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domingo, 20 abril, 2025
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Los matachines en Estados Unidos: uniendo brechas culturales

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Por: LUVIA ESTRELLA MORALES RODRÍGUEZ •

Estados Unidos se distingue por ser un crisol de culturas y religiones. Es una sociedad en constante movimiento que se transforma a través del tiempo. Por supuesto, los mexicanos han contribuido a esa tendencia desde perspectivas religiosas, musicales, gastronómicas, etc. Desde un ámbito religioso, los mexicanos han llevado consigo su manera de adorar a Cristo, de venerar a la Virgen de Guadalupe y a los Santos a través de las danzas de matachines. Es común encontrar en las iglesias católicas estadounidenses a danzantes que ejecutan bailes típicos mexicanos como la encrucijada, la cruz, la malinche, el viejo, la pluma. Las danzas típicamente van acompañadas con diversos instrumentos tales como el violín, la sonaja, los cascabeles y los tambores. Por tanto, incluyen todos los aspectos que ordinariamente se utilizan en México. Aunque los historiadores aseveran que estas danzas tienen una mezcla de influencias españolas e indígenas, a simple vista, los atuendos de los danzantes tienen más rasgos indígenas que españoles. Esas características autóctonas trasmiten un exotismo vasto a personas de todas las razas en un país multicultural como es Estados Unidos.

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La conjunción de las danzas, la música y la vestimenta de los hombres y/o mujeres que conforman las cuadrillas de matachines es atrayente a los espectadores en Estados Unidos. No solamente hispanos, sino también antropólogos, folcloristas y espectadores de otras razas pueden apreciar una singularidad apremiante en las danzas. Este tipo de baile es un espectáculo exótico no solamente religioso porque atrae la vista y el oído de los espectadores con la ejecución de movimientos difíciles, aunados con trajes originarios y música sencilla. Si el exotismo es el gusto por lo extranjero, los anglos o personas de otras razas no necesariamente tienen complacencia por todos los aspectos culturales hispanos-mexicanos. Aun así, la danza de los matachines ha logrado cautivar a aquellos que la contemplan. Es una danza que ha sido adoptada y aceptada como arte legítimo y como ofrenda a Dios en los recintos católicos estadounidenses. Sin embargo, esta aceptación cultural es reservada porque los espectadores no hispanos la disfrutan, pero no tratan de bailar igual a los matachines como forma de adoración a Dios o veneración a la Virgen o a otros Santos. Los espectadores se limitan en disfrutar las expresiones de los danzantes utilizadas para manifestar sentimientos religiosos. En consecuencia, esta danza ha trascendido más que otras cargadas de acrobacias, fuego o teatralidad. Inclusive, a veces, las parroquias situadas en barrios de altos estatus socioeconómicos hacen donaciones a grupos parroquiales pertenecientes a otras áreas con feligreses mayoritariamente hispanos. Las donaciones monetarias ocasionales se hacen con la condición de que los grupos hispanos lleven matachines a danzar durante días específicos a las iglesias conformadas por gente anglo con mejores percepciones económicas. 

Un ejemplo específico sobre esta aceptación cultural es el gran festival que está organizado la arquidiócesis de Oklahoma City. La arquidiócesis está convocando a una competencia mayúscula de matachines para el 21 de septiembre de 2024 con el propósito de catequizar, educar y resaltar las tradiciones hispanas en torno a los matachines. Este festival se llevará a cabo en el campus del Santuario del Beato Stanley Rother dado que la danza es una forma de adoración al Señor como bien se menciona en el Salmo 149:3: “Alaben su nombre con danza” y el Salmo 150:4: “Alabarlo con pandero y danza”. Por consiguiente, los estadounidenses creyentes han descubierto en años recientes que existe otra forma de comunicarse con el Ser Supremo. Es decir, las personas católicas de EE.UU. pueden interpretar la danza de los matachines como inspiración divina que conlleva a una verdadera adoración. Por ello, ha sido catalogada como un instrumento de adoración con influencias indígenas mexicanas e importada por los migrantes de origen mexicano o por los descendientes de estos. Entonces, para los danzantes mexicanos que residen en EE.UU. ser matachín representa una oportunidad de extender la manera de adoración aprendida desde la niñez.

Desde otro ángulo, es importante recordar que la danza de los matachines tiene orígenes prehispánicos que posteriormente fueron combinados con las enseñanzas católicas traídas durante la colonización española al nuevo mundo. Antes de la colonización diferentes pueblos indígenas bailaban para sus dioses. Con la evangelización los bailes indígenas sobrevivieron, en cierto sentido, pero fueron redestinados al Dios Trinitario (monoteísta) y el acostumbrado politeísmo prehispánico desapareció o disminuyó según la región del país. Por otro lado, según algunos antropólogos, los matachines surgieron a partir de un baile traído por los soldados, misioneros y colonialistas de Europa al nuevo mundo dado que hay similitudes entre los matachines y danza morisca. Sin menospreciar el origen de la danza, se destaca que estos bailes son exclusivos de la religión católica romana-mexicana donde el sincretismo del país es singular ante los ojos extranjeros. Concretamente, hay varios vestigios de combinaciones (sincréticas) de creencias en las tradiciones religiosas de México que van más allá de bailes como es el caso de la celebración del día de muertos. 

