacatecas, observó que también hay que revisar a la propia academia literaria, pues como el Nobel, y siendo aparatos del sistema, se han encargado de “validar discursos que quién sabe si van a sobrevivir”, a trascender, para convertirse en clásicos.

“Yo no sé por ejemplo, qué tanto podamos decir que Gingsberg es un clásico de su época, no sé desde mi perspectiva, falta incluso abonar a estos debates”.

Se hace necesario, volvieron a coincidir, en la necesidad de regresar “a parámetros formales” que aclaren el camino, “que nos digan si esto vale como poesía y esto no”, dijo López.

Aclararon los tres además, que debe hacerse este ejercicio sin coartar la libertad de creación para no inscribirse tampoco en reglas estrictas o cuadradas y por tanto debe mantenerse el debate, de manera de ubicarse no en formas cerradas pero tampoco en “la total apertura”.

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