Es uno de los personajes ideales del panismo del siglo XX, dinámico, mente brillante, acertado en distinguir las estructuras democráticas del rumbo mexicano, lo que fue la pura lucha cívica desde la calle a lo fraudulento , la concesión hacendosa para salir todos adelante: discurso tronante que quiso dar cuenta de lo que pugnaba el calderonismo en el que se situó como adalid de los inconvenientes legales con solución a la deriva, darle vuelta al conflicto, ser testigo de mil batallas, una fundamental: el supuesto alcoholismo exacerbado -muy bien documentado- del entonces presidente espurio Felipe Calderón.
Así lo retrata el hecho irrefutable de que el Senador Alejandro tuvo que proveerle de botellas del wiski más caro en la convención panista de Querétaro de 2009, en donde el presidente narciso desahogaba las trifulcas en las que andaba metido: la presión de poderosos grupos estadounidenses por involucrar al policía pandillero Genaro García Luna al frente del negocio de las drogas y del tráfico de armas y el secuestro, el apoyo irrestricto al cartel de Sinaloa que permitía el lavado de cientos de miles de millones de dólares en el sistema bancario estadounidense, turnar los avatares, dejar la ignominia de ser juguetes del destino, ser muy panistas, es decir, traicionar las páginas de la gloria popular por los renglones ultra retorcidos de grandes cantidades de dinero mal habidos entre sus familias y sin dejar de aparentar ser institucionales y guerreros.
Así lo documentan libros y artículos de gran calado y en donde el ex presidente chaparro Calderón, de mal humor y ansioso y en el pleno ejercicio de sus facultades presidenciales, ansiaba seguir bebiendo y le exigía al senador potosino le llevara las botellas para seguir la juerga insensata y el, muy diestro y cumplidor, así se lo facilitó.
Alejandro Zapata Perogordo fue -es? – siempre un panista descollante, de consulta, confiable, amable, de mucha inteligencia, escalando paso a paso lo que tenía por hacerlo candidato dos veces a gobernador o ser senador que decía lo indispensable: el festejo de una ambición partidista partiendo madre y media para tener lo tangible, la fuerte personalidad, el advertir que el panismo descubierto fue -es- o un enemigo destructivo, o un reducto de luchadores sociales o un gran tajo de malvivientes del hampa de la politiquería en pos de enriquecerse en el servicio público.
Al paso de los años el gran Alejandro Zapata Perogordo se refugió en su ciudad natal en un deslumbrante despacho de abogados y escribiendo artículos para revistas y periódicos del país.
Pero esa experiencia del calderonismo cimbró a todo el país y dejó desnudo el paisaje de ese partido ante la nación y ante ellos mismos: la nobleza nunca existió en las cúpulas, por el contrario, fue la pugnacidad, la alianza del terror, la tapadera, el insulto de la corrupción, la debacle moral en la que muchos creían. Zapata Perogordo no fue arrastrado en esas lides, aunque sigue orgulloso en la militancia y sus alianzas permisivas.
A mí en lo personal Alejandro siempre fue una propuesta de frescura y con los pies en la tierra, esencial en mi primer viaja a la Argentina de 2008 y en donde sus cartas desde el senado ante la embajadora mexicana en Buenos Aires y las misiones profesionales diplomáticas del estado mexicano, le permitieran a un mexicano y su hijo entrar al paraíso bonaerense con su guitarra y sus propuestas educativas, las cartas gitanas, la educación básica de un enclave gitano en Buenos Aires y grandes extensiones territoriales que funcionaron a la medida,- aunque sea solo de palabra- -de mucho valor porque impulsó lo nunca descarriado, nuestras ansias periodísticas, nuestro afán de ser poetas bajo otra perspectiva y el mucho empeño y la solidaridad continua.
Fui recibido y apoyado por la misión diplomática en los momentos más turbios donde fui encarcelado -detenido pues- dos veces y denunciado por autoridades argentinas por involucrarme abiertamente en asuntos internos y en contra de estafadores colombianos y ecuatorianos en amplias villas de la provincia de bonaerense, ciudades como Pilar, José c Paz, Derqui, San Miguel Hurlingham y en donde grupos engañosos de manera descarada y abiertamente, engañaban a peronistas que anhelaban un cambio en sus vidas y caían sin remedio en la estafa directa. El indio Ticuna y sus hechicerías ramplonas, el mago colombiano tafer, exigiendo grandes cantidades monetarias por aparecer a familiares alejados o amores imposibles, los brasileños humbandas y los pays y mays bañándonos con sangre de gallina negra en supuestas limpias y desmanes emocionales de alta hechiceria y mucho bandoleaje.
Ahí Alejandro, -sin querer queriendo – coadyuvó a que la embajada mexicana, a mi hijo de 8 años y a mi, nos dieran permisos, perdones, exenciones de impuestos y multas en migraciones, prebendas que nos permitieran el regreso triunfante y la salutación de miles de argentinos que siempre fieles a nuestra línea mexicana, de que siguiéramos jocosos y versátiles, atravesados y saludadores, veedores y cronistas insaciables de la historia argentina y sus procesos penales y universales en la literatura más increíble de todos los tiempos.
Poco tiempo después, el estado argentino nos proporcionó la radicación, atención médica y despensas, educación gratuita a mi chinicuil, todo ello en programas sociales populares a padres viudos o desencajados de la violencia femenil.
Hace unos días le hablé para saludarlo por el día del padre y que me facilitara contactarme con Fuensanta Medina, diplomática de carrera y a quien deseo ver por muchos motivos, pues su señor padre don Jesús Medina Romero -quien fue mi maestro en un taller deslumbrante del español- fue nombrado en nuestras pláticas sabatinas y entonces surgió la idea y le hablé y me contestó como siempre muy a todo dar, como el gran hermano que siempre ha sido y nos escuchó desde lo mas profundo del proletariado de una provincia muy gitana y llena de propuestas internacionales y mundanas.
Sigo esperando el contacto de la embajadora Fuensanta.
Pd.- varias veces la embajada nos hizo paro, días y días merendando como reyes, Ángel jugando por toda la sede diplomática, yo leyenda cartas a cónsules y secretarias, entrando en salones y pasillos llenos de alfombras, cafés y galletitas.
Pd.-Alejandro-muchos años antes- siendo presidente Municipal de la señorial ciudad Potosina, nos dio siempre trabajo como músicos, talleristas y revisteros.