Igual que en México, en EE.UU. la danza, la música, la ropa y la coreografía varían dependiendo del grupo organizador. Algunas veces los grupos incorporan el baile de un monarca, de una Malinche, de unos capitanes, de unos hombres disfrazados y siempre de una cuadrilla de matachines. Sin embargo, en EE.UU. no importa si los espectadores no saben quién fue la Malinche porque las representaciones de las danzas permiten que personas de distintas culturas interactúen y disfruten al utilizar el lenguaje universal de la música y el baile. Entonces, si una cuadrilla de danzantes representa o no a la Malinche, los espectadores no mexicanos no la echaran de menos. Contrariamente, en México, la Malinche también es conocida como Marlintzin, Maringuilla o Mariana y es típicamente representada con una niña inocente vestida de blanco que baila entre las largas líneas formadas por los danzantes. Por supuesto, ella tiene una importancia considerable para algunos grupos danzantes, la cultura y la historia nacional mexicana. Específicamente porque ella ayudó al conquistador Hernán Cortés como interprete, consejera y mediadora provocando un alborotó nacional por siglos. Por consecuencia, la inclusión de la Malinche hace que la danza adquiera una profundidad indígena solamente para los conocedores de la historia y no para los extraños. Por otro lado, si la Malinche sí es incluida en los bailes en EE.UU., probablemente solamente los mexicanos sabrán que esa niña vestida de blanco personifica a una mujer náhuatl (desleal para muchos). 

Desde otra perspectiva, esta danza crea vínculos sólidos entre los miembros de cuadrillas danzantes. Dicho de otra manera, las reuniones para ensayar los pasos de baile suelen crear lazos afectuosos entre los participantes dado que en EE.UU. las personas tienen menos oportunidades de reunirse por circunstancias laborales, académicas o de otra índole. El ensayo es la oportunidad perfecta para los migrantes mexicanos de revivir las viejas tradiciones aprendidas desde la niñez en el nuevo país que los ha acogido. El simple hecho de ensayar junto a familiares, amigos y conocidos puede conducir a una especie de fiesta entre ellos. Puede desenvocar en una improvisada taquiza o carne asada porque el mexicano en EE.UU. valora el pertenecer a un grupo o grupos de personas que tienen similares ideas, costumbres y modos de recreo. Conjuntamente, con la perdida de espacios para socializar entre grupos que comparten los mismos orígenes, en comparación a los existentes en México, las cuadrillas mexicanas encuentran en los lugares de sus ensayos un espacio nuevo, no solo para bailar, sino también para disfrutar con sus amigos y conocidos.     

El rigor de las reglas suele ser moderadas porque los danzantes valoran el poder adorar, venerar y socializar sin sentir presiones superfluas. Por ejemplo, usualmente los números de los danzantes no son rígidos. Un grupo puede estar conformado por 10, 20 o 30 personas. El número de participantes se va modificando conforme encuentran personas que deseen unirse a las cuadrillas.  En contraste, en México, comúnmente las cuadrillas están conformadas solamente por hombres, por mujeres o por niños. Rara vez se da una combinación de géneros y edades. En EE.UU. es común ver grupos de mujeres danzando con sus hijos pequeños u hombres danzando con sus hijos porque las abuelas no siempre pueden fungir la acostumbrada tarea de niñeras al no vivir cerca de los nietos o vivir en su país natal. Cabe mencionar que similar a México, los grupos masculinos son los predominantes. Por lo tanto, son los hombres los que bailan en los eventos más aglomerados y de mayor alcurnia religiosa. 

Finalmente, se asume que la manera de adorar a Dios se está homogenizando poco a poco entre los mexicanos y otros grupos raciales católicos en EE.UU. Que tal homogenización religiosa está profundizándose de manera continua porque los matachines han tenido un alto grado de aceptación en los recintos católicos estadounidense. Amén que los bailarines de origen mexicano han sabido conservar y heredar las características más significativas que componen la esencia matachín.  

AUTORA: Luvia Estrella Morales Rodríguez (EE.UU.) también conocida como Luvia Estrella Rodríguez Mendieta (MEX) es licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma de Zacatecas y doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Oklahoma.       

Descripción de la fotografía: En la imagen aparece un grupo de personas que conforman la Danza San José de la parroquia que lleva el mismo nombre, en la ciudad de Norman, Oklahoma. El grupo se fundó en el año de 2017 por encargo del padre Scott. A. Boeckman. La fotografía fue tomada en el Santuario del Beato Stanley Rother.  

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