Lo ideal sería una sociedad justa y equilibrada en donde todos cumplieran su función con apego a las leyes establecidas; nuestra realidad es totalmente distinta: la injusticia y el desequilibrio prevalecen en todos los órdenes del estado. No hay institución que no esté padeciendo algún grado de crisis, es como si de pronto, los presagios previos al fin del mundo nos alcanzaran y estuviéramos puliendo los últimos bordes de nuestra vida, por lo que considero necesaria una reflexión profunda sobre los mecanismos actuales de presión que ejercemos como parte de gremios, sindicatos y demás organizaciones. Las marchas, plantones, huelgas, cubetas sobre las vías de comunicación, mantas y cartulinas, deben pasar a la historia y dar paso a nuevas formas más innovadoras, trascendentes y de mayor impacto. Los viejos luchadores sociales y grillos que ya pintan canas, han ejercido las mismas formas de manifestación y se han encargado de trasmitirlas a las nuevas generaciones de inconformes pero con similares resultados. Lamento mucho que sólo algunos que en determinado momento enarbolaron causas sociales, hayan trascendido en la vida política, económica o social, sin embargo, las grandes masas han quedado en el anonimato, en la oscuridad de la lucha sin gozar de las mieles del poder que endulzan los paladares más rojos. Considero importante idear otras formas de acción política que no impliquen trasgredir los derechos de terceros, como el derecho a la educación que se vulnera con la huelga, o el derecho al libre tránsito que se pisotea ante los bloqueos y marchas recurrentes, por lo contrario, el primer filtro para tener negociaciones afortunadas, es la elección adecuada de los dirigentes y líderes y, para ello, es fundamental madurar socialmente, primero elegimos o vendemos barato nuestro voto y después no encontramos la forma de sacudirnos tanta sanguijuela que hemos construido a sabiendas de que nos sangrarán hasta más no poder; de esta forma, las protestas, plantones y marchas posteriores a nuestra mala elección, no resultan positivas para consolidar los derechos que como individuos tenemos, si acaso, la comisión o el líder son los que obtienen jugosas razones para alterar, levantar o extinguir los movimientos con todo y sus justas demandas, atractivas lonas e ingeniosas consignas; así se abarata la política y los órganos del estado están preparados a la perfección para apagar la misma forma de hacer fuego. También es urgente inyectar sangre nueva a las momificadas instituciones, ya que definitivamente, los apolillados políticos de siempre, siguen haciendo las mismas tácticas de guerra, algunas de ellas tienen nombre y apellido, lo malo es que los nuevos grupos de manifestantes, generalmente jóvenes, copian hasta el tono sesentero de los discursos y, definitivamente, no hay nada nuevo en la forma de manifestarnos y de oponernos ante las recurrentes crisis que tras bambalinas se han cocinado para afectación de las mayorías, esto resulta magnifico para el estado, que se congratula ante las mismas formas de presión, se burlan de las semejanzas intergeneracionales que existen entre manifestantes jóvenes y viejos, hemos permitido que se nos falte al respeto ante la ausencia de intelectualidad que le impregnamos a nuestros estilos de inconformarnos, es más, dichas formas corresponden al siglo 19 y no hemos sido capaces de idear otras que se apeguen a los retos del siglo 21, tan retrógradas son nuestras estrategias que el padre gobierno se adelanta a los tiempos y hasta una partida especial tiene para apagar nuestra sed de justicia. Debemos evolucionar sin duda y, sobre todo, enseñarle a los jóvenes nuevas tácticas que motiven el dialogo, la tolerancia y mejores resultados a sus demandas ya que no es afortunado colgarle más dolor a la herida social que sangra ante tanta corrupción, inseguridad, crisis económica, perdidos y aparecidos, desempleo y demás designios que nos golpean en este valle de lágrimas. Modifiquemos los estilos de participación, sorprendamos al estado con nuevas tácticas, pongamos a pensar y a trabajar a los asesores sabelotodo que ante las mismas prácticas siempre salen victoriosos. Debemos iniciar una revolución intelectual que cambie las estrategias de presión, teniendo como base, la participación de los jóvenes cuyos ímpetus han servido únicamente para que unos cuantos suban sobre sus hombros para saborear los placeres que brinda el poder. Ojalá. ■
*Coordinador de la Comisión de Legislación Ambiental del
Consejo Consultivo para el Desarrollo Sustentable