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viernes, 19 abril, 2024
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Las niñas, los niños y su derecho a la ciudad (parte 1)

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Por: MARTÍN LETECHIPIA ALVARADO* •

De acuerdo al INEGI, en nuestro país existen 39.2 millones de niños y niñas, todos ellos son ciudadanos y ciudadanas con plenos derechos civiles y políticos de cuerdo a la convención de las Naciones Unidas del 20 de noviembre de 1989. Pueden por tanto asociarse y participar en la vida comunitaria según su grado de madurez¸ como vemos han dejado de ser protagonistas pasivos, todo esto en teoría porque en la realidad, siguen siendo mayoritariamente sujetos sin voz, sin derechos, sin posibilidad de opinión, en una palabra son invisibles para muchas instituciones, aunque estas digan lo contrario y haya leyes y acuerdos internacionales vigentes.

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Pongamos sólo un ejemplo el derecho que tienen los niños y las niñas a una ciudad sana, sin violencia, segura, verde, lúdica, cultural, transitable, amable y libre. ¿Se cumple en la realidad?

Las ciudades nacieron en la antigüedad como espacios de protección, eran lugares de encuentro e intercambio, pero en los últimos cincuenta años la ciudad se ha transformado profundamente, la calle está dejando de ser refugio y los espacios públicos infraestructuras y edificios históricos se hayan en manos de entes privados que los tienen infrautilizados o congelados. El capitalismo actual, edifica ciudades con proyectos territoriales centrados en el mercado y en el consumismo, sin reglas, carentes de intencionalidad cultural y formativa. Dice Jordi Borja, que la privatización del espacio público puede significar una negación a la ciudadanía y convertirse en un factor de ruptura del entramado social, y es que el espacio público, es un mecanismo fundamental para la socialización de la vida urbana; las clases medias han sido transferidas a la periferia, a casas idénticas y reducidas. Los centros históricos son, oficinas, bancos, negocios.

La modernidad planeadora, quiere un espacio bien diferenciado para cada cosa, comprar dentro de los malls, comida en restaurantes, pintura en galerías, etc. Y la calle sólo es para transitar, y la calle abigarrada, pintoresca, llena de voces, de vida va desapareciendo según la ley que puedes verificar y dice: “en tanto mayor es el poder económico de un barrio, menor número de gente en la calle e inversamente” esto nos los hace notar Hugo Hiriart.

Las niñas y los niños han sido históricamente invisibles para el diseño de las ciudades, los espacios protegidos con escasos, viven una situación de aislamiento y reclusión, porque se ve a la calle como algo negativo y peligroso. Al mismo tiempo esta situación representa un quiebre de la calle como espacio de socialización al debilitarse los lazos que hacían de la crianza una tarea compartida, colectiva, vecinal; la reclusión al hogar o al espacio privado hace recaer la atención y la educación en la televisión y los medios electrónicos. Por paradójico que parezca, los presos pasan más tiempo al aire libre que muchos niños y niñas de la ciudad, casi el doble, de acuerdo a los estudiosos del tema.

El contacto con la naturaleza se ha reducido considerablemente, pasando más del 90 por ciento en espacios cerrados. El correcto desarrollo del niño, necesita movimiento desde que nace y la forma más fácil de moverse es jugando y si se puede al aire libre, pero en la realidad el tiempo de juego en libertad descendió en las últimas décadas, mientras que aumentaron los porcentajes de niños con ansiedad y depresión.

Peter Schober, de la universidad de medicina de Graz, afirma que los niños sedentarios, los que no asumen riesgo alguno, enferman cinco veces más de depresión, que los que se mantienen activos. El juego, permite un aumento natural de neurotransmisores, endorfinas y neurohormonas para poder balancear el sistema endócrino y el inmunológico. ■

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