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miércoles, 24 abril, 2024
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‘Salvar el fuego’, de Guillermo Arriaga

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Por: Miguel Ángel De Ávila González •

La Gualdra 457 / Libros

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Esta novela es, ante todo, una historia de amor entre Marina y José Cuauhtémoc; pero no es una novela rosa, encuentro relación con Madame Bovary, Ana Karenina o con la historia que se cuenta en Por quién doblan las Campanas, de Hemingway. El amor puede ser una fuerza destructiva que puede crear caos, pero también esperanza. Es el encuentro más profundo con uno mismo.

La historia se da en tres voces. Una corresponde a Marina, narrada en primera persona, esta cuenta en forma lineal lo que va sucediendo; es una mujer casada, 38 años de edad, con tres agraciados hijos, que vive con lujos, heredera de una gran fortuna. Falleció su padre -quien era constructor- cuando ella tenía 20 años; en lugar de conformarse con ser una niña bien, se inclina por ser una coreógrafa de danza contemporánea y con el dinero que hereda compra una compañía: Danzamantes, a la que se le agrega una academia.

Su esposo se llama Claudio, es una magnífica persona y también muy rico. Tiene dos amigos, Héctor y Pedro -una pareja gay-, quienes del mismo modo son poseedores de una inmensa fortuna: Héctor es un cineasta famoso que heredó algunas minas de carbón y ostenta un patrón de consumo muy elevado, se financia él mismo sus películas. Pedro tiene una fundación llamada Encuentro que ayuda a sectores desfavorecidos de la población para proporcionarles una aproximación al arte y a la cultura; cree que son una herramienta valiosa para que quienes viven en la miseria tengan un poco de esparcimiento, de reflexión.

Ellos invitan a Marina y a su compañía de danza a dar una función en la cárcel y ahí se topa José Cuauhtémoc, un multihomicida condenado a 50 años de prisión; no es un reo común, es un tipo que tiene amplios conocimientos de música clásica, cine, filosofía, literatura y danza contemporánea. Marina se enamora de él y a partir de ahí descubre un México que no se imaginaba. Nos introduce a lo más profundo de sus sentimientos y nos permite comprender por qué hace o deja de hacer las cosas. Cuesta trabajo entender muchas de sus decisiones.

Hay una segunda voz: un narrador omnisciente que cuenta la historia en tercera persona de José Cuauhtémoc desde que está un poco antes de salir a la cárcel hasta que vuelve a ingresar y conoce a Marina. El lenguaje que se emplea es el argot carcelario, el pocho fronterizo y en caló chilango.

Cuauhtémoc es hijo de Ceferino intelectual, procedente de la sierra de Puebla, de muy humilde origen, que se forja a sí mismo convencido de que la educación es uno de los principales factores de movilidad social y la mayor fuerza política que puede tener una persona. Adquiere sólidos y amplios conocimientos en el ámbito de su especialidad, incluso se decide a aprender idiomas tomando como ejemplo a Benito Juárez políglota, quien además del zapoteco y mixteco, hablaba inglés, alemán, francés. También dominaba el latín. Ceferino, liberal de buena cepa, Sostiene que los mexicanos somos tan racistas que únicamente hemos tenido un presidente indígena y ningún secretario de Estado.

Su concepción de educación quiere transmitírsela a sus hijos, pero con el método “la letra con sangre entra”; la educación espartana es su modelo (castigos físicos y emocionales de una crueldad inaudita, golpea y lastima a la menor provocación). Quiere que sus hijos se eduquen con mucho rigor, pero se pasa de lanza. En la esfera pública es una persona estimada y admirada por su accionar y su discurso a favor de los derechos de los pueblos indígenas; pero, en el ámbito privado, en lo que respecta a su relación con sus hijos y su esposa, es una persona de muy feos modos, un tiranuelo de aldea.

Una tercera voz (en segunda persona) corresponde a Francisco Cuitláhuac, que en la tumba de su padre evoca su figura. Se refiere a su pasado, a su niñez y la adolescencia, y la de su hermano José Cuauhtémoc. Le reprocha lo abusivo que fue con su madre y su hermana Citlalli.

Recuerda a un padre acomplejado que quiso que sus hijos lograran un muy alto nivel intelectual y cultura dándoles las herramientas necesarias para que fueran hombres de conocimiento, pero los maltrataba, era un padre abusivo (los metía en jaulas como castigo), a su mujer la tenía sometida, no le permitía opinar; era un hombre resentido que trataba por todos los medios de destacar.

Las tres voces son distintas y en tres tiempos, pero poco a poco se empiezan a unir en algún punto, cuando la compañía de danza se presenta en la cárcel y Marina conoce a José Cuauhtémoc; en ese momento todo su mundo se tambalea porque lo que ella conoce como estabilidad se trastoca, se enamora de ese hombre que le hacer ver la vida de diferente manera y a partir de ahí viene esta historia.

En el transcurso de la narración se van intercalando textos que los presos escriben en un taller literario creado por Julián Soto, un escritor encarcelado por agredir a uno de sus críticos. Es una historia que nos muestra una realidad cruda a la que pocas veces nos acercamos, en la que se encuentra instalados la corrupción, el poder, la vileza, el instinto, la sangre, el peligro, la impunidad, el crimen organizado. En paralelo aparecen valores como la solidaridad, la humanidad.

El lenguaje utilizado por el autor es impresionante, real, palpable, porque además nos trasmite todas esas emociones y nos remonta a una zona del país, el norte de México, Ciudad Acuña, Coahuila. Salvar el fuego… además, es de una crudeza asombrosa, nos acerca a una realidad que muchas veces desconocemos o no queremos ver; en todos los sentidos es una visión panorámica de las diferentes clases sociales y los diferentes sectores de la población de nuestro país.

 

 

* * *

Salvar el fuego, Guillermo Arriaga, Premio Alfaguara 2020.

* 1951, Licenciado en Humanidades. Área de Letras, UAZ.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_457

 

 

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