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jueves, 25 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Salvo los paréntesis de la República Restaurada y las presidencias de Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, desde los primeros días del país el acoso a la prensa independiente resulta una constante de la historia de México.

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Dicho lo anterior unos más otros menos todos los gobiernos han intentado controlar la información y acallar las inconformidades, incurriendo para ello a una variedad de prácticas que van de concesionar a socios y cómplices las frecuencias de radio y televisión a la intimidación, la compra de voluntades, etcétera, hasta llegar al asesinato.

La lista de los perseguidos por informar u opinar es extensa y frecuentemente ilustre: Guillermo Prieto, los hermanos Flores Magón, Heriberto Frías,  Rius, Julio Scherer y Carmen Aristegui, entre muchos otros en el ámbito nacional; y Herón E. Domínguez y Salvador Llamas, entre algunos otros en el ámbito local.

Pero si bien desde el primer tramo del México independiente y más frecuentemente durante la dictadura de Porfirio de Díaz, los que disentían por escrito eran intimidados, desterrados o encarcelados, no hay noticias de que fueran también asesinados; y no será sino bajo los gobiernos posrevolucionarios, conformados en buena parte de caciques y caballeros de empresa, y más recientemente por políticos y burócratas involucrados en actividades criminales, que el asesinato de periodistas se convierta en una práctica común

Si el cliché del magnate norteamericano del siglo 19 consiste en un sujeto que vestido de etiqueta imparte en voz tonante despóticas órdenes y determinaciones sin dejar de mirar un reloj de bolsillo; su correspondiente del México actual consiste un sujeto de escaso mas colorido vocabulario, que profusamente enjoyado, armado y protegido de vírgenes y santos se transporta en vehículos blindados, ornamentados con pegotes portadores del nombre de algún candidato, y quien gusta de alardear de su amistad con presidentes, ministros y gobernadores; y de expresar su gusto por las adolescentes, los caballos y la música de banda, y su odio sin ambages a los entrometidos periodiqueros. ■

 

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