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jueves, 28 marzo, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Hace 11 años ya un cuestionado Felipe Calderón Hinojosa, motivado según esto por una situación extremadamente grave, de la que con anterioridad a su accidentada (por decirlo de alguna manera) llegada a la Presidencia no se había percatado; y a petición expresa, para mayor abundamiento, del gobernador de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas Jr., antes de cobrar su segunda quincena como presidente la república, ordenó la ocupación militar de dicho estado

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Quienes nacieron por aquellas fechas han crecido en la convicción de que los vehículos acribillados a un lado del camino, los colgados de los puentes con una pancarta al cuello, los cadáveres apilados frente a los edificios públicos; las “narcomantas”, la suspensión de clases por zafarranchos en los aledaños y un vasto etcétera forman parte del orden natural de las cosas, al grado que dejaron hace tiempo de jugar a policías y ladrones para hacerlo a narcos y soldados, o bien a secuestradores y secuestrados, etcétera; pues no encuentran datos en la realidad que les permitan distinguir el bien del mal.

Las drogas, cuya desaparición de la vida de los jóvenes era supuestamente el objetivo buscado por aquel gobierno al desencadenar la guerra quizá más prolongada de nuestra historia bicentenaria lejos de desaparecer se han hecho omnipresentes, y los cárteles que las trafican no sólo se han multiplicado sino también diversificado, y lucran ahora con ilícitos mucho más graves que el tráfico de sustancias.

Llama por tanto la atención quienes desde el principio advirtieron lo inadecuado de tratar de resolver a tiros problemas tan complejos, políticos y sociales en última instancia; luego de más de una década de agravamiento constante de las condiciones previas al conflicto, y luego asimismo de 150 mil muertos, 30 mil desaparecidos y millones de desplazados sin que cercana o lejanamente se avizore alguna conclusión, se empecinen en afirmar especies como que los gobernantes no entienden que no entienden; que la aplicación de esa estrategia (por cierto transexenal) tan costosa en vidas y dinero ha sido un fracaso estrepitoso, etc.; sin plantearse siquiera la posibilidad de que se trate por el contrario de un éxito, un éxito por demás devastador. ■

 

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