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jueves, 28 marzo, 2024
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La ligereza hoy constituye la organización misma de la sociedad: Gilles Lipovetsky

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Por: ALMA RÍOS •

■ Bromas, juegos, algunos fenómenos artísticos, mitos, constituyeron “una ligereza imaginaria”

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■ Opina que hoy el mundo desarrolla dispositivos y herramientas de ligereza: nuevas tecnologías, consumismo, los medios de comunicación, diversión, el entretenimiento

Los niños y los jóvenes deben obtener otro sentido de la ligereza, “no la ligereza de la pluma”, que se equipara a la que centra su atención en el consumismo, la distracción, el divertimento, sino una que implique una ambición superior, “la ligereza del ave”, una “ligereza creativa”, producto de una educación que estructure su espíritu racional y les haga llegar al virtuosismo, expuso en entrevista para La Jornada Zacatecas, Gilles Lipovetsky.

El sociólogo y filósofo francés sostiene que la ligereza ya no es un fenómeno periférico como lo pudo haber sido en otras épocas humanas, sino que hoy constituye la organización misma de la sociedad.

“En todas las sociedades hemos tenido momentos y tiempos para la ligereza: bromas, juegos, algunos fenómenos artísticos, mitos” que constituyeron “una ligereza imaginaria”. Pero hoy el mundo desarrolla dispositivos y herramientas de ligereza: las nuevas tecnologías, el consumismo, los medios de comunicación, la diversión, el entretenimiento.

Gilles Lipovetsky ha querido demostrar en su libro más reciente, De la ligereza (Anagrama, 2016), que ésta también produce “nuevas formas de pesadez”.

Si bien este elemento inmanente a las sociedades hipermodernas acentuó la dinámica del individualismo rompiendo los marcos colectivos que existían, y parecía que iba a generar un mundo más libre, más feliz, la realidad ha resultado diferente, dijo.

Puso de ejemplo a los dispositivos digitales y concretamente al smarthphone, al que propone como “el símbolo de la ligereza material actual”.

“Nos da muchas formas de libertad, acceso a mucha información, a todo eso…pero tiene otro aspecto importante, ofrece otra forma de adicción sobre todo con los adolescentes. Ya no es ligero, se pierde totalmente la ligereza, es todo lo contrario”.

Gilles Lipovetsky ■ FOTOS: ANDRÉS SÁNCHEZ

En el ámbito empresarial, agregó otro ejemplo, pasa exactamente lo mismo, “la gente llega por las mañanas, abre su correo electrónico, y encuentra que hay 400 mensajes. Es ingestionable, es pesado”.

Tan pesado y distinto al “surf” que debería implicar la ligereza, que hay individuos que buscando desintoxicarse, cortan totalmente durante los fines de semana su relación con el mundo digital, “el mundo de las pantallas”.

Los seres humanos hoy en día consumen mucha ligereza en música, películas, series de televisión, medios de divertimento, todos, que forman parte de la industria de consumo.

“La gente regresa a su casa cansada y los espectáculos ligeros están hechos para vaciar la cabeza, para poder soltar la tensión”.

Esto siempre ha existido, dijo, “simplemente que hoy en día le toca al mercado controlarlo”.

Aunque consumidores de ligereza, eso no significa que los seres humanos seamos ligeros, que hayamos llegado a la ligereza.

“La vida en sí no es ligera”, y no lo es porque justo el individualismo implica que actualmente “usted lleve sobre sí toda la responsabilidad de su propia existencia, en todo, o casi todo”.

Aquí propuso el ejemplo de lo que ha pasado con la vida de las mujeres, quienes aún en épocas recientes la tenían “bastante arreglada por adelantado”.

“Había que hacer estudios pero no demasiados, casarse jóvenes, educar a los hijos…la vida estaba delineada desde antes”.

Hoy la existencia femenina está abierta, significa que tienen todo por construir, e implica problemas, una serie de elecciones de entre una gama amplia de opciones.

“Todo: me caso o no me caso, tengo hijos, no tengo hijos, cuándo; si voy a privilegiar más bien la vida profesional o la vida privada…si hay desempleo voy a seguir a mi esposo o más bien me va a seguir a mí. Entonces todo eso crea ansiedad…”.

Para aclarar la paradoja que implica “la ligereza” para la humanidad, utiliza las palabras de Paul Valery: “Hay que ser ligeros como el ave pero no como la pluma”.

