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domingo, 23 junio, 2024
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“Usamos la música para todo”, resaltan los integrantes de los Solistas alfonsinos

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Por: ALMA RÍOS •

■ Los jóvenes ponderan este arte como medio de obtener salud física y social

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■ El dueto ofrecerá en la capital un concierto a las 18 horas el 28 de julio

Héctor Saucedo –violonchelo- y Miguel Angel Gamboa –viola-, los Solistas alfonsinos, son dos jóvenes que han viajado los últimos cuatro años de su vida ofreciendo audiciones en salas de concierto, pero también, en escuelas de diferentes niveles académicos, orfanatos, asilos, penales, hospitales, clínicas y las calles, de entre otros estados, su natal Monterrey, Guadalajara, Distrito Federal, Guanajuato, Querétaro y Zacatecas, donde arribaron el pasado 8 de julio y en el que ofrecerán en la capital un concierto a las 18 horas del 28 del mismo mes.

Ofrecen entre sus argumentos para deambular literalmente “con la música por dentro”, el dato de que menos de 2 por ciento de la población en México acude a los conciertos, ya no de música clásica, sino formales, y la convicción de que como una de las siete inteligencias atribuidas a nuestra especie, la música forma parte intrínseca del ser humano, pero también puede ser un factor que ayuda a reparar el tejido social.

En un intento de acercarse a todos los públicos y géneros, pues interpretan lo mismo a músicos de culto y referencia dentro de la música académica como Bach, Rachmaninov o Brahms, que porras de equipos de futbol, bandas sonoras de películas o música de Agustín Lara, Roberto Gómez Bolaños Chespirito o Juan Gabriel o bien, éxitos del rock en sus diferentes vertientes, así como sus propias composiciones, buscan mediante conciertos didácticos, interesar a sus audiencias infantiles y juveniles en este arte y confían en “la cultura” como medio para  formar gente “íntegra” menos propensa a la violencia y la corrupción.

Su propósito incluye desacralizar a la música clásica para quitarle su envoltura elitista y llegar a las personas “que piensan que este tipo de música es para gente que sabe o tiene dinero”.

“Muchas veces la música es elitista. Hay un festival en la ciudad y solamente la gente del medio o los que conocen van. Qué feo para nosotros como artistas que estés en un concierto y no se llene, o se llene de gente que cree que sabe”, comparte su punto de vista Héctor.

En México aseguran, estamos en un proceso cultural que para ellos implica sumar al mismo la espontaneidad y “sacar el instrumento (a la calle)” para acercarse a la gente porque “si uno pone barreras haces más complicada la difusión de la cultura, la haces más hostil. Y la idea es ablandar a una sociedad inmersa en la violencia”, esta última, a la que entienden como producto de la falta de una inversión en la cultura de manera adecuada, expresan en voz de Miguel Angel.

Autodefinidos como “amplios”, versátiles y visionarios, esperan que lo que hacen tenga un efecto palpable en la vida de las personas a quienes interpretan su música y critican a los colegas que refieren sus clases magistrales con “tal maestro, o el maestro x”, pues después de ir a la tienda de la esquina y preguntarle al bolero por estos personajes resulta que “no existen”. Es decir, son tan lejanos que se convierten en desconocidos socialmente.

“Realidad” es una palabra que surge una y otra vez en la conversación. La realidad nos dice que en México “está la cosa de la patada” en los ámbitos político, económico y social. La realidad también expresa que en este país “primero tienes que educar a la gente” y que la profesión de músico no es respetada porque no se enseña formalmente en las escuelas como las matemáticas, el español o las ciencias, que luego pueden expresarse socialmente como respeto hacia los profesionales que las ejercen: ingenieros o arquitectos, ejemplifican.

Enseñar música no es formar rondallas o coros, dicen, ni generar talleres, sino transmitirla formal y disciplinadamente como se enseñan otras materias.
Es también “la realidad” algo que hasta un músico académico tiene que enfrentar. La de encontrarse en un país “malinchista” en el que para los nacionales es difícil se abran las puertas en el sector cultural, pues para ellos “no hay presupuesto”.

“Tienes que ser ruso o cubano”. La condición de ser músico extranjero implicará que “sí te pagarán”, dicen.

“Y bueno, así lo hacemos y nos da orgullo”, dice nuevamente Héctor, aludiendo a la labor que hacen sin apoyo y sin presupuesto institucional.

Pero otra vez acuden a “la realidad” para hacer ver que la necesidad de un músico es tocar. Por eso no te vas a cerrar y vas a cruzar los brazos sin hacer nada, dice Miguel Angel, y agrega, tenemos muchos músicos colegas que están esperando “la llamada…”la famosa llamada”, secunda Héctor.

Los músicos y los artistas en general no pueden encerrarse y estar en este caso, “a toque y toque” sin conocer lo que es pagar una renta, el recibo, el mandado. Ese es parte del argumento de los Solistas alfonsinos para salir a tocar a la calle.
Salir y ver la catedral y “¡guau!”, toparse con la realidad que puede incluir que “me escupieron o me aventaron”, comenta Héctor, luego agrega Miguel Angel “o me asaltaron o me quitaron la cartera…la realidad”.

La música es también es una realidad y sirve entre otras cosas o les ha servido a ellos, para salvar vidas cuando la interpretan en asilos de ancianos en estado de abandono o enfermos o a niños con cáncer.

“Usamos la música para todo, para mejorar la salud personal y social. La música es una herramienta universal y tiene muchos significados para nosotros en nuestra vida puede ser laboral, académica, puede ser social y puede ser humanística”, argumenta.
 Pronto, tras años de tocar sin que les paguen en México y sostenidos por empresas que conocen su labor y les aportan mensual o anualmente alguna cantidad, los dos jóvenes de 21 años que bautizaron su dueto para aludir a la figura de un regiomontano universal Alfonso Reyes, en busca de seguir sus pasos en la trascendencia de su obra, viajarán a Boston para permanecer en aquel lugar durante un año y luego volver “a nuestro país a retribuir”.

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