■ “Representación exhibe a una sociedad en la que se pierden valores ante gobiernos insensibles”
La representación de la Pasión y Muerte de Cristo en el barrio de la Minera, en la capital, adopta la fe y también exhibe a una sociedad en la que se pierden valores ante gobiernos que son insensibles a las demandas de los ciudadanos, que día a día padecen el problema de la inseguridad, por lo que estas actividades refuerzan el verdadero significado del Viacrucis para los católicos fervientes.
Lo anterior, lo comentó Francisco Javier Navarro, fundador y coordinador de este Viacrucis, quien cuenta que se cumplen 36 años de esta tradición, la cual ha ido reconociéndose gracias al realismo y compromiso de los actores, muchos de ellos de colonias aledañas.
Desde temprana hora vecinos preparan el recorrido que escenifica las 14 estaciones que Jesucristo camina hasta llegar al cerro donde será crucificado. Y se acordona la iglesia donde se hacen diferentes pasajes bíblicos.
En el templo se representa la Pasión como parte del Viacrucis, iniciando con la representación del juicio en contra de Jesucristo, que se lleva a cabo al exterior de la plaza de la iglesia.
Ahí se inicia con la narración de la “Vía Dolorosa” con el juicio a Jesús, donde es condenado por Poncio Pilato a morir crucificado. En la representación del Viacrucis hay mucho diálogo escenificado.
Los primeros azotes a Jesús Cruz, joven que personifica a Jesús este año, dejaron boquiabiertos a los niños que acudieron con sus padres a esta representación. Algunos observan, y sólo voltean la mirada para olvidar momentáneamente el sufrimiento de aquel hombre.
El camino de la cruz continúa después en dirección al Calvario, dando un recorrido por algunas calles de la colonia. Los vecinos salen de sus casas para ver a Jesucristo avanzar vestido de blanco, con una corona de espinas y huaraches.
Con su cruz a cuestas y flanqueado por dos ladrones, Jesús inició una vez más su recorrido rumbo al cerro donde será crucificado, mientras la gente lo mira, algunos niños y mujeres lloran al observar cuando es golpeado por sus verdugos.
El camino hacia la cruz se convierte en el más complejo para Jesús, entre subidas y bajadas con el peso de la cruz, los golpes y empujones. Quienes lo acompañan se detienen a comprar frituras, refrescos, o alguna chuchería que ofrecen los vendedores ambulantes que siguen el Viacrucis.
Al llegar al lugar que representa el Monte Calvario, los ladrones Dimas y Gestas son crucificados sin piedad, mientras los guardias se reparten las prendas de Jesús. Ahí, Jesús dice la memorable frase: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, mientras su madre María se acerca a llorar en los pies de su hijo.
Cuando inició este Viacrucis solamente se hacían las siete palabras, y eran pocos los participantes. Esta actividad la comenzó el sacerdote Rafael Pérez, quien animó a los vecinos, recuerda el fundador y coordinador.
“Faltando tres días para el Viernes Santo comenzamos a organizarnos, y sólo hacíamos las siete palabras. Con el paso del tiempo nos trajo a un parlamento y poco a poco con la ayuda de los sacerdotes que han pasado por la colonia se logró incluir a más personas”, dice Francisco.
Los actores pertenecen a diferentes barrios y colonias, y se seleccionan de acuerdo con sus aptitudes para actuar y aprenderse los diálogos. Uno de los hijos de Sergio, a sus 33 años, pidió permiso para llevar la cruz.
En ese entonces, la cruz pesaba cerca de 100 kilos. Y cargó ese peso durante seis años que participó como Jesús. Ahora, se redujo el peso, a petición de los mismos actores que representan a Jesús.
