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lunes, 21 abril, 2025
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Un cuerpo ante la muerte

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Por: La Gualdra •

La Gualdra 664 / Poesía / Libros

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Por Mario Alberto Medrano

En su libro El lenguaje del poema, Mario Montalbetti, ese extraordinario poeta peruano, parte del vínculo integral entre el verso -la parte- y el poema -el todo-, además de establecer que el lenguaje es una herida que sólo puede sanar cuando es drenada de sentido (en el sentido lingüístico). 

Además, defiende (no sólo en este libro de ensayos, sino de en sus poemas) que el silencio es parte fundamental del lenguaje, entonces también del poema, “porque solamente con esos silencios podemos balancear lo dicho, ofrecer un contrapeso”, dice el escritor. 

Parto de lo dicho por Montalbetti para adentrarme en el libro Hermana muer(t)e (Biznaga editoras, 2024), de la escritora jalisciense Sara Raca. En largo poema la autora nos cuenta sobre Martha, su hermana, quien está en un proceso hospitalario, a punto de morir, pero no sucede. La relación entre el cuerpo y el lenguaje es esencial en este libro. 

Cada verso deja clara la intención personal de esa “contorsión horizontal”, su fuerza en solitario, la articulación del lenguaje en cada una de esas unidades que componen el poema, porque este es un solo poema, una sola declaración de intenciones. 

Hermana muer(t)e tiene un decir poderoso, y el silencio está en el ruido blanco de su hermana, un cuerpo que es el receptor de un discurso enardecido, sofocado, frustrado. Es un libro estructurado, con una voz sostenida que deja clara la unidad de todo el libro, no existe momentos menores en este decirse y desdecirse, pues a la autora la asalta la rabia y su contraparte, la violencia y la indulgencia, el odio y la compresión. Sin duda, este poema es una confesión en el instante anterior a la muerte.

La voz evocadora de Raca trae la imagen de una hermana de otro tiempo, tierna, íntima, protectora, que ahora se halla en una cama de hospital al servicio de un grupo de doctores, y la poeta pide que los cague, los vomite, se levante y arme un sonoro caos. La resiliencia, la sororidad, el feminismo también cubren el discurso de la poeta. 

De Hermana muer(t)e diré lo que en otro momento dije de Codex corpus, de la poeta boliviana Paola Senseve, “es un libro de amor…, de sutura de esa ausencia corporal […] es una respiración asfixiada. Su ritmo y la voz que narra irrumpen con la violencia y la velocidad de un estertor, otras como un lamento”. Al leer el libro de la jalisciense, recordé inevitablemente el de la boliviana, por su conexión con un ser amado, una mujer cercana, que repercutió en la vida de las autoras. 

 Esta hermana muerte, que es una clara referencia a san Francisco de Asís, es familiar y y cercana. Dice Raca: “porque no es la muerte, sino los fantasmas que despiertan…”, “que caiga sobre mis hombros la herencia/ de ser “la última mujer” de la casa/y me sienta obligada y digna/ de digerir tu novenario/porque me inculcaron el verbo con cuidado”.

A lo largo del poema, la religión (la elegía y la liturgia) aparecen constantemente, así como el amor por el lenguaje, por el verbo y la palabra. En esta penitencia que es un eco que se ve perdurar, la estridencia que Raca se compone de una sinceridad fraterna. Sara no es indulgente y reclama y ausculta la muerte con sus gritos, con la confesión.

La mierda, el baño, los pisos, los orines, el vómito son parte de la semántica de este libro, que son símbolos de la ausencia, el hartazgo, el dolor, la furia y la nostalgia. Este espacio en blanco (como el hospital) se va llenando de significados. 

La poeta nos permite conocer no sólo el espacio, sino también el tiempo de la tragedia. El libro inicia el 19 de diciembre de 2016 y la última fecha es el 28 de diciembre del mismo año, cuando le dice a Martha “ahora que te pusiste morada sí me asusté./ No andes haciendo eso./ Me da un escalofrío muy antiguo/y un temor de culebra recorre toda la tierra./[…] Se ha puesto violácea la Bruja/de mis cuidados se aleja./ Dicen que es color de las salvajes/cuando por fin,/su madre luna las busca. Este parece ser, nos dice Sara, el fin de Martha. 

Este libro es frontal. Poco conozco de la obra de Raca, sólo algunas esquirlas o por voces de grandes lectoras de poesía, como mi esposa Aída. Leí Hermana muer(t)e sin el prejuicio de lo exterior, sino sólo a una poeta que escribe con honestidad y fuerza, versos de arte mayor y algunos momentos de prosa poética. Recorrí este hospital y el cuerpo del poema con la reverencia que se hace a la muerte, hallando una voz muy sostenida y carencia de artificios. Lo que dice Sara siempre llega con la fuerza y contundencia de una flecha. Tampoco zigzaguea. 

Hermana muer(t)e es el inicio y el fin. 

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