No se puede negar que la Universidad Autónoma de Zacatecas atraviesa por una crisis de gran profundidad, que involucra a todos los factores que inciden en su funcionamiento, Gobierno, Administración y Financiamiento.
Desentrañar sus orígenes, ubicar sus manifestaciones generales y específicas, y definir los modos y tiempos conducentes a su superación, no es tarea de uno o más artículos de opinión, sino de un vasto ejercicio de autocrítica individual y colectiva.
Fue ése el propósito central de la malograda Reforma Integral de la Universidad, una iniciativa visionaria que sería indispensable retomar incorporando lo ocurrido en los meses y semanas recientes.
La fracción VII del artículo tercero constitucional, reconoce en la Universidad su autonomía: se gobierna a sí misma; elabora sus planes y programas académicos sin interferencias e injerencias externas; practica la libertad de cátedra e investigación, así como el libre examen y discusión de las ideas; fija los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico y determina las reglas a que debe sujetarse la administración de sus recursos.
Como órgano autónomo del gobierno del Estado, tiene derecho de recibir financiamiento con recursos públicos para el desempeño de las funciones que le competen. Es necesario aclarar que los recursos que el estado aporta no tienen el carácter de subsidio, puesto que, según lo establece el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, el subsidio es un socorro, una ayuda, o un auxilio extraordinario y el financiamiento no es ni socorro, ni ayuda, ni auxilio extraordinario, es un deber que el Estado ha de cumplir para que la institución asuma plenamente el ejercicio de una función pública, como lo es la formación de profesionales especializados, la investigación científica y su aplicación tecnológica.
A los universitarios corresponde analizar la problemática que impide el correcto desempeño de la institución; no obstante, y sin que ello implique en modo alguno violentar sus derechos soberanos, es deseable, y más aún, indispensable a su salud, que la sociedad zacatecana se involucre en lo que concierne a la Universidad, puesto que, todo lo que en ella ocurre, repercute en la convivencia colectiva.
Salta a la vista que, al interior del Alma Mater, actúan grupos de presión que bregan por la continuidad de privilegios indebidos y obscenas ambiciones, como también que existen fuerzas, grupos e individuos que batallan para redimirla del bastardo tutelaje que se le ha impuesto quién sabe desde cuándo.
Dos movimientos emergieron desde el centro de la crisis: el representado por el conjunto mayoritario de docentes agrupados en el sindicato del personal académico (SPAUAZ); liderado firmemente por un grupo de valientes compañeras y compañeros, defendió derechos laborales preteridos e hizo respetar otros constantemente violentados, obtuvo importantes reivindicaciones materiales, abogó por cuestiones de principio que por largo tiempo permanecieron soterradas a causa de comportamientos de sindicalismo simulado. Sorprendentemente, la lucha transitó de conflicto laboral al descubrimiento inteligente y la transparente exhibición ante la sociedad, de lacras y malévolos entramados que discurrían impunemente entre grupos de interés cuyo egoísmo lastimaba el correcto desarrollo de la institución.
El otro valioso movimiento fue el encarnado por los jóvenes estudiantes que se decidieron a recuperar el habla y con ésta, pasar a la acción. Los jóvenes revelaron el verdadero color de su alma rebelde, la naturaleza de su propio pensamiento y la profundidad de sus emociones. El verbo de la juventud, disciplinado, bien dotado de conocimientos, estrategias claras y objetivos definidos tuvo, entre muchas otras, la virtud de acorralar con la verdad a infidentes defensores de causas aborrecibles; sus limpias intenciones y su comportamiento incorruptible, emanaron de la confusión como el aliento que hacía falta para propulsar a la institución al encuentro con sus más importantes desafíos y, junto con el esforzado batallar de los docentes, sembraron la semilla de lo que será, en un futuro próximo, un potente movimiento conducente a la renovación total del Alma Mater, que iniciará con la extinción de poderes que se creen vitalicios y la aniquilación de fenómenos lindantes con el fraude electoral.
Nada de lo hecho por docentes y estudiantes caerá en la ignominia del olvido. Tampoco será pasto de la descalificación irresponsable. Algo nuevo ha nacido para bien de la Universidad. Como bien lo declaró en su tiempo la sabiduría ancestral: del caos habrá de devenir el orden y con éste la resurrección de la esperanza.