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Trocitos del cerebro de pacientes epilépticos dan luz sobre otros males

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Por: Ap. •

Jueves 13 de febrero de 2020. Seattle. Algunos enfermos de epilepsia han permitido que los médicos, durante una operación, les extraigan trozos minúsculos del cerebro para analizarlos, con la esperanza de que arrojen luz sobre el funcionamiento de ese órgano y abran la posibilidad de nuevos tratamientos.

La epilepsia es una enfermedad que entorpece el flujo eléctrico en el cerebro, causando convulsiones que llegan a producir sensaciones, emociones y conductas extrañas, a veces la pérdida de la conciencia.

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La mayoría de los pacientes no necesitan cirugía y son capaces de mantener sus convulsiones a raya con medicamentos, pero cuando se hace necesario intervenir quirúrgicamente, los médicos a veces piden asistir para estudiar mejor el funcionamiento cerebral.

Durante décadas, investigaciones de pacientes con epilepsia han revelado secretos del cerebro, como la manera en que se relacionan los dos lóbulos. Los experimentos practicados a una persona conocida sólo como H.M., residente de Connecticut ya fallecido, permitieron generar conocimientos sobre la naturaleza de la memoria.

Desde hace mucho la epilepsia ha ayudado a dilucidar la manera en que el cerebro maneja funciones como la memoria, las emociones y la conciencia, explicó Christof Koch, jefe del departamento científico de Instituto Allen en Seattle.

Las convulsiones nos han enseñado más sobre el cerebro y la mente y la relación entre las dos, que cualquier otra enfermedad, agregó.

Fue en ese instituto donde una diminuta porción del cerebro de una paciente de epilepsia, llamada Genette Hofmann, fue extraída para ser estudiada por los expertos.

Las células de Hofmann fueron transportadas in vitro en un congelador portátil, sumidas en fluidos orgánicos artificiales y oxigenados. Al llegar al laboratorio del instituto, el investigador Herman Tung rebanó la muestra en láminas finas para colocarlas bajo un microscopio potente y las preparó para un experimento de tres fases.

Tras colocar el espécimen bajo el microscopio, la investigadora Katherine Baker aisló una célula cerebral y midió su actividad eléctrica. Le inyectó un tinte que llenó la forma enmarañada de la neurona y así dilucidó sus contornos.

Baker extrajo entonces el núcleo de la célula para la tercera fase: saber cuáles genes estaban activos y cuáles inactivos.

Aproximadamente, tres cuartos de esas donaciones al Instituto Allen provienen de enfermos de epilepsia; las demás vienen de pacientes de cáncer.

El Instituto Allen construye una base de datos en Internet con la información de cientos de células cerebrales, disponible para el estudio libre. Espera que esto contribuya a la lucha contra otras enfermedades del cerebro, como el mal de Alzheimer y el autismo.

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