La mayoría de las corrientes políticas que se reclamaron alguna vez partidarias del marxismo en México, hace tiempo ya que se distanciaron y renegaron de sus postulados. Una gran parte de ellas (se recordará), dieron la espalda al programa de la revolución socialista para fundar el PRD y abrazar una “nueva idea de revolución”: la democrática. Después de la caída del Muro de Berlín y del derrumbamiento de la Unión Soviética, sus fundadores pensaron que eso era lo mejor para un país como el nuestro, económicamente dependiente y con un vecino poderoso al norte de la frontera.
Ese proyecto de revolución democrática, “pacífica” y “por etapas”, mostró después de 25 años de entrenamiento, sus enormes limitaciones al toparse con la mano dura de un régimen que asesinó a millares de militantes, pisoteó la Constitución y destruyó las conquistas de los trabajadores del campo y la ciudad. Y no solo eso, el proyecto de revolución democrática terminó incorporándose al régimen que dijera combatir. Aquellos viejos “marxistas” –que consiguieron a cambio algunas diputaciones, gobiernos estatales o municipales– en realidad se habían alejado ya de Marx y de sus continuadores mucho tiempo atrás. Su dimisión inició cuando se encerraron en esas dos corrientes políticas enemigas de la clase obrera: el reformismo y el revisionismo.
Será bueno no olvidar esa parte de la historia. Pero frente a los acontecimientos actuales (pobreza, inseguridad, descrédito del gobierno y del sistema vigente de partidos etc.) es necesario y hasta urgente, repensar a Marx como herramienta de análisis y como guía para la acción política; comprender su actualidad, enriquecer su teoría a la luz de las nuevas experiencias y construir, en la lucha contra los enemigos de clase, un polo de izquierda con los que hoy se movilizan contra la opresión.
Daniel Bensaid (1946-2010), en una entrevista sobre la actualidad del marxismo, puso en el centro de la visión de Marx, la experiencia de la Comuna de Paris de la que -según sus propias palabras- encarnaba “la forma finalmente descubierta”. Esto es -la democracia “desde abajo”- para impulsar no la mejora sino la ruptura del orden social y jurídico establecido para sustituirlo por uno nuevo“.
“Las luchas y movimientos sociales de resistencia y oposición, parecieran hoy más eficaces que las organizaciones partidarias. Su aparición está marcando el comienzo de un nuevo ciclo de experiencias sin las cuales, efectivamente, nada sería posible. Pero, así como Marx reprochó a sus contemporáneos una “ilusión política” –consistente en la creencia de que la conquista de libertades civiles y democráticas eran la verdad última de la emancipación humana– nosotros podemos constatar en nuestros días una “ilusión social” parecida, según la cual los movimientos de resistencia al liberalismo serían –en ausencia de una alternativa política— todo nuestro horizonte. Pero ésa es una versión “de izquierda” sobre el “fin de la historia” -dice Bensaid-. Y agrega: “La fórmula de “cambiar el mundo sin tomar el poder ha envejecido pronto…. El asunto es tomar el poder para cambiar el mundo…”.
Marx analizó y previó la globalización mercantil ahí donde la mayoría se contentaba con describir la superficie de las cosas. Su legado indispensable, ayuda a comprender las raíces de la crisis civilizatoria actual cuya productividad irracional genera pobreza extrema al mismo tiempo que amenaza el futuro de toda forma de vida en el planeta.
Existen evidentemente, cuestiones que Marx, Engels, Lenin o Trotsky, no pudieron prever o que atendieron sucintamente. Una de ellas es la cuestión ecológica de la que es necesario profundizar. Debido a la explotación sin límite de la naturaleza, posiblemente se haya llegado ya a un punto sin retorno en el que nadie puede saber hoy si los daños al ecosistema, la biodiversidad y el equilibrio climático, serán reparables. También se ha ido profundizado en las relaciones de género con los problemas específicos de la mujer, las relaciones entre lo individual y lo colectivo, etc.
Sin embargo, habrá quienes ya no quieran oír más sobre la lucha de clases y hasta duden de la existencia del proletariado (aunque no de la patronal). A esos les bastará con estudiar la distribución de las ganancias para verificar su existencia. “Los ideólogos o los renegados que pretenden tratar a Marx como a “un perro muerto”, pasado de moda y obsoleto, no tienen para oponerle más que el retorno a los economistas clásicos, o a la filosofía política del siglo 17. Pero la lógica marxista que desbordó su tiempo y anticipó el nuestro, hace que Marx siga siendo un contemporáneo mucho más joven y estimulante que todas esas pseudo-innovaciones liberales”.
Ciertamente el marxismo no será la verdad última para la comprensión de la sociedad contemporánea, pero sí un referente obligado. Por eso, construir una alternativa a luz de su teoría, es y seguirá siendo, una tarea larga que precisa de paciencia, convicción y firmeza. Sin su apoyo la resistencia de los de abajo no tendrá mejor futuro. ■