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viernes, 5 julio, 2024
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La UAZ y el SNII

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Por: Jairo Antonio López •

Escribo esta pequeña columna como una reflexión personal y general a propósito del reconocimiento que dará la UAZ a quienes ingresaron, se mantuvieron o subimos de nivel en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) de CONAHCYT. Hay muchas opiniones negativas sobre el sistema de incentivos, que se basa en la precarización de los salarios y hace que los/as investigadores/as entren en una carrera por acreditar rubros, básicamente publicaciones. Muchos dicen que por esa razón se ha “perdido” el sentido del académico e investigador. Estoy de acuerdo con gran parte de las críticas que se hacen, las he señalado en varios lugares también, especialmente la forma como la universidad se convirtió en un espacio de jerarquías y exclusiones: mientras muchos docentes asumen cargas asfixiantes con ingresos muy precarios, hay quienes gozan de privilegios absolutos. Reconocido esto, y entendiendo que así ha funcionado la política de ciencia y tecnología en México durante décadas, creo que todas las generalizaciones son problemáticas. Que existan incentivos para la producción no te obliga, per se, a ser un investigador egoísta, aislado de los problemas urgentes, que no busques vinculación e incidencia, y que no estés comprometido con la formación de tus estudiantes. Ejemplos excepcionales hay muchos.

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Existen grandes reduccionismos sobre nuestra labor. Investigar, escribir, publicar y difundir desde una perspectiva ética y con incidencia no es sencillo. Quienes cuestionan esa parte profesional deberían mostrarnos cómo lo harían mejor. Criticar un texto es fundamental, pero hacerlo a partir de otro texto sería lo ideal: desmeritar con calificativos, pero sin ejemplos de cómo hacerlo de otra manera, parece ser lo más sencillo. Decir que la Universidad debe ser crítica, autónoma y de calidad es esencial, pero hacerlo legitimando y reproduciendo todos los problemas que no permiten que así sea, es sólo cinismo. El problema, creo yo, es que desde hace mucho tiempo la Universidad está desorientada, sean “esnis” o no, en un callejón que la ha llevado a reproducir vicios y corrupciones que se presentan con el fácil epíteto de “es el sistema”. Hay muchos quienes lucran con la Universidad, que se presentan como “expertos” en todo y les encanta el dinero y prestigio que viene de las consultorías. Muchos otros que han permitido la privatización de la educación. Y otros cuantos que capitalizan con el trabajo de sus estudiantes. Pero esa no es la naturaleza de la investigación crítica, autónoma y de calidad; estas personas encontrarían la forma de hacer de la Universidad un negocio, con o sin incentivos.

En mi carrera varios de los momentos más satisfactorios se han dado cuando, producto de mis investigaciones, ONGs de derechos humanos me han invitado a participar en sus encuentros de balance y reflexión. Cuando activistas LGBT+ han compartido que mis trabajos les han permitido pensar estrategias colectivas. Cuando recibimos un abrazo de una madre buscadora que nos pide seguir apoyándoles con la investigación que difundimos. Cuando en el gobierno se molestan por lo difundido, señal de que algo se hace bien. Cuando colaboramos con jóvenes activistas que están iniciando su formación desde la preocupación por un mundo mejor. Cuando un estudiante agradece que me tome en serio mi trabajo y les exija tanto como estoy dispuesto a dar en el aula o la asesoría. Además de esto, es también para mi una satisfacción tener el privilegio de trabajar en la Unidad Académica de Ciencia Política de la UAZ, donde con total libertad nos hemos permitido cuestionar(nos): muchos allí creemos en la crítica como trabajo intelectual y acción.

No asistiré a recibir mi reconocimiento porque tengo diferencias con la forma como la administración de la UAZ entiende la “autonomía universitaria”, pero a quienes cuestionan generalizando lo que hacemos les invito a que se acerquen a esas otras formas de ser y hacer academia, que existen, están ahí, son necesarias. La producción colectiva y dialógica del conocimiento es fundamental. No reproduzcamos clichés que sólo siguen la lógica de la universidad sin sentido. La corrupción más rampante de la universidad está, incluso, fuera de ese circuito de investigación, y el arribismo se presenta con complejos de intelectualidad que reproduce esquemas patriarcales. No compremos la idea de que el compromiso es antónimo de la calidad. Al contrario, uno de los mayores compromisos que podemos tener como universitarios es hacer investigación de calidad y pertinente.

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