Al respecto acotó que el escritor, poeta y ensayista francés, retomó en esta frase lo que Friedrich Nietzsche había ya sentido, y señaló, “la época del consumismo desatado favorece en cierta forma la ligereza de la pluma”.

“¿Por qué cambian de canal pasando de una serie a otra, cambian también su ropa rápidamente con la moda?”.

La gente vive esto como “algo impuesto”, como la pluma que va flotando en el agua o volando en el viento, “les presentan esto y lo compran, y mañana llega otra cosa y lo compra también”. No es el ave que vuela movida por un propósito, sino una pluma impulsada por una fuerza externa.

No obstante también observó, el universo de la ligereza, concretamente del consumismo, “nos ha dado mucho bienestar, hay que reconocerlo. No hay que, como se dice en francés, tirar al bebé con el agua de la tina”.

Esta dinámica de la ligereza puede criticarse pero no satanizarse, sostuvo, “el problema aquí no es que la haya sino que la ligereza de la pluma se vuelva central”.

“Ahí empieza el problema, se vuelve central, y en particular para los jóvenes se vuelve el alfa y el omega de la vida, el todo, cuando se organiza la vida para poder comprar marcas, para el entretenimiento, para el consumo”.

Expuso que esto no es dramático, pero sí indeseable porque los seres humanos somos capaces “de darnos ambiciones superiores”.

Una ambición superior no es regresar a algo que existía, volver a imponerles a los hombres un control sobre su propia existencia o ser totalmente subsumidos por las exigencias del mercado.

Propuso entonces que existen dos formas de ligereza, una de tipo frívolo-consumista y que tiene su lugar en la sociedad, “evidentemente todos la usamos, todos la disfrutamos de cierta forma”.

Pero el que se haya expandido y siga haciéndolo “nos obliga a limitarla”, en particular señaló, cuando se trata de la educación de los niños y los jóvenes.

“La escuela no puede ser ligera”, sostuvo, “eso no nos lleva a ninguna parte, es un callejón sin salida. La educación no puede ser algo frívolo, nos da niños que están sin estructura, muy agitados”.

“Aprender es difícil dijo, formar un espíritu capaz de argumentar de manera racional, ordenada, estructurada no es algo arcaico sino una exigencia de nuestras vidas, y para nada ligera”.

“Existen ejercicios para eso, hay que formarlos –a los niños-, pues así es como pueden obtener otro sentido de la ligereza”.

Lipovetsky utilizó para ilustrar esta forma de ligereza, la metáfora en la que Nietzsche equipara a la libertad “completa, total”, con el baile.

“El bailarín ofrece esa imagen de ligereza ¿Pero ven qué trabajo para poder llegar a eso, al virtuosismo, a la ligereza?”.

Son años de trabajo difícil para poder llegar a eso. Se necesita ejercitarse y practicar mucho para poder lograr dar esa impresión de ligereza, puntualizó.

De igual forma ocurre con la música, si un consumidor la escucha o ve a alguien tocando el piano, puede opinar “que es magnífico, fabuloso…pero hay que aprenderlo, hay que saber tocar el piano, ensayar y ensayar. Y el ensayo no es ligero”, sentenció.

Así como esto es cierto para el baile o la música, para las artes, lo es para el pensamiento, sostuvo, “por ello hay que denunciar todas las desviaciones de una educación demasiado ligera”.

“Estén tranquilos, no quiero un regreso de la autoridad anterior que yo odié. Pero podemos dejarle el lugar a diferentes variables. Puede haber placer, distracción, eso se seguro. Pero toda la vida no puede estar organizada de esta forma, tenemos que darles a los jóvenes herramientas para que, precisamente, no sean sólo como la pluma y que puedan controlar mejor su entorno”.

Gilles Lipovetsky sintetizó su propósito en De la ligereza, al señalar que en el libro intentó ofrecer una lectura paradójica, no maniqueísta, de este concepto.

“Yo no he querido hacer un elogio, un elogio dandy de la ligereza como Oscar Wilde. Eso no me interesa. De hecho eso me parece algo para disertaciones, pero tampoco quise satanizarla. Intenté encontrar el camino intermedio que no es algo mediocre, al contrario, estoy convencido de que debemos exigirnos esta ligereza creativa, no sólo la consumista”.